Las casas cercanas abrieron las cortinas y yo empecé a preocuparme por si alguien llamaba a la SI.
—Porque soy amiga suya —dije, empezando a cabrearme—. Solo está asustada, ?vale? Y una amiga no se marcha cuando otra amiga está asustada. Estoy dispuesta a esperar hasta que deje de estarlo. Dios sabe que me esperó. Me necesita, y yo la necesito a ella… así que, ?abandona la causa!
Skimmer se detuvo y se estiró. Parecía poseída, tranquila y cabreada.
—Le dejaste probar tu sangre. ?Qué hiciste para asustarla?
Me había mojado al caer sobre la hierba y levanté la vista de mis piernas húmedas.
—Confiaba tanto en ella que habría dejado que me matase si Jenks no la hubiese parado.
Skimmer se puso todavía más blanca.
—Skimmer, lo siento —dije haciendo gestos, desesperada—. Yo no planeé esto.
—Pero te acuestas con Kisten —protestó ella—. Noto su olor en ti.
Aquello era realmente vergonzoso.
—Tú fuiste la que le ense?ó a Ivy que podía amar a dos personas a la vez, no yo.
Con un movimiento abrupto, Skimmer dio media vuelta y volvió por el camino por el que habíamos venido. Su pelo rubio ondeaba al viento y sus pasos eran firmes.
En realidad, que yo estuviese acostándome con Kisten mientras quería que Ivy me mordiese era algo que me remordía la conciencia. Pero imaginé que entre el miedo de Ivy y la mentalidad vampírica, en la que la norma era tener varios compa?eros de cama y de sangre, podría enfrentarme al problema cuando se convirtiese en un problema. Amaba a Kisten y quería que Ivy me mordiese. Tenía sentido si no lo pensaba demasiado.
Deprimida, me colgué al hombro el bolso y la bolsa de tela de Ivy.
—Si vuelves a atacarme te voy a romper el puto brazo —farfullé mientras la seguía, a sabiendas de que podía oírme. No sabía dónde estábamos, pero ahora me apetecía tanto un helado como comer un perrito caliente en la nieve. Quizá el encuentro era inevitable. Podría haber sido peor. Nos podría haber oído Ivy.
—?Estás bien? —le pregunté cuando la alcancé junto a los escalones de la iglesia. La luz del santuario formaba franjas amarillas en el hormigón húmedo.
Ella me miró de reojo y se echó la mano a la barriga. Su expresión era una mezcla de desconfianza hosca y de ira.
—Amo a Ivy y haré lo que haga falta para protegerla. ?Me entiendes?
Yo entrecerré los ojos al ver que quería decir que yo era una amenaza para Ivy.
—Yo no la estoy poniendo en peligro.
—Sí lo estás haciendo. —La estrecha 'barbilla de la mujer se levantó cuando subió un escalón—. Si te mata por error porque la incitas a hacer algo, nunca se lo perdonará. La conozco. Acabará con todo para escapar del dolor. Quiero a Ivy y no voy a dejar que se mate.
—Yo tampoco —dije con tono hostil.
De repente la cara de Skimmer perdió toda expresión. Aquello me asustó. Un vampiro en silencio era un vampiro maquinando.
Abrió la puerta y entró delante de mí. Genial. Creo que acabo de entrar en la lista negra de Skimmer.
Mientras me apoyaba en la pared y me quitaba las sandalias, Skimmer murmuró algo sobre el ba?o. Se limpió los pies, entró en el ba?o de Ivy haciendo muchísimo ruido y cerró la puerta de un portazo. Yo seguí el aroma a pan caliente hasta la cocina. Mis pasos eran silenciosos ya que iba descalza. Me encontré a Ivy sentada al ordenador comprando música.
—?Qué sabor habéis comprado? —preguntó.
—Ah, es que empezó a llover —improvisé— y decidimos que no valía la pena ir hasta allí. —En realidad no era mentira, sino que lo estaba viendo desde un punto de vista más general.
Ivy asintió sin quitar los ojos de la pantalla. Me esperaba algún tipo de reacción, pero luego me di cuenta de que tenía las botas mojadas y me dio un bajón. Mierda, lo había visto todo.
Tomé aire para explicárselo, pero sus ojos marrones se posaron sobre los míos y me hicieron detenerme. Entonces entró Skimmer con e1 móvil en la mano.
—Eh, me han llamado de la oficina —dijo. Para ella mentir parecía algo tan natural como respirar—. Quieren que vuelva antes, así que voy a tener que dejaros. Vosotras seguid y comed. Lo dejamos para otra ocasión.
Ivy se puso recta en la silla.
—?Vas hacia Cincy? —preguntó y, cuando Skimmer asintió, Ivy se levantó y se estiró—. ?Te importa llevarme? Mi misión es allí. —Luego me miró y me preguntó—: No te importa, ?verdad, Rachel?
?Acaso podía decir algo?
—Vete —le dije, mientras me acercaba a la cocina y revolvía la pasta, ya fría. Mis ojos se dirigieron a la botella de vino blanco abierta—. Le daré un toque a Ceri. Quizá venga antes.
Diez a uno a que ambas iban a ver a Piscary. Entonces, ?por qué no lo decían sin más?
—Te veré más tarde, Rachel —dijo Skimmer apretando los dientes, luego se dirigió a la puerta principal haciendo ruido con las botas.
Ivy cogió el bolso al otro lado de la mesa. Yo le miré las botas y, cuando volví a levantar la mirada, vi un atisbo de culpabilidad.