Por unos demonios más

—?He hecho yo esto? —dije, sorprendida, y levanté la vista.

 

De repente palidecí. Ceri estaba mirándome con las manos sobre el regazo y Jenks sobre su hombro. No es que pareciese asustada, sino simplemente preocupada, muy preocupada. Moví los hombros y sentí una ligera conexión entre mi mente y mi aura que antes no estaba allí. O quizá ahora yo fuese más sensible.

 

—?Mejora? —dije, preocupada ante la falta de respuesta de Ceri.

 

—?Cómo? —preguntó ella, y Jenks batió las alas haciendo volar un mechón del pelo de ella.

 

Miré el cubo de vino con sangre que tenía al lado (apenas recordaba haberlo vertido sobre el espejo) y luego puse el cristal sobre la mesa. Mis manos se separaron de él, pero era como si todavía lo pudiese sentir.

 

—?El sentimiento de conexión? —dije yo, incómoda.

 

—?Lo sientes? —dijo Jenks con voz aguda, y Ceri lo mandó callar frunciendo el ce?o.

 

—?No debería? —pregunté, mientras me secaba las manos con una servilleta, y Ceri miró para otro lado.

 

—No lo sé —dijo en voz baja. Estaba claro que estaba pensando en otra cosa—. Al nunca lo dijo.

 

Estaba empezando a sentirme más yo misma. Jenks se acercó y yo seguí secándome las manos, quitándome la húmeda.

 

—?Estás bien? —preguntó, y yo asentí mientras tiraba la servilleta y levantaba las piernas para sentarme con ellas cruzadas. Cogí el espejo y lo coloqué sobre mi regazo. Aquello me hacía sentir como si estuviese en el instituto jugando con una tabla de güija en el sótano de alguien.

 

—Estoy bien —dije intentando ignorar el hecho de que pensaba que el dise?o blanco cristalino que había hecho sobre el cristal era totalmente hermoso—. Hagámoslo ya. Quiero poder dormir esta noche.

 

Ceri se revolvió, lo cual atrajo mi atención hacia ella. Su rostro angular estaba demacrado y parecía asustada por un pensamiento repentino.

 

—Ah, Rachel —dijo tartamudeando y poniéndose de pie—. ?Te importaría esperar? ?Solo hasta ma?ana?

 

Oh Dios, he hecho algo mal.

 

—?Qué he hecho? —dije ruborizándome de repente.

 

—Nada —se apresuró a decir ella y extendió la mano, pero sin tocarme—. Estás bien. Pero acabas de reajustar tu aura y probablemente deberías pasar por un ciclo solar completo para reponerte antes de utilizarlo. El círculo de invocación, me refiero.

 

Miré el espejo y luego a ella. La expresión de Ceri era totalmente ilegible. Estaba ocultando sus emociones y lo estaba haciendo muy, pero que muy bien. Había hecho algo mal y estaba enfadada conmigo. No esperaba que se saliese toda mi aura, pero había pasado.

 

—?Mierda! —dije, disgustada—. Lo he hecho mal, ?verdad?

 

Ella negó con la cabeza, pero estaba recogiendo sus cosas para marcharse.

 

—Lo has hecho bien. Tengo que marcharme. Tengo que comprobar una cosa.

 

Yo me apresuré a ponerme de pie, tropecé con la mesa y estuve a punto de tirar mi copa de vino blanco cuando dejé el espejo.

 

—Ceri, lo haré mejor la próxima vez. De verdad, estoy mejorando. Tú ya me has ayudado muchísimo —dije, pero ella se alejó de mí fingiendo que se giraba para coger sus zapatillas. Me quedé de piedra, asustada. No quería que la tocase.

 

?Qué he hecho?

 

Ella se detuvo poco a poco, todavía sin mirarme. Jenks revoloteaba entre ambas. Fuera pude oír a los vecinos gritando despedidas afectuosas y también bocinas. Entonces me miró a los ojos, aunque con reticencia.

 

—Nada —dijo ella—. Estoy segura de que la razón por la que ha salido toda tu aura es porque tu sangre la invocó a ella y no a la de otro demonio, como me ocurrió a mí cuando estaba ligada a la cuenta de Al para interceptarle las llamadas. Tienes que dejar que tu aura se asiente bien antes de utilizar la maldición, eso es todo. Un día por lo menos. Ma?ana por la noche.

 

Capté la preocupación en Jenks. él también había notado que estaba mintiendo. O bien estaba inventándose la razón por la que había salido mi aura o bien estaba mintiendo sobre la necesidad de esperar para invocar a Minias. Una me acojonaba y la otra era simplemente desconcertante. ?No quiere tocarme?

 

Ella se giró para marcharse y yo miré el círculo de invocación, tan hermoso e inocente sobre mi mesita del café y que reflejaba el mundo con un matiz rojo vino.

 

—Espera, Ceri. ?Y si él nos llama esta noche?

 

Ceri se detuvo. Volvió sobre sus pasos con la cabeza inclinada, puso la mano sobre la figura del medio ron los dedos extendidos y murmuró una palabra en latín.