Por unos demonios más

—Oh, pobre gatita —dijo mientras se sentaba en su sitio y bajaba la mano al suelo.

 

Arrugué la frente de indignación al ver cómo la estúpida gata le hacía mimos, con la cabeza alta y la cola estirada. Mi enfado se hizo aún mayor cuando Rex saltó sobre su regazo y se aposentó allí a mirarme. De repente, la gata se puso a mirar hacia el pasillo y escuchamos un golpeteo de tacones cada vez más fuerte. Con los ojos abiertos de par en par, miré a Ivy, pero mi pregunta obtuvo respuesta cuando Skimmer entró en la sala como una ráfaga, peinada, arreglada y tan perfecta como un pastel nupcial sin cortar, con sus pantalones negros y su escueta camisa blanca.

 

?Cuándo habrá llegado?, pensé, y luego me sonrojé. Anoche no se marchó. Miré a Ivy y me di cuenta de que estaba en lo cierto cuando mi compa?era de piso bajó a Rex de su regazo y puso mucho interés en sus correos electrónicos, abriéndolos y eliminando el correo no deseado… evitándome. Joder, a mí no me importaba lo que hacían juntas. Pero al parecer a Ivy sí.

 

—Hola Rachel —dijo la menuda vampiresa. Luego, antes de que yo pudiese responder, se inclinó para darle un beso a Ivy. Ivy se quedó de piedra y yo parpadeé cuando Ivy se apartó antes de que aquello se convirtiese en un beso apasionado… que era precisamente lo que pretendía Skimmer. Skimmer se levantó muy despacio y se dirigió hacia las magdalenas.

 

?Acabaré de trabajar a eso de las diez de la noche —dijo mientras ponía una en un plato y se sentaba con cuidado entre nosotras—. ?Quieres que quedemos para cenar temprano?

 

La cara de Ivy estaba arrugada de enfado por el intento de beso. Skimmer lo estaba haciendo para fastidiarme, quizá para asustarme, e Ivy lo sabía.

 

—No —dijo ella sin apartar la mirada de su monitor—. Ya tengo planes.

 

?Como qué?, pensé yo, decidiendo al mismo tiempo que la relación entre Skimmer y yo probablemente se iría a pique como un barco en una tormenta. Eso era algo para lo que no estaba preparada, en absoluto.

 

Skimmer partió en dos su magdalena con mucho cuidado, luego se puso de pie y fue a buscar un cuchillo y la mantequilla. Los dejó junto a su plato y deambuló hasta la cafetera con unos pasos que tenían el aplomo y el poder de la sala del tribunal. Maldita sea, me he metido en un lío.

 

—?Café, Ivy? —preguntó ella mientras el sol se reflejaba en su camisa de la oficina limpia y almidonada.

 

—Sí, gracias.

 

Al notar la tensión en el ambiente, Rex se marchó a hurtadillas. Yo deseaba hacer lo mismo.

 

—Aquí tienes, cielo —dijo la vampiresa mientras le daba a Ivy una taza. No era la taza gigante con nuestro logo de Encantamientos Vampíricos que le gustaba a Ivy, pero quizá ella las utilizaba porque yo también lo hacía.

 

Ivy dio un tirón hacia atrás cuando Skimmer intentó robarle otro beso. En lugar de enfadarse, la mujer se sentó de nuevo rebosante de confianza en sí misma y se puso a untar mantequilla meticulosamente en su magdalena. Estaba manipulándonos a Ivy y a mí; estaba al mando, aunque Ivy era la más dominante de las dos.

 

No me iba a marchar porque estuviese intentando hacerme sentir incómoda. Al sentir cómo se me subía la presión sanguínea, me senté con firmeza en la silla. Era mi cocina, maldita sea.

 

—Has madrugado —me dijo la vampiresa rubia de ojos azules, como si aquello significase algo.

 

Intenté no entrecerrar los ojos.

 

—?Las has hecho tú? —le pregunté levantando lo que quedaba de mi magdalena.

 

Skimmer sonrió y mostró sus afilados caninos.

 

—Sí.

 

—Están buenas.

 

—De nada.

 

—No te he dado las gracias —le espeté, y la mano de Ivy se quedó quieta sobre el ratón.

 

Skimmer se comió su magdalena mientras me observaba sin parpadear y se le iban dilatando las pupilas. Empecé a sentir un hormigueo en la cicatriz y me puse de pie.

 

—Me voy a la ducha —dije, furiosa porque me pusiese los pelos de punta, pero necesitaba lavarme.

 

—Avisaré a los medios —dijo Skimmer mientras se lamía sugerentemente la mantequilla del dedo.

 

Iba a decirle que se lo metiese por el culo y pedalease, pero sonó el timbre de la puerta principal y conseguí mantener mis modales.

 

—Es Kisten —dije, y luego cogí el bolso. Estaba suficientemente limpia y la última cosa que quería era tener a tres vampiros en mi cocina estando yo desnuda en la ducha—. Me voy.

 

Ivy desvió su atención del ordenador, evidentemente sorprendida.

 

—?Adonde vas?

 

Yo miré a Skimmer y me sonrojé.

 

—Al curso de educación vial. Me va a llevar Kisten.

 

—Oh, ?qué tierno! —dijo Skimmer, y yo apreté los dientes. Me negaba a responder, así que me dirigí al vestíbulo y a la puerta sin importarme si tenía las rodillas sucias. Un fuerte chasquido me hizo detenerme y al girarme capté un movimiento borroso. Skimmer estaba roja, claramente estupefacta y desilusionada, pero Ivy mostraba una expresión de suficiencia. Había ocurrido algo e Ivy me hizo un gesto levantando una ceja con mordacidad.