Por unos demonios más

—Te quiero —susurré—. Pero si te dejo que me muerdas se estropearía todo. Ivy no lo soportaría. —Jenks hubiera dicho que yo tenía más miedo a la posibilidad de que al morderme la atracción fuese mayor entre ambos que a la propia mordedura en sí. En fin. Pero si Kisten conseguía una relación más próxima conmigo que Ivy, eso le haría da?o a ella y él también la quería, con la lealtad fanática que el abuso compartido a menudo engendra: Piscary los había extorsionado a ambos.

 

Entonces me sonó el móvil en el bolso, pero lo dejé sonar. Esto era más importante. El semáforo cambió y Kisten arrancó, ahora con las manos más relajadas. Ivy siempre había sido la dominante en su relación, pero él estaba dispuesto a luchar por mí si en algún momento me sentía tentada a darle mi sangre. El problema era que decir no nunca había sido mi punto fuerte. Me exponía al desastre cada vez que dormía con él, pero eso también hacía que el sexo fuese fantástico. Y nunca he dicho que yo sea inteligente. En realidad hacer aquello era una estupidez. Pero ya habíamos pasado por eso antes.

 

Alicaída, descolgué el brazo por la ventana. Dejé de ver los grupos de casas de los Hollows y empecé a ver tiendas. El sol se reflejaba débilmente en mi pulsera y en su distintivo dibujo de eslabones. Ivy tenía una tobillera con el mismo dibujo. Había visto algunas otras por Cincy y la gente se encogía de hombros y me sonreía cuando intentaba esconder la mía. Sabía que probablemente era la forma que tenía Kisten de mostrar al mundo sus conquistas, pero yo seguía llevándola de todas formas. E Ivy también.

 

—Skimmer no te hará da?o —dijo Kisten con voz suave, y yo me giré hacia él.

 

—No físicamente —asentí yo, aliviada porque estuviese llevando tan bien todo aquello—. Pero puedes estar seguro de que se va a esforzar mucho más en liberar a Piscary.

 

Ante aquello se puso serio y el silencio se apoderó del coche cuando pensamos en lo que podría ocurrir si lo conseguía. Ambos iríamos nadando contracorriente en un río de mierda. Kisten era el sucesor de Piscary y había traicionado al se?or de los vampiros la noche que yo lo había sometido a base de golpes. Ahora mismo Piscary estaba ignorando todo aquello, pero si salía estaba segura de que tendría un par de cosas que decirle a su ex sucesor, aunque Kisten fuese quien había mantenido intactas las empresas de Piscary, ya que Ivy no lo hacía aun siendo también su sucesora.

 

Me volvió a sonar el teléfono. Lo saqué y miré para ver si era un número desconocido antes de ponerlo en modo de vibración. Estaba con Kisten y contestar sería de mala educación.

 

—?No estás enfadado? —le pregunté dubitativa, observando como la expresión de su rostro pasaba de preocupación por su estado físico a preocupación por su estado emocional.

 

—?Enfadado porque te atraiga Ivy? —dijo. El sol brillaba sobre él mientras cruzábamos el puente. Sentí calor en la cara y él me soltó la mano para poder conducir mejor ahora que el tráfico era más denso—. No —dijo mientras se le dilataban un poco los ojos—. Yo te quiero, pero Ivy… Nunca ha estado tan feliz y tan estable como desde que dejó la SI y se fue a vivir contigo. Además —dijo colocándose en una postura sugerente—, si esto continúa quizá tenga por fin la oportunidad de hacer un trío.

 

Se me abrió la boca de par en par y le di un tortazo.

 

—?De ninguna manera!

 

—Eh —dijo riéndose, aunque no separaba la vista de la carretera—. No lo descartes hasta que no lo hayas probado.

 

Me crucé de brazos y miré por la ventana.

 

—Eso no va a ocurrir, Kisten. —Pero cuando nuestros ojos se encontraron me di cuenta de que solo me lo había dicho para picarme. Creo.

 

—No hagas planes este viernes —dijo mientras nos parábamos en otro semáforo.

 

Reprimí una gran sonrisa, aunque por dentro estaba cantando. ?Se ha acordado!

 

—?Por qué? —pregunté, fingiendo no saberlo.

 

él sonrió y yo perdí la batalla de no emocionarme.

 

—Te voy a invitar a salir por tu cumplea?os —dijo—. Tengo una reserva para el restaurante de la torre Carew.

 

—?Pero qué dices! —exclamé mientras mis ojos se dirigían de repente a lo alto del edificio en cuestión—. ?Nunca he comido allí arriba! —Empecé a revolverme y mi mirada se volvió distante mientras empezaba a hacer planes—. No sé qué ponerme.

 

—?Algo que sea fácil de quitar? —sugirió él.

 

Alguien hizo sonar una bocina detrás de nosotros y, sin mirar, Kisten aceleró.

 

—Lo único que tengo son cosas con muchos broches y hebillas —dije, en broma.

 

Kisten iba a decir algo, pero lo llamaron por teléfono. Fruncí el ce?o al ver que se disponía a cogerlo. Yo nunca contesto al teléfono cuando estamos juntos. A ver, no es que yo recibiese tantas llamadas, pero tampoco estaba intentando gestionar el inframundo de Cincy en lugar de mi jefe.

 

—?Broches y hebillas? —dijo mientras abría el teléfono—. Eso también podría valer. —De repente se le borró la sonrisa y dijo al teléfono—: Soy Felps.

 

Yo me recosté. Me sentía bien solo de pensarlo.

 

—Eh, Ivy. ?Qué pasa? —dijo Kisten, y yo me puse recta. Entonces me acordé de mi teléfono, lo saqué del bolso y lo miré. Mierda, tenía cuatro llamadas perdidas. Pero no reconocí el número.

 

?Justo a mi lado —dijo Kisten mirándome y adoptando luego un tono de preocupación—. Claro —a?adió, y me dio el teléfono.