Por unos demonios más

—Tampoco me acuerdo de eso —dije mientras cruzaba las piernas y rezaba—. ?Por qué no te quitas del medio? Tengo que ir al ba?o.

 

—Joder —dijo Jenks elevándose para seguirnos a Ivy y a mí—. Pensé que ibas a matar a Edden. Fue él quien te puso el ojo morado.

 

Por eso siento la cara hinchada, pensé mientras corría por el pasillo.

 

—?A qué día estamos? —pregunté, sin saber cuánto tiempo llevaba sin comer.

 

—A lunes —Ivy me iba pisando los talones—. Espera. Ya es martes.

 

—Vaya, los espíritus lo hicieron todo en una noche —dije entrecerrando los ojos cuando encendí la luz del ba?o. Me dolían los ojos. Al girarme los vi mirándome como si hubiese dicho algo aterrador—. ?Qué? —protesté, y Jenks se posó en el hombro de Ivy.

 

—?Estás segura de que estás bien?

 

—Sí, pero si no entro en el ba?o voy a acabar haciendo un charco.

 

Jenks alzó el vuelo e Ivy dio tres pasos hacia atrás.

 

—?Quieres comer algo? —dijo, y yo dudé en el momento de cerrar la puerta.

 

—Cualquier cosa menos azufre —dije, y ella se sonrojó con un sentimiento de culpa. Cerré la puerta y puse ambas manos sobre el lavabo, apoyándome en él y temblando. No era por la pérdida de sangre y no me habían pegado tan fuerte. Estaba agotada. Algo (quizá alguien) había librado una batalla en mí y yo no recordaba nada. El foco había desaparecido, así que se había perdido. Yo era la que me levantaba a mí misma en el campo de batalla y me encaminaba con dificultad hacia la siguiente pelea.

 

Esperaba que fuese más fácil que la última.

 

Me erguí y fui hacia el espejo. Metí la mano detrás de la venda del cuello y luego la bajé. Todavía no quería saber. Giré la cabeza, me eché un vistazo y decidí que no estaba tan mal. Un amuleto de complexión se ocuparía de los círculos negros que tenía debajo del ojo y el labio hinchado hacía parecer que ponía morritos. Tenía un hematoma en la espinilla y otro en la cadera, justo donde acababa la camiseta. Me dolió la espalda cuando me agaché para mirarme las rodillas, pero en un par de días todo volvería a la normalidad. Estaba casi decepcionada. Una maldición demoníaca, aunque breve, debería dejar algún tipo de marca. Un mechón de pelo blanco o unos ojos hechizantes. Quizá cuervos en el tejado o un sabueso del infierno a tus pies. Pero ?qué obtengo yo? Solté el aliento y permanecí de pie mirando mi reflejo con los ojos entrecerrados.

 

Un ojo morado. Genial.

 

La voz de Ivy hablaba con murmullos por teléfono y, tras ocuparme de mi necesidad más urgente, decidí que la ducha podría esperar hasta que me respondiesen a algunas preguntas y me pudiesen llenar el estómago. En el cajón había unos vaqueros en vez de la ropa de Kisten, así que, con una nueva tristeza, me metí por dentro la camiseta de Takata e invoqué un hechizo de complexión; me pasé el cepillo de dientes y lo dejé ahí. Me ponía enferma el olor a café que se colaba por debajo de la puerta. ?Tenía tanta hambre!

 

Salí del ba?o con movimientos lentos a la espera de malas noticias. La luz brillante de un nuevo día ba?ó el pasillo desde la cocina. Era la tercera ma?ana que me levantaba al amanecer en lugar de irme a la cama a esa hora, y ya estaba cansada de aquello.

 

—Rachel se acaba de despertar —dijo la voz de Ivy antes de que yo diese dos pasos, y me detuve. No estaba al teléfono. Había alguien en nuestra cocina—. No hablará con nadie hasta que pueda comer y recuperar el aliento y no va a hablar con tu loquero, así que ya te puedes meter en tu todoterreno y volver a la AFI, que es tu sitio.

 

Levanté las cejas y aceleré el paso. ?Qué está haciendo aquí Glenn?

 

Mierda. Kisten, pensé con tristeza, respondiendo así a mi propia pregunta. Está muerto.

 

—Felps no estaba en el apartamento de Sparagmos —oí decir a Edden, y mi realidad dio un giro. No solo todavía no era seguro que Kisten hubiese muerto, sino que no era Glenn, sino su padre. No sabía si eso era mejor o peor.

 

—Tenemos que encontrarlo y puede que Rachel nos sea de ayuda —concluyó.

 

—?Dale un poco de paz a la pobre mujer! —dijo Jenks—. Piscary dijo que estaba muerto. Encuéntralo tú solo. La SI no va a detenerte. A ellos no les importa.

 

Me puse en movimiento dispuesta a intentar hacer cualquier cosa que demostrase que Kisten seguía con vida.

 

—Pero si sigue vivo puede que esté herido —dije mientras entraba, y Edden se giró desde el lugar que ocupaba al fondo de la cocina. Había alguien más con él. Parecía delgado junto al cuerpo achaparrado de Edden y me paré en seco descalza. ?Edden ha traído al loquero de la AFI con él?

 

Edden miró al joven que estaba a su lado. Ignorando la amenaza de Ivy, delante del fregadero con los brazos cruzados, Edden se acercó a mí con la frente arrugada de preocupación. Llevaba sus chinos caqui y su camisa blanca habituales y llevaba la pistola en la funda sobaquera, lo cual indicaba que estaba trabajando.