La botella desapareció de entre sus dedos.
—Una última cosa —dijo con un extra?o brillo en los ojos—. ?El foco?
Yo me puse rígida y sentí crecer el miedo en mi interior.
—?Sí?
—No era lo que estaba buscando Newt cuando hizo a?icos tu iglesia.
Empezó a desaparecer y di un paso hacia delante, asustada.
—?Qué estaba buscando?
No tengo ni la más remota idea, resonó en mis pensamientos.
—?Espera! —grité—. ?Se acuerda de mí? ?Minias! ?Se acuerda de mí?
Busqué sonidos en la noche y pensamientos en mi cabeza, pero se había ido. Un instante después, la luz que había hecho brillar en mi espejo también desapareció.
Mierda. ?Qué estaría buscando si no era el foco?
El ruido de la puerta principal al cerrarse resonó en el aire brillante y miré la parte delantera de la iglesia. Arrancó un coche y la tensión me hizo erguirme cuando reconocí los suaves pasos de Ivy en el vestíbulo.
—Ivy… —dije, y luego me llevé la mano a la garganta al sentir el dolor.
Di un respingo cuando se abrió de repente la puerta de mi habitación y entró una columna de luz gris.
—Rachel —dijo Ivy con sus facciones perdidas entre las sombras.
—Lo era la última vez que lo comprobé —dije, decidiendo que mencionar a Minias no ayudaría a nadie.
—Estás bien —susurró, acercándose y agarrándome la mano—. Eres tú, ?verdad? ?Solo tú? —La sombra le agrandaba los ojos y no tenía ninguna venda en el cuello. Al ver mi mirada atónita, me dio un abrazo por sorpresa—. Gracias a Dios.
La tensión que me había invadido, producto de la sorpresa, se desvaneció y me relajé, con la cara junto a la suya mientras inhalaba su aroma como si fuese agua. No me importaba si eran un montón de feromonas destinadas a relajarme para hacer que le fuese más fácil morderme. No me estaba abrazando por eso. Había estado preocupada. Y estaba viva. A un vampiro muerto no le habría importado si era yo misma o no. Ivy estaba viva. Quizá Kisten también lo esté. Ojalá Piscary me hubiese mentido.
—Soy yo —dije al recordar a Ivy y a Edden agarrándome firmemente en la parte de atrás de un coche cuando me había perdido con la maldición—. Mmm… tengo que ir al ba?o.
Ivy dio un paso hacia atrás.
—Me asustaste —dijo.
—Me asusté a mí misma —dije sujetándome a la cama mientras caminaba arrastrando los pies.
—?Jenks! —chilló Ivy cuando mis pies descalzos estaban a punto de alcanzar el pasillo—. ?Está bien! ?Se ha levantado!
—?Qué es ese tufo? —dije aspirando el olor repugnantemente intenso a incienso malo.
—Han quitado la blasfemia de la iglesia —dijo siguiéndome—. El tío se acaba de marchar. Creo que lo avergonzaste, así que estuvo investigando. Lo único que tuvo que hacer fue encontrar y sustituir el retal original de pa?o sagrado en el que se centraba la santidad. Lo encontraron los hijos de Jenks y el resto fue pan comido.
Yo asentí pensando que aquella extra?a sensación que había sentido al despertarme debía de ser la blasfemia desapareciendo. Luego me pregunté qué iba a hacer el tipo con el pa?o contaminado. ?Quizá llevarlo a siempre jamás? Eso es lo que yo haría. Di tres pasos vacilantes más hacia el ba?o y luego me giré.
—Estás viva, ?verdad? —pregunté al recordar a los médicos de urgencias cesar en su intento.
Ivy sonrió desde la puerta de mi cuarto. Debía de haberla asustado muchísimo. Nunca la había visto mostrar tanta emoción. Claramente feliz, sonrió.
—Estoy viva —dijo, preciosa con los ojos húmedos—. Piscary no… —Tomó aire—. Me desmayé cuando Piscary me dio suficiente saliva de vampiro para pararme el corazón, pero los chicos de la AFI me mantuvieron con vida y los médicos de urgencias me dieron una antitoxina. No llegué a morir —dijo alegremente—. Sigo conservando mi alma.
Bien, pensé. Para variar, algo había salido bien. Me daba miedo preguntarle por Kisten.
—Tengo que ir al ba?o —murmuré, ya que la situación se estaba volviendo crítica.
—?Ah! —dijo ella, de repente avergonzada—. Claro. Voy a…
Su pensamiento se vio interrumpido de repente cuando Jenks entró volando procedente de las habitaciones traseras.
—?Rache! —chilló, despidiendo chispas doradas—. ?Estás bien? Por el burdel de Campanilla, eres una mujer salvaje. Nunca había visto a nadie hacer las cosas que tú has hecho. ?Quién te ha ense?ado a decir tacos en latín?
Revoloteaba como un loco entre Ivy y yo, y apoyé una mano en la pared para no perder el equilibrio mientras intentaba mirarlo.
—Era la maldición, no yo —dije.
—?Cómo tienes las rodillas? —dijo descendiendo para mirarlas, y yo levanté la cabeza de repente cuando salió disparado hacia el techo—. Les diste un golpe bastante grande cuando Ceri te derribó.