Por unos demonios más

Claro que sí. Asentí y saludé al todoterreno de la SI que había detrás de un gran arbusto, luego le lancé un besito y le hice el gesto de las orejas de conejo con los dedos al peque?o hombre lobo con uniforme de faena que dormitaba en un banco al sol observándolos. Era Brett. El hombre lobo militante había sido expulsado de su manada por no conseguir secuestrarme hacía unos meses y, por supuesto, ahora quería entrar a formar parte de la mía. En cierto modo tenía sentido, aunque era un poco retorcido. Yo era la que había vencido a su alfa. Por lo tanto, era más fuerte.

 

David, mi alfa, no se iba a meter en todo aquello, ya que ni siquiera había querido una manada desde un principio. Esa fue la razón por la que se había rebelado contra el sistema y había formado una con una bruja para conservar su trabajo. Y así, Brett quedó reducido a acechar en las afueras de mi vida, buscando una manera de entrar. Era realmente halagador, pero deprimente. Tendría que hablar con David. Tener a un hombre lobo militante unido a mi caótica vida no era mala idea, pero Brett quería de verdad alguien a quien acudir. Así era como se juntaban la mayoría de los hombres lobo. Aquello que decía David de que Brett estaba intentando quedar bien con su alfa original espiándome para ver si tenía el artefacto que había instigado el intento de secuestro era una tontería. Todo el mundo creía que había caído por el puente Mackinac, aunque en realidad estaba escondido en la caja del gato de David.

 

Jenks se aclaró la voz y, cuando lo miré, se frotó el pulgar con el índice, haciendo el gesto universal del dinero. Entonces le seguí la mirada hacia Glenn.

 

—Eh —le dije, girándome en el asiento—, esto es remunerado, ?verdad? —Glenn sonrió y yo, irritada, puse una voz más aguda—. Es remunerado, ?verdad?

 

Riéndose entre dientes, el detective de la AFI miró por el retrovisor a Brett y asintió.

 

—?Por qué…? —empezó a decir, pero yo lo interrumpí.

 

—Quiere entrar en mi manada y David le está poniendo trabas —dije—. ?Qué tiene de importante este cuerpo para querer que yo lo vea? Soy una detective pésima. No me dedico a eso.

 

El rostro cuadrado de Glenn estaba cargado de preocupación mientras me miraba a mí y luego de nuevo al hombre lobo que dejamos atrás.

 

—Es una mujer lobo. La SI dice que es un suicidio, pero yo creo que es un asesinato y que lo están encubriendo.

 

Dejé que la presión del aire me levantase y me bajase la mano y disfruté de la brisa en mi pelo recién lavado y del tacto de mi pulsera deslizándose por mi piel. ?La SI está encubriendo un asesinato? Vaya sorpresa. Jenks parecía feliz y guardaba silencio ahora que estábamos trabajando y había sacado el tema del dinero, aunque no estaba zanjado.

 

—Tarifa estándar de asesoría —dije yo.

 

—Quinientos al día más gastos —dijo Glenn, y yo me reí.

 

—Prueba con el doble, chico del kétchup. Tengo que pagar un seguro. —Y consagrar una iglesia y reparar una sala de estar.

 

Glenn se distrajo un poco de la carretera.

 

—?Por dos horas de tu tiempo? ?Cuánto sería eso? ?Doscientos cincuenta?

 

Mierda. Quiere pagar por horas. Yo fruncí el ce?o y las alas de Jenks se fueron moviendo más lentamente, hasta detenerse. Con eso quizá podríamos pagar los paneles y a los tíos que los colocaban. Quizá.

 

—De acuerdo —dije, mientras revolvía en mi bolso para encontrar la agenda que Ivy me había regalado el a?o pasado. Ya estaba obsoleta, pero las páginas estaban en blanco y necesitaba un lugar en el que hacer un seguimiento de mi tiempo.

 

?Pero ya te puedes esperar una factura detallada.

 

Glenn sonrió.

 

—?Qué? —dije yo, entornando los ojos por el vaivén del sol.

 

él levantó un hombro y luego lo dejó caer.

 

—Pareces tan… organizada —dijo, y cuando Jenks se rio con disimulo, yo estiré la mano y pegué un coscorrón a Glenn en el hombro con el revés del pu?o.

 

—Solo por eso te has quedado sin kétchup —murmuré mientras me encorvaba. él agarró el volante con más fuerza y entonces supe que le había dado donde más le dolía.

 

—No te preocupes, Glenn —bromeó Jenks—. La Navidad ya está cerca. Te compraré un bote de jalape?os para caerse de culo si Rachel te deja de traer tomates.

 

Glenn me miró de reojo.

 

—Bueno, de hecho tengo una lista —dijo mientras rebuscaba en un bolsillo interior del abrigo y sacaba una cinta estrecha de papel escrito con su característica y perfecta letra. Yo arqueé las cejas al cogerlo: kétchup picante, salsa barbacoa con especias, pasta de tomate y pico de gallo. Lo de siempre.

 

—Necesitas un nuevo par de esposas, ?verdad? —dijo con nerviosismo.

 

—Sí —dije, de repente mucho más despierta—. Pero si puedes conseguir alguna de esas bridas de plástico que utiliza la SI para evitar que las brujas de líneas luminosas invoquen su magia, sería genial.