Por unos demonios más

—?Jenks! —grité cuando mis sandalias pisaron la acera agrietada. Lo menos que podía hacer era venir conmigo. Al ver el todoterreno de Glenn aparcado junto a la acera, dudé.

 

—Vayamos en dos coches —propuse, ya que no quería que me viesen montada en un coche de la AFI cuando podía ir conduciendo mi descapotable rojo. Hacía calor. Podría bajarle la capota.

 

Glenn soltó una risita.

 

—?Con el permiso retirado? Ni lo pienses.

 

Reduje el paso y lo miré con recelo, molesta por la diversión que mostraban sus ojos oscuros.

 

—Mierda, ?cómo lo has averiguado?

 

Me abrió la puerta del acompa?ante.

 

—?Porque trabajo para la AFI? Nuestra patrulla de carretera te ha estado cubriendo cada vez que sales a por provisiones. Si te pillan conduciendo con el permiso retirado, la SI meterá tu culo en la cárcel, y nos gusta que tu culo esté en la calle, donde puedas hacer algo bueno, se?orita Morgan.

 

Me senté en el asiento delantero y puse el bolso sobre el regazo. No sabía que la AFI hubiese tenido noticias de ello, y mucho menos que hubiesen estado distrayendo a la SI.

 

—Gracias —dije en voz baja, y él cerró la puerta con un gru?ido de agradecimiento.

 

Glenn cruzó por delante del coche mientras yo me ponía el cinturón. El aire estaba viciado e intenté bajar la ventanilla. El coche todavía no estaba arrancado, pero yo ya estaba irritada. Puse el café en el sujetavasos y seguí peleándome con la ventana hasta que Glenn se agachó, se sentó en el asiento del conductor y me miró. Arrugué la frente con frustración.

 

—No es justo, Glenn —me quejé—. No tenían derecho a retirarme el permiso. La tienen tomada conmigo.

 

—Tú ve a las clases para recuperar el permiso y acaba con ello.

 

—?Pero no es justo! Me están haciendo la vida difícil a propósito.

 

—?En serio? No me digas —dijo. Metió la llave en el contacto, hizo una pausa para sacar un par de gafas de sol del bolsillo y, al ponérselas, mejoró inmediatamente diez puntos. Su rostro se relajó y miró la calle silenciosa envuelta por la sombra de árboles de más de ochenta a?os.

 

—?Qué esperabas? —dijo él—. Les diste una excusa para hacerlo y ellos la aprovecharon.

 

Inspiré con frustración y contuve el aliento. Me salté un semáforo en rojo. Estaba en ámbar la mayor parte del camino. Y una vez conduje un poco rápido por la interestatal. Pero supongo que dejar que mi novio chocase contra mí con un camión Mack para ayudar a un vampiro a comenzar su vida de no muerto podría ser la causa de que me retirasen algunos puntos. Solo había muerto el vampiro, pero era lo que quería.

 

Volvía pelearme con el botón y Glenn lo pilló. Cuando la ventanilla se bajó emitiendo un chirrido, entró un aire cálido que sustituyó el olor de mi perfume por el de la hierba cortada.

 

—?Jenks! —grité mientras Glenn arrancaba el coche—. ?Vámonos!

 

El ruido del enorme coche ensordeció el repiqueteo de las alas de Jenks al llegar.

 

—Siento lo del mensaje, Rache —murmuró mientras aterrizaba sobre el espejo retrovisor.

 

—No te preocupes —dije, y estiré el brazo por fuera de la ventanilla abierta. No quería machacarlo por ello. Mi hermano ya me había criticado mucho por hacer lo mismo y sabía que no lo había hecho a propósito.

 

Me acomodé en el asiento de cuero mientras Glenn se incorporaba a la calle vacía. Estaría vacía hasta mediodía más o menos, cuando la mayor parte de los Hollows empezaba a despertar. Tenía el pulso débil debido a la hora que era y el calor del día me daba ganas de dormir. El coche de Glenn estaba tan pulcro como él mismo: no había ni una sola taza de café usada ni ningún amasijo de papeles tirado en el suelo o en el asiento de atrás.

 

—Entonces… —dije mientras bostezaba—, ?qué hay en la morgue, además de lo evidente?

 

Glenn me miró mientras paraba ante una se?al de stop.

 

—Un suicidio, pero es un asesinato.