Por unos demonios más

—Paciencia, bruja —dijo, y luego fue hacia Ivy.

 

El terror superó a sus conocimientos e Ivy dio marcha atrás. Soltó un grito, alto y agudo, y el sonido me atravesó como un rayo. La tenía contra el espejo, con la boca en su cuello mientras le clavaba los dientes en profundidad para terminar rápido.

 

Ella no se resistió. Quería morir. Era la única forma de luchar contra él y la única esperanza de salvarme. Estaba dejando que la matase para salvarme.

 

—No —sollocé, intentando levantarme, pero Edden me tenía agarrada por el brazo y no me soltaba—. ?No!

 

Una sombra rubia salió disparada hacia ellos. Gru?endo, Skimmer levantó el brazo en el que tenía la guillotina y, cual hacha, golpeó con él la nuca de Piscary, que al contacto con la carne produjo un ruido sordo y fuerte.

 

Piscary se sacudió con fuerza. Se apartó de Ivy dejando ver su cuello, destrozado y ensangrentado. Se estaba desangrando. Le había mordido con fuerza, un mordisco mortal.

 

Llorando de miedo y furia, Skimmer volvió a golpearlo. Se me revolvió el estómago al escuchar el ruido que se oyó cuando esta vez le dio a Piscary en la parte delantera del cuello. él soltó a Ivy, y Skimmer volvió a atacarlo, gritando con una frustración ciega mientras se inclinaba para golpearlo de nuevo justo en el mismo sitio.

 

El filo atravesó la carne por tercera vez y Skimmer tropezó y cayó de rodillas sollozando mientras Piscary se desplomaba. La cuchilla ensangrentada que todavía tenía en la mano resonó al golpear el suelo.

 

—Madre de Dios —dijo Edden soltándome.

 

Ivy miraba a Piscary con incredulidad desde la pared. Su cabeza cortada la estaba mirando a ella y sus ojos parpadearon una vez antes de que las pupilas se volviesen vacías y de un color negro plateado. Estaba muerto. Skimmer lo había matado. De los restos de su cuello salía sangre formando una piscina roja que, finalmente, dejó de fluir.

 

—?Piscary? —susurró Ivy como una ni?a olvidada, y luego se desplomó.

 

—?No! —gritó Skimmer. Llorando, gateó hasta Ivy. Se le pusieron las manos rojas mientras intentaba detener la sangre que fluía del cuello de Ivy—. ?Dios, por favor, no!

 

De repente la puerta se abrió. El ruido del taladro que habían utilizado para abriría puerta se desvaneció en cuanto la gente entró a toda prisa. Dos personas fueron hacia Skimmer. Ella quiso resistirse, pero sus movimientos eran ciegos y fáciles de contener. Tres más se agacharon junto a Ivy y oí el canto rítmico mientras empezaban con la reanimación cardiopulmonar. Dios mío. Estaba muerta. Ivy estaba muerta.

 

Repté bajo la mesa, olvidada mientras algunos pies se apresuraban a sacar a Trent de su esquina y escoltaban al se?or Ray y a la se?ora Sarong a la salida. Cubrieron a Piscary con una sábana. Las dos partes en las que había quedado.

 

Ivy estaba muerta. Kisten estaba muerto. Jenks…

 

—No —susurré mientras caía de repente, con los ojos llenos de lágrimas. Jenks, pensé desesperada y sintiendo un bulto inamovible en la garganta. ?Dónde está Jenks? Piscary lo había golpeado.

 

El dolor iba desapareciendo, pero no el de corazón. Jenks. ?Dónde estaba Jenks? Sentía el cuello frío y no quería tocarlo. Se me escapó el aliento en un sollozo. Oh, Dios, cómo dolía. Desde debajo de la mesa vi unos brillantes zapatos de vestir y tres personas arrodilladas delante de Ivy. Tenía la mano estirada como si buscase la salvación. Como si me buscase a mí. Se estaba muriendo y nada podría evitarlo.

 

Pero Jenks estaba por alguna parte y alguien podría pisarle.

 

Gateé hasta el fondo de la habitación en su busca. El foco estaba en el suelo, olvidado, en una caja abierta entre el nudo de papel de regalo negro. Lo quité de en medio y encontré un brillo dorado junto a mi bolso.

 

Sentí que se me paraba el corazón. Solo sentía dolor. Eso es lo que era.

 

—Jenks —dije con voz ronca. Por favor, no, pensé, y las lágrimas me cegaron cuando me puse de cuclillas sobre él. Mis manos, pegajosas de la sangre, me temblaron al cogerle. No se movía, tenía la cara blanca y una de sus alas doblada—. Jenks —sollocé temblando mientras sostenía su ligero peso en la mano. Jenks estaba muerto. Kisten estaba muerto. Ivy se estaba muriendo. Mi posible protector había intentado matarme, pero lo habían matado a él. No tenía nada. No me quedaba absolutamente nada. No había más elecciones, más opciones, no había más formas inteligentes de salir de una situación difícil. Y la emoción, me di cuenta al abordarme una ola brutal de desesperación, es un falso dios que llevo persiguiendo toda mi vida. Que me cuesta todo en la búsqueda ciega de sensaciones. Toda mi vida se resumía en nada. Corría de una emoción a la siguiente sin preocuparme de lo que era realmente importante.