Por unos demonios más

Piscary sonrió y mostró un trozo de un colmillo. Estaba disfrutando demasiado de mi desesperación para no ser cierto.

 

—?Crees que no sé cuándo uno de los míos pasa a una existencia de no muerto? —dijo—. Le sentí morir y luego le sentí morir de nuevo. —Su rostro mostraba un placer retorcido; se inclinó hacia mí y me susurró en voz alta—. Para él fue un gran golpe. No se lo esperaba. Y yo me bebí a lengüetadas su desesperación y su fracaso con gran regocijo. Toda su vida valió la pena solo por ese momento… ese momento único y exquisito de perfección defectuosa. Una pena que su linaje de vivo terminase con él, pero siempre tuvo mucho cuidado con eso. Era como si no quisiese que lo siguiese nadie…

 

Me invadió el vértigo y me aferré al borde de la mesa. Esto no puede estar ocurriendo.

 

—?Quién ha sido? —dije en tono áspero, y Piscary sonrió como un dios salvaje y benevolente—. ?Quién lo ha matado?

 

—Qué patético —dijo él, y luego ladeó la cabeza—. ?O de verdad no te acuerdas? —dijo con especulación, dejando caer su pa?uelo ensangrentado y mirándome intencionadamente.

 

Yo intenté hablar pero no me salían las palabras. Me había quedado aletargada y horrorizada porque pudiese estar diciendo la verdad. No era capaz de pensar. Sentía palpitar el brazo bajo mis dedos y, cuando se acercó más a mí, no hice nada, estaba demasiado temblorosa como para responder.

 

—Tú estabas allí —dijo distante, estirando el brazo para agarrarme la mandíbula e inclinar la cabeza para que me diese la luz en los ojos—. Tú lo viste. Puedo oler la muerte final de Kisten por todo tu cuerpo. Despides ese olor. Sale de tu piel como si fuese perfume.

 

Yo estaba durmiendo en la iglesia, pensé negándome a aceptarlo, y luego sentí que mi mundo cambiaba dando un giro nauseabundo a medida que iba recordando cosas. Me había despertado dolorida y con heridas. Tenía un corte en el labio. La cocina olía a velas y a lilas… los materiales para una poción de olvido. Tenía el maldito pie tan hinchado que ni siquiera me podía poner las botas.

 

?Que había visto? ?Qué había hecho?

 

Caminé hacia atrás a trompicones y Piscary dio un paso más hacia mí. ? No me creía todo aquello! ?Para qué le había dado el foco? Kisten estaba muerto. Me cayeron las lágrimas. Oh, Dios mío. Kisten está muerto. Y yo estoy aquí.

 

Piscary intentó agarrarme y yo levanté la mano para bloquearle, pero él me agarró por la mu?eca. Sentí un miedo intenso y me quedé helada. La sala parecía fluctuar a medida que sus ocupantes contenían el aliento y Piscary respiró profundamente, oliéndome. Deleitándose con mi miedo.

 

—Eres más fuerte de lo que Ivy insinuó —dijo suavemente, de un modo casi introspectivo—. Ahora entiendo por qué está obsesionada contigo. Quizá me podrías servir para algo si eres capaz de salir ilesa de una sala en la que un vampiro no muerto encuentra su fin y otro escapa por los pelos para ver otra noche.

 

Yo intenté apartarme de él y dirigí mi mirada frenética a Edden. Sentí que me subía la tensión por la espalda al retroceder. ?Había habido otro? No lo recordaba, pero tenía que creerle. ?Qué me he hecho a mí misma? ?Por qué?

 

—O quizá… seas demasiado peligrosa para permitirte que andes suelta por ahí. Quizá haya llegado la hora de acabar contigo.

 

Desorientada, no hice nada cuando Piscary me puso una de sus manos doradas alrededor del cuello.

 

—?No! —grité, pero era demasiado tarde. Mi palabra escapó con un gorgoteo. Me invadió la adrenalina y luché mientras Piscary le daba un manotazo a Jenks con indiferencia. El pixie salió volando por la habitación, chocó contra la pared y cayó al suelo.

 

Dios mío. Jenks…

 

—?Tengo el foco! —chillé rozando el suelo con los dedos de los pies cuando me levantó—. ?Dijiste que me dejarías en paz!

 

Piscary me acercó más a él.

 

—Me metiste entre rejas —dijo él. El aliento le olía a sangre y a ámbar quemado—. Dije que te mantendría con vida, pero te debo mucho dolor. Vas a desear estar muerta. —Levantó una mano de advertencia cuando Quen hizo ademán de moverse, y el elfo se detuvo. Sentí pavor. ?Esto no es posible!

 

—?Te he salvado la vida! —grité cuando aflojó un poco los dedos para oírme suplicar—. Podría haber dejado que Al te matase.

 

—Un error por tu parte. —Me sonrió con sus ojos negros rebosantes de pecado—. Di adiós, Rachel. Es hora de que empieces tu nueva vida.

 

—?No! —chillé, y entonces invoqué una línea. Tiré de ella deseando que la energía fluyese, pero era demasiado tarde. Piscary me apretó contra su pecho y me clavó los colmillos como si fuera un animal.