Por unos demonios más

Mi grito de terror llenó mis propios oídos. Me latía el corazón como si estuviese intentando encontrar un lugar por donde salir del pecho, pero no tenía fuerza en los músculos. Sentía dolor, pero no me podía mover. Era una agonía. Oía mi aliento sofocado que impulsaba la sangre al interior de la boca de Piscary aún más rápido.

 

Una sombra oscura se aproximó como una corriente rápida, y Piscary le dio un pu?etazo a Quen sin soltarme ni apartarse de mí. Oí un golpe seco y un gru?ido de dolor.

 

Mátanos de una vez, pensé, deseando que Quen nos hiciese explotar a ambos y nos mandase al infierno con una bola de siempre jamás. ?Cómo podía acabar aquello así? Se suponía que sería de otra manera. ?No podía acabar así!

 

—?Piscary! —suplicó Ivy, y mi corazón dio un vuelco al sentir la emoción que contenía su voz—. ?Suéltala! —gritó, y vi su esbelta mano agarrarle el hombro con feroz intensidad—. Lo prometiste. Prometiste que si volvía a ti la dejarías en paz.

 

Gemí cuando se apartó de mí arrancándome las lágrimas. No podía… ?no podía moverme!

 

—Ya es demasiado tarde —dijo Piscary sin soltarme, y yo no me resistía—. Era necesario.

 

—Dijiste que no le harías da?o. —La voz de Ivy era rotunda y tan gris como la niebla matutina.

 

Piscary me mantenía erguida, apretándome a él con una mano.

 

—Has sido descuidada —dijo llanamente—. Esta es la última vez que voy a buscarte. Deberías haberla unido a ti cuando te lo dije. Tengo que matarla en justicia. Hay que sacrificar a los animales impredecibles.

 

—Rachel nunca me haría da?o —susurró Ivy, y yo intenté hablar; se me rompía el corazón. Tomé aliento y noté como iba perdiendo la vista. Me estaba yendo. No podía detenerlo.

 

—No, Ivy, ni?a. —El rostro de Piscary se había suavizado con aire de preocupación cuando se inclinó sobre mí y tocó la cara de Ivy con falso amor dejándole sangre mía en el mentón. Podía oír a Skimmer llorando en la esquina, sumándose a la farsa—. Eso es su aliciente y su perdición. Voy a matarla por ti. Si no lo hago, solo la utilizaré para torturarte, y ya te he torturado bastante. Es mi regalo para ti, Ivy. No sentirá nada. Te lo prometo.

 

Ivy lo miró fijamente con un rostro aterrorizado cuando Piscary volvió a acercarse a mí haciendo un ruidito de placer cuando me lamió la sangre que me caía del cuello, regodeándose. Ella permanecía a su lado, luchando para superar toda una vida de condicionamiento. Se le llenaron los ojos de lágrimas, que acabaron por derramarse. Se me nubló la vista y ella volvió a tocarle el hombro suavemente a Piscary.

 

—Para —dijo antes de que me volviese a clavar los dientes, pero fue un susurro—. ?Para! —dijo más alto, y vi una ligera esperanza. Piscary dudó y me apretó con más fuerza—. ?He dicho que no! —gritó Ivy—. ?No dejaré que la mates!

 

Retrocedió un paso y levantó el pie para dar una patada circular con la que intentaba golpear a Piscary en la cabeza.

 

Pero no le dio. Piscary silbó y me dejó caer al suelo entre sus pies. Yo tomé aire como pude y me llevé las manos al cuello. Estaba mareada, débil. Me había mordido. Pero ?con qué gravedad?

 

—Ivy, hija —dijo el vampiro no muerto.

 

—No —dijo Ivy. Su voz temblorosa sonaba decidida, pero incluso yo podía oler su miedo.

 

—?No? —dijo suavemente Piscary, y yo intenté apartarme, salir de entre los dos—. No eres lo suficientemente fuerte como para vencerme.

 

El corazón me martilleaba en el pecho y conseguí llegar a la pared, luchando con mis dedos débiles por girarme para sentarme con la espalda apoyada en ella. El cuerpo de Lee había desaparecido de debajo del espejo y vi que Trent lo había arrastrado hacia la puerta y lo había cubierto con la chaqueta del esmoquin a modo de manta. ?Lee está vivo?

 

En el espacio situado entre la mesa y el espejo, Ivy se puso en posición de lucha.

 

—Entonces moriré en el intento y te mataré yo misma. Es mi amiga. No dejaré que le hagas da?o.

 

Una sonrisa de satisfacción ba?ó de repente el rostro del vampiro más viejo.

 

—Ivy —dijo canturreando—, mi dulce Ivy. Por fin me desafías. Ven aquí, pececito. Ya es hora de que dejes a los débiles y nades como el depredador que eres.

 

No, pensé horrorizada al ver que todo, el terror, el dolor, la agonía… que todo aquello había sido para manipular a Ivy y conseguir que se enfrentase a él, completando así su visión de encontrar un igual en ella.

 

—No te puedes ni imaginar lo que te va a doler —le advirtió Piscary con los brazos abiertos para abrazarla mientras ella retrocedía con la cara pálida—. Tu última gota de sangre me sabrá tan dulce como la miel.

 

Edden, que volvía a estar consciente, vino hacia mí y yo lo aparté como pude mientras intentaba echarle un vistazo a mi cuello.

 

—Dispárale —dije jadeando, y casi vomito cuando levanté la mano y noté que mi cuello estaba rasgado—. Va a matarla —susurré, pero a Edden no parecía importarle. Ivy había desafiado a Piscary. Iba a matarla para que ambos pudiesen vivir una existencia de no muertos juntos—. ?Ivy, no! —dije más alto, ya que Edden no me estaba escuchando—. Tú no quieres… esto.

 

Piscary levantó una ceja.