Por unos demonios más

—Solo tú, y puedes esposarlo a una silla si quieres —repliqué.

 

Trent frunció el ce?o aún más hasta arrugar la frente. Todos nos tuvimos que pegara la pared para dejar pasar a tres agentes de aspecto apurado que transportaban cajas con sobres y papeles azules. Al parecer la sala estaba recogida y yo empecé a ponerme nerviosa otra vez.

 

—De acuerdo —dijo Edden con acritud—. Se?or Kalamack, ?le importaría acompa?arme? Parece que la se?orita Morgan quiere tener una reunión municipal. Retomaremos su proceso en cuanto nos sea posible para que pueda reunir su fianza.

 

?Fianza!, pensé. Ni se me había pasado por la cabeza que se la ofreciesen.

 

Trent vio mi expresión de sorpresa y se permitió hacer una mueca de suficiencia.

 

—Gracias, capitán. Se lo agradecería.

 

Jenks entró volando en el pasillo y se quedó suspendido junto a la puerta.

 

—De acuerdo, Rachel. Son todos tuyos.

 

Míos, pensé mientras intentaba tranquilizarme y seguía a Edden y a Trent. Pero ?por los zapatitos rojos de Campanilla!, ?qué se suponía que iba a hacer con ellos ahora que los tenía a todos reunidos?

 

 

 

 

 

35.

 

 

Edden escoltó a Trent a la habitación por delante de mí. Yo vacilé en el vestíbulo y me enderecé el cuello de encaje del vestido, me metí detrás de la oreja un mechón de pelo, me colgué al hombro el bolso, apreté más fuerte el regalo y deseé poder ir corriendo al ba?o.

 

—Tienda de hechizos —dijo Jenks para picarme desde mi hombro, y yo hice un ruido desagradable. Los presentes mostraron una leve conmoción al ver aparecer a Trent. Aquello no se iba a poner más fácil. Consciente de que Ivy estaría allí, enderecé los hombros y entré.

 

Revisé la sala y vi de dónde venía el nombre de Camelot. Había una mesa redonda con su semicírculo de sillas para asistentes que ocupaba el lado derecho de la habitación grande y rectangular. Entre ella y la luna de efecto espejo, a mi izquierda, había un espacio amplio que me dio la impresión de ser un escenario. Al fondo a la derecha había una barra manchada de café con un fregadero, cubierta con cosas que cualquiera podría utilizar para hacer una presentación: pinzas para papeles estropeadas, tapas de informes rayadas, perforadoras de papel de tres agujeros y una guillotina gigante que parecía que podía cortar le?a para una hoguera de campamento.

 

Piscary e Ivy estaban sentados al fondo, cerca de la barra, y la esbelta Skimmer estaba de pie sumisamente detrás de ellos con su traje de oficina completamente negro. Me invadió un poco de nerviosismo que luego se convirtió en desprecio por mí misma. Iba a comprar protección del mismo hombre que había abusado de Ivy y que había regalado la muerte de Kisten a alguien como obsequio de agradecimiento. Pero ?qué otra opción tenía? Alguien poderoso tenía que guardar el foco. No importaba si me gustaba o no, si podía mantenernos a Kisten y a mí vivos y evitar una lucha de poder a nivel mundial en el inframundo.

 

Los dos lobos estaban sentados cerca de la mitad de la mesa, frente a la puerta. Al verme entrar, la se?ora Sarong tiró del se?or Ray para devolverlo a su silla antes de que hiciese alguna tontería. Trent estaba sentado junto a la puerta, con Edden revoloteando sobre él. El elfo no estaba esposado. Frente a ellos estaba Quen de pie con los brazos cruzados sobre el pecho. Estaba estupendo con su esmoquin-uniforme.

 

Entonces me fijé en Al. Era la viva imagen de la elegancia con aquel esmoquin negro, de pie dándome la espalda ante el falso espejo. El demonio respiraba fuerte sobre el espejo para empa?arlo y utilizaba un dedo enguantado para escribir símbolos de líneas luminosas incomprensibles para mí. No quería ni imaginarme el miedo que estarían sintiendo los hombres y las mujeres que estaban al otro lado del cristal.

 

Al se giró y me miró por encima de sus gafas de sol redondas.

 

—Rachel Mariana Morgan —dijo arrastrando las palabras. Su acento demostraba que, a pesar de parecerse a Lee, era Algaliarept—. Verte esposar a Trent ha sido extremadamente entretenido. ?Cuál será tu próximo truco?

 

Echando fuego por los ojos junto a la se?ora Sarong, el se?or Ray gru?ó:

 

—?Sacarse un conejo en llamas del culo, quizá?

 

Quen esbozó una sonrisa y yo me adelanté, haciendo ruido con las botas y el vestido. Jenks se fue de mi hombro a las luces del techo con un ligero zumbido. Solo Quen y Al vieron como se iba, ya que el resto no tenía ni idea de qué nivel de amenaza significaba él allí arriba. Me sentía estúpida con aquel vestido, pero todo el mundo estaba demasiado elegante. Intenté llamar la atención de Ivy al ponerme junto a la mesa a poca distancia, con Trent entre Al y yo. Pero no levantó la mirada. Miraba fijamente a la nada con un rostro pacífico e inexpresivo. Skimmer dejó ver su odio y yo ignoré a la hermosa y sofisticada vampiresa rubia.