—No —dijo Edden. Era evidente que sabía por qué me había parado. Luego se puso contra una pared cuando los lobos, Al, Quen y Piscary nos adelantaron en un silencio expectante. Los tacones de la se?ora Sarong repicaban con elegancia y Al me miró sonriendo por encima de las gafas de sol. Quen iba en silencio, con los hombros en tensión debajo de la carísima tela de su esmoquin. Jenks iba con ellos y le hice un gesto con la cabeza mientras se iba a trabajar como si fuese mis oídos.
Skimmer e Ivy iban con Piscary y se me encogió el corazón al ver que Ivy ni se inmutó cuando intenté mirarla a los ojos. Parecía pálida y vacía, su cara perfecta seguía inexpresiva y hermosa y ella estaba preciosa con su sofisticado vestido gris. Me dolía verla así y el recuerdo de su voz resonó en mi cabeza, el sonido roto de cuando me había rogado que la apartase del sol después de que Piscary hubiese violado su cuerpo y su sangre y pensaba que estaba muerta. Me retiré y me contuve para no sacudirla con el fin de que reaccionase. Piscary sonrió con satisfacción al ver mi dolor y le puso la mano en la nuca mientras la guiaba.
Esperé hasta que giraron la esquina. ?Cómo no iba a hacer nada? ?Cómo podía quedarme allí y verla marcharse sin hacer nada? Era mi amiga. Joder, era más que eso. Y con ese pensamiento, sentí como se me enfriaba la cara.
Kisten e Ivy me ofrecieron la misma oportunidad de encontrar el éxtasis con la sangre. La oferta de Kisten venía envuelta de una manera con la que mi educación no tendría problemas en lidiar, y aun así le había dicho que no. Una y otra vez. Mientras tanto, corría hacia un desastre intentando luchar contra mis ideas preconcebidas de mí misma y el riesgo de muerte para encontrar lo mismo con Ivy. ?Por qué?
Cerré los ojos para excluir al mundo mientras le daba vueltas a aquello. Quería algo duradero con Ivy. Sí, esa primavera me había enfrentado a la idea de que probablemente me había mudado a la iglesia deseando inconscientemente que me mordiese. Es verdad que la había rechazado unas cuantas veces antes por miedo, pero no podía permitirme volver a hacerlo si el incidente de la furgoneta de esta primavera era una se?al. No me disculpé por querer intentar establecer un equilibrio de sangre con ella. Pero solo ahora me daba cuenta de lo que eso significaba. Estaba hablando de un compromiso de por vida. Que no implicase sexo no lo convertía en menos importante o duradero.
—De ninguna manera, Rachel —dijo Edden, y yo lo miré con pánico hasta que me di cuenta de que estaba hablando de Trent, no de la posibilidad de que Ivy y yo estuviésemos juntas. Unidas por sangre y por amistad. Pero que aquello no sustituyese necesariamente a una relación secundaria y más tradicional con un hombre (?con Kist?) no hacía más que aumentar el factor miedo.
Edden inclinó la cabeza, confuso al ver mi cara de susto, y yo bajé la mirada. Estaba mareada. Mierda, ?por qué siempre escogía los mejores momentos para darle vueltas a la cabeza?
—Necesito que venga Trent —dije, apretando el foco contra mi estómago—. Si no me ve darle esta cosa a Piscary no me beneficiará en nada.
Edden torció la cara haciendo que le sobresaliese el bigote.
—Quen se lo puede decir.
Entonces se abrió la puerta de la sala de interrogatorios interrumpiendo nuestra discusión. El agente de la AFI se paró, pero era demasiado tarde, Trent lo había seguido hacia la puerta acompa?ado por un segundo hombre de traje. Su abogado, probablemente.
Trent no parecía él, aunque no había cambiado nada significativo. Seguía vestido con sus galas nupciales y seguía caminando con gracia; pero había una cautela espeluznante que ya había visto antes. De repente, me miró con la intensidad habitual, pero había algo nuevo en su odio gélido. Inquietantemente controlado, se puso recto y ocultó la fatiga que le provocaban sus esfuerzos por mentir para librarse de sus atroces crímenes.
—Trent tiene que estar allí —espeté, intentando enredar más las cosas—. Es un miembro del consejo hasta que lo declaren culpable y tiene que estar presente. Esto tiene que ver con la seguridad de la ciudad. ?Quieres esperar a que aparezca alguien más? Eres bastante bueno si crees que puedes poner a un se?or de los vampiros en una sala con dos lobos alfa, un demonio y… lo que sea Quen —dije al recodar que tenía que mantener en secreto su herencia élfica.
—Rachel… —me advirtió Edden, pero le había dado a Trent lo que necesitaba.
—Si hay un problema de seguridad ciudadana tengo derecho a estar presente —dijo, recuperando un mínimo de su habitual presencia almidonada. Trent no sabía lo que iba a hacer pero estaba claro que intentaba incluirlo y, a pesar de que probablemente quería liquidarme por haberlo arrestado, seguiría adelante. Cada cosa a su tiempo.
El agente y el hombre del traje que lo flanqueaban hablaron entre susurros y, cuando el tío de la AFI se encogió de hombros, Edden suspiró.
—Maldita sea, Rachel —murmuró, apretándome el hombro—. Yo no hago las cosas así.
Cansada, no dije nada mientras esperaba su decisión. Me puse a pensar en Ivy y luego en Kist.
El rechoncho exmilitar se frotó la barbilla con la mano y adoptó una postura más firme.
—Estaré ahí dentro con otros dos hombres.