Por unos demonios más

—Yo te cubro, Rache —dijo agitando las alas con nerviosismo y volando de espaldas sin dejar de apuntar a Quen—. Vámonos.

 

Con el bolso al hombro y el foco debajo de un brazo, guie a Trent hasta bajar las escaleras, agarrándolo por el codo para que no tropezase y me denunciase por dureza innecesaria. Tan tan ta-raaao. Ya tengo al cabrón, resonaba en mi cabeza mientras tarareaba mentalmente mi versión de la marcha nupcial. Alguien sacó una foto con el teléfono y yo sonreí, imaginándome los titulares de esa noche. Oí sirenas de fondo y esperé que fuese la AFI que venía a abrirme paso en la calle, y no la SI para arrestarme. En realidad no tenía la orden, pero mi contacto sí.

 

Olvidada junto al altar, Ellasbeth hizo un ruido de ira frustrada.

 

—?Trent! —gritó, y casi sentí pena por la mujer—. Esto es indignante. ?Cómo puedes dejar que te haga esto? ?Pensé que eras el due?o de esta ciudad!

 

Trent dio media vuelta y yo lo estabilicé en los escalones poniéndole una mano en el hombro.

 

—Pero no de la se?orita Morgan, querida. Necesito unas horas para solucionar esto. Me reuniré contigo en la recepción.

 

Dios, esperaba que no.

 

Al pasar junto a Piscary reduje el paso.

 

—?Podrías reunirte conmigo en la AFI? —dije, casi sin aliento y con el pulso disparado—. Tengo algo para ti.

 

El vampiro no muerto besó el reverso de la mu?eca de Ivy, haciendo que se estremeciese.

 

—Eres completamente inhumana, Rachel. Casi tan fría como osadamente despreciable. Es una parte tuya que es… deliciosamente inesperada. Me interesa mucho lo que tienes que decirme.

 

Sin saber cómo tomarme aquello, asentí y empujé a Trent para que volviese a caminar. Al parecer, estaba indignado al pensar que le iba a dar el foco al vampiro. Joder, Piscary ?aseguraba? cuatro quintas partes de la ciudad y la empresa de David se ocupaba del resto. No era difícil pensar que yo quería entrar a formar parte de la lista. Al ver que Trent lo había comprendido, sonreí. Cabrón.

 

—?Trent! —chilló Ellasbeth—. Si sales de esta iglesia, me voy. ?Me subo al avión y me voy a casa! Acepté casarme contigo, no este… este circo que tú llamas vida.

 

—No tengo mucha elección… querida —dijo él por encima del hombro—. ?Por qué no dejas de hacerte la histérica y atiendes a nuestros invitados? Esto es un fallo técnico menor.

 

—??Un fallo técnico menor!? —Yo iba caminando de lado y casi me pierdo cuando le tiró el ramo al sacerdote gritando—. ?Quen! ?Haz algo! ?Para eso te pagan!

 

Yo levanté las cejas. Casi había llegado a la puerta y nadie había intentado detenerme. La conmoción era una herramienta maravillosa si se usaba correctamente.

 

Quen levantó la mirada de su teléfono.

 

—Ya lo hago, se?orita Withon. Ya he confirmado que Morgan está actuando bajo el amparo de la ley y estoy llamando al abogado litigante de Trenton.

 

Al se estaba riendo y le caían las lágrimas por la cara. Tenía una mano apoyada en el altar para mantener el equilibrio y las flores que había en él se estaban volviendo negras. Al estar en el cuerpo de Lee podía tocarlo con total impunidad, pero seguía siendo un demonio y estaba claro que su presencia se hacía notar.

 

Cuando llegamos al camino de entrada, Trent se dio cuenta de que lo estaba arrestando de verdad.

 

—Esto es ridículo, Rachel —dijo mientras yo abría la puerta de una patada. La luz de la luna se filtraba a través de la niebla iluminando los escalones de cemento—. Es el día de mi boda. Te has pasado tres pueblos.

 

—Arrestarte es hacer justicia —dije entrecerrando los ojos a causa de los flashes de las luces de la AFI—. Matar a Brett sí que fue pasarse tres pueblos. él no sabía nada. Lo único que quería era alguien a quien poder recurrir.

 

Empujé a Trent por la puerta antes de que la pesada madera se cerrase y luego inspiré profundamente el aire fresco y húmedo de la noche que olía a basura y a humo, y me sentí aliviada al ver los todoterrenos de la AFI. Había agentes por todas partes asegurando el área para que nadie me pudiese seguir al exterior.

 

—?Eh! ?Hola! —grité mientras agitaba la mano. Quería estar segura de que sabían que yo era la buena—. Ya lo tengo. ?Es todo vuestro! Tan solo decidme dónde tengo que meterlo.

 

Me dirigí al todoterreno más cercano empujando a Trent delante de mí.

 

—Créeme, Trent —dije cuando pisamos el asfalto—. Algún día me darás las gracias por esto.

 

—No creía que te importase mi felicidad, se?orita Morgan —dijo mientras un emocionado agente se tocaba la gorra a modo de saludo y le abría la puerta.

 

—No me importa —dije brevemente—. Cuídate. —Le puse una mano en la nuca y sentí un fogonazo de siempre jamás que intentaba fluir hacia él, pero lo controlé justo a tiempo. Agitada por mi falta de control, lo metí en el coche y cerré la puerta. Había mucho ruido y parpadeé al darme cuenta de que el autobús seguía allí. Saludé con la mano y todos me devolvieron el saludo y el conductor hizo sonar la bocina. Satisfecha, me estiré un poco más y me quité el pelo de delante de la cara.

 

Joder, era muy buena haciéndome la mala.