Por unos demonios más

—Rachel… —empezó a decir Glenn.

 

—Nah, no te preocupes —dije con maldad—. Haré esto por el bien público, como siempre ocurre con la AFI. —?Acaso quedaba alguien por saber con quién estaba hablando? Estaba de espaldas a los bancos, pero Jenks me estaba observando.

 

—Llamaré para enviar refuerzos —dijo Glenn, y yo me puse una mano en la frente.

 

—Bien —dije, dándome la vuelta y exhalando—, porque no quiero llevarme al detenido en el autobús. —Oí a Glenn tomar aire para decir algo y, al ver a Trent moverse por el rabillo del ojo, le espeté:

 

—Gracias, Glenn. Eh, si esto no sale bien…

 

—Quieres rosas rojas en tu tumba, ?no?

 

No era eso, pero él tenía que colgar. Colgué el teléfono y, tras dudar, lo volví a dejar donde estaba mientras me daba la vuelta.

 

Trent no estaba nada contento.

 

—Ha sido una inmersión fascinante en su vida, se?orita Morgan. ?También hace fiestas para ni?os?

 

Me entró el nerviosismo, al que siguió rápidamente un subidón de adrenalina que se encendió en mi interior. Era casi tan buena como el sexo. Se me vino a la cabeza Ivy diciéndome que vivía mi vida tomando decisiones que me ponían en situaciones peligrosas solo por sentir el subidón. Era una yonqui de la adrenalina, pero al menos con ello ganaba dinero. Normalmente.

 

Ivy. Me estaba mirando. Un destello de miedo manchaba su profunda inexpresividad.

 

—?Jenks? —dije en voz alta y, cuando se puso a aletear, Quen se puso tenso.

 

Los invitados se quedaron sin aliento cuando me incliné para apartarme el vestido y se vieron las botas que me llegaban hasta la pantorrilla. Rebusqué entre la seda y saqué las esposas.

 

—Trent Kalamack, he sido autorizada bajo jurisdicción temporal de la AFI a arrestarlo como sospechoso del asesinato de Brett Markson.

 

Se escuchó un grito ahogado aún mayor del público.

 

—?Ya es suficiente! —gritó Ellasbeth, y el sacerdote cerró el libro de repente y dio un paso hacia atrás—. Trenton, he soportado ver a esa bruja en mi ba?era. He soportado tu insistencia para que estuviese en mi boda. ?Pero que te arreste para evitar que nos casemos es intolerable!

 

Estaba hecha una furia, y yo aparté a un dócil Trent de sus padrinos de boda. Quen se movió, pero luego dio un salto hacia atrás, y unas alas de libélula pasaron entre nosotros como un rayo. Al se estaba riendo a grandes y resonantes carcajadas, pero a mí no me parecía gracioso. Excepto quizá aquel comentario sobre una bruja en una ba?era.

 

—Rachel… —dijo Trent, pero sus palabras se cortaron y su hermosa cara se empa?ó de indignación al oír el clic de las esposas de metal en sus mu?ecas. Quen intentó aventajar a Jenks y su rostro cicatrizado reflejó furia cuando Jenks lo detuvo apuntándole a un ojo con una flecha.

 

—Ponme a prueba, Quen —dijo el pixie, y la congregación se quedó en silencio.

 

Trent se puso de pie con las manos esposadas por delante.

 

—Eh, eh —dije con tono burlón mientras cogía el bolso y me disponía a salir de allí a toda leche—. Trent, recuérdale a Quen qué pasa cuando se pone en mi camino. Tengo una orden. —?Sí! Me giré hacia Trent y le dije—: Tiene derecho a guardar silencio, aunque dudo que lo haga. Tiene derecho a un abogado, al que supongo que Quen llamará en breve. Si no se puede permitir uno, el infierno se ha congelado y yo soy la princesa de Oz pero, en ese caso, se le asignará uno de oficio. ?Entiende los derechos que lo mejorcito de Cincy me ha escuchado recitarle?

 

Mirándome con aquellos ojos verdes furiosos, asintió. Satisfecha, lo agarré por el hombro y lo llevé hacia los escalones. La mezcla de ira, conmoción y descrédito de Trent dejaron paso simplemente a la ira.

 

—Llama al abogado correspondiente —le dijo a Quen mientras yo lo arrastraba—. Ellasbeth, esto no durará mucho.

 

—Sí, llama a tu abogado —repetí mientras recogía el foco.

 

La risa de Al resonaba en las vigas. Vacilé, esperando a que las ventanas se rompiesen o algo. Reflejaba un deleite malvado y pareció sacar a la gente sentada de su conmoción. Estalló un torbellino de conversaciones que me sobresaltó. El rostro de Ivy permanecía impávido. A su lado, Piscary también estaba perplejo intentando comprender todo aquello. Takata estaba preocupado y el se?or Ray y la se?ora Sarong estaban discutiendo vehementemente.

 

—?Jenks! —grité. No quería recorrer el pasillo sola.

 

Y de repente estaba a mi lado.