Por unos demonios más

—No miró los libros —repitió Kisten, conmocionado—. Se limitó a darme un ultimátum y luego le regaló mi última sangre al vampiro que consiguió el trato con ese demonio para sacarlo de la cárcel. Alguien a quien no le importo. Yo… yo quería que fuese él.

 

Aquello era demasiado enfermizo.

 

—Kisten, ?tenemos que irnos! —exclamé, mirando asustada a los cinco hombretones que caminaban hacia nosotros con paso lento y agitando sus enormes hombros. Uno dudó ante la silla que Kisten había arrojado y le arrancó una pata de metal antes de seguir caminando. No, mierda.

 

Kisten levantó la cabeza al oír el ruido del metal al partirse. Yo me quedé helada. Estaba muerto por dentro. Aunque respiraba y su corazón latía, Kisten estaba muerto, asesinado por una ira y una traición que yo nunca llegaría a comprender. Conocía a Piscary de toda la vida. Había atado su vida a la de él. Había recibido poder y autoridad sobre terceros a través de él. Había encontrado y se deleitaba con el poder de vivir por encima de la ley gracias a él. Y Piscary había roto todas las promesas y lo había dejado tirado en la calle sin sentir pena ni pensárselo dos veces. Desechado. Se lo había regalado a alguien para que disfrutase matándolo. ?Y esta es la persona a la que le quiero comprar protección?

 

—Por favor —susurré, deseando y temiendo al mismo tiempo que Kist me mirase con sus ojos negros. Yo tenía la mano en su hombro y los músculos del brazo se le tensaron al cerrar el pu?o. Vi su determinación antes de que él mismo la expresase.

 

—Necesito hacerle da?o a alguien, Rachel —dijo apartándome la mano de su hombro—. No pares esto hasta que ya no pueda moverme. —Sacó un taco de billar de entre los escombros y lo levantó en el aire.

 

—?Kisten! —le rogué, pero él me empujó hacia atrás. Yo di un paso en falso e intenté mantener el equilibrio, asustada, y Kisten fue al encuentro de los hombres sin mirar atrás. Atacada por el pánico, hice ademán de seguirlo, pero Jenks se puso en mi camino.

 

—Déjalo —dijo con las manos en las caderas y una determinación sombría en su semblante.

 

—?Van a matarlo! —dije mientras se?alaba a los vampiros que avanzaban mientras Kisten se colocaba entre mi coche y yo, pero Jenks sacudió la cabeza.

 

—No, no lo harán —dijo, sin apartar la mirada de los hombres—. él pertenece a otra persona. —Entonces me miró con unos ojos repletos de miedo—. Cuando terminen de darle la paliza, tienes que sacarlo de Cincy antes de que lo encuentre quienquiera que sea.

 

—?Eso es lo que intento hacer! —grité, casi pataleando. Los hombres eran estúpidos y tontos del culo. ?Cómo podía darle ahora el foco a Piscary? Pero entonces se me vino una cosa a la cabeza, dolorosa y dura. Si el foco era tan importante como yo creía, quizá también pudiese comprar la seguridad de Kisten junto con la mía. Tenía que dejar que Ivy encontrase su propia salida, pero Kisten…

 

Me volvió a entrar el pánico y me apoyé en un pie y luego en otro, sintiéndome indefensa al ver acercarse a los hombres a Kisten. Uno de los vampiros se deslizó por encima del capó de mi coche mientras cuatro más seguían avanzando para arrinconarlo contra la basura. Reconocí al que iba delante. Recordé el ángulo de su sonrisa cruel. Era el tío al que Kisten había dado una paliza antes de llevarme a ver a Piscary: Sam.

 

—Jenks… —dije nerviosa. El bolso con la pistola de bolas estaba fuera de mi alcance, en el coche.

 

—Todo irá bien ——dijo él en voz alta, pero no lo creía—. Mantente al margen.

 

—?Jenks? —dije más alto, y luego salté cuando Kisten agarró el taco con la otra mano e intentó golpear a Sam con él. Sam lo bloqueó sin detenerse y, sonriendo para mostrar los colmillos, contratacó con un salto y una patada lateral en el estómago de Kisten.

 

Kisten recibió el golpe y se encogió. Su rostro ya no estaba hermoso cubierto de odio. Nunca había visto tanto rencor en él y caminé hacia atrás con la mano en el pecho formando un pu?o. ?De verdad esperan que me quede aquí sin más y les deje darle una paliza?

 

Casi demasiado rápido para ser vistos, Kisten y Sam intercambiaron golpes mientras el resto de los vampiros los rodeaban. Nadie me estaba prestando atención, pero no podía ir al coche.

 

—?Kisten, detrás de ti! —grité cuando uno de ellos agarró a Kisten cuando este se movió hacia atrás.

 

Ense?ando los dientes, Kisten agarró por el brazo al segundo vampiro. Tiró ligeramente de él, se lo retorció con fuerza y el vampiro emitió un grito de dolor.

 

Kisten se humedeció los labios antes de golpear al vampiro en el cuello con el extremo del taco de billar. Con sus ojos negros llenos de determinación, gru?ó, tiró al suelo al vampiro y lo golpeó mientras se retorcía de dolor e intentaba respirar.