—Llama a la se?orita Morgan si necesitas hablar conmigo. No me busques, utiliza el teléfono. ?Entendido?
—Sí, papáaaa. —Esta vez lo dijo con desesperación y yo sonreí, aunque por dentro me estaba muriendo. Jahn estaba asumiendo más responsabilidades para ocupar el lugar de su padre en los próximos a?os. La vida de los pixies es un asco.
—Jenks —dije mientras apoyaba el tarro de salsa en la cadera—> es mediodía. Si prefieres no venir esta vez no pasa nada. Sé que duermes la siesta a estas horas del día.
—Estoy bien, Rachel —dijo enigmáticamente—. Vámonos.
Insistir solo conseguiría cabrearlo más, así que nos fuimos. Mis botas de vampiresa resonaban en el suelo de madera del santuario y, tras dejar el frasco sobre la mesa que había junto a la puerta, rebusqué en el bolso las gafas de sol. Me las puse con una sola mano y abrí la puerta.
—He conseguido esa salsa que querías, Glenn —dije, y luego levanté la mirada. Ya me estaba cansando de encontrarme a personas que no esperaba en mi pórtico. Quizá debería pasarme una tarde taladro en mano y poner una de esas mirillas. ?Cuánto podrían costar?
—Eh, David. ?Qué pasa? —le dije, y lo hice pasar. No llevaba su traje habitual, sino una camisa de antelina de color gris claro metida por dentro de un par de vaqueros. Tenía la cara totalmente afeitada y un leve rasgu?o en la mejilla y en el cuello. Detrás de él, en el bordillo, estaba su coche deportivo gris en punto muerto.
—Rachel. —Su mirada rápida se deslizó hacia Jenks—. Jenks —a?adió. El hombre lobo normalmente tranquilo dio un paso atrás, tomó aire y echó la mano para estirarse la chaqueta que no llevaba. Tenía el pu?o cerrado como si estuviese agarrando el asa de su maletín. Mi preocupación se intensificó.
—?Qué? —dije, esperándome lo peor.
David miró hacia atrás, hacia su coche.
—Necesito tu ayuda. Serena, mi novia, necesita un analgésico fuerte. —Mis ojos estaban entrecerrados cuando se encontraron con los suyos—. Te habría llamado por teléfono pero creo que la AFI me ha pinchado el teléfono. Se ha convertido en mujer lobo, Rachel. Dios mío, se ha convertido.
—Madre mía —dijo Jenks.
Tensa de repente, me quité las gafas de sol y dejé el tomate junto a la salsa.
—No habrá luna llena hasta el lunes, que es cuando las otras se convirtieron.
David sacudía la cabeza arriba y abajo y se movía con nerviosismo.
—Le conté lo de las mujeres de la morgue. Le dije que lo sentía y que probablemente no podría evitar convertirse en mujer lobo el próximo lunes a menos que aprendiese a controlarlo antes de ese día. —Con sus ojos marrones rogando perdón, a?adió—: Así que la ayudé, o lo intenté. No está hecha para esto —dijo con la voz quebrada—. Los hombres lobo procedían de los humanos, pero hemos evolucionado por nuestro lado desde hace mucho tiempo. Se supone que no debería dolerle tanto. Tiene demasiado dolor. ?Tienes algún hechizo? ?Una poción? ?Algo?
últimamente había empezado a llevar amuletos contra el dolor en el bolso igual que alguna gente lleva caramelos de menta para el aliento.
—Llevo tres encima ahora mismo —dije estirando la mano hacia atrás para cerrar la puerta—. Vamos.
David bajó los escalones de dos en dos. Jenks batía las alas a toda velocidad y yo iba detrás de él. Me subí al asiento del acompa?ante mientras David cerraba la puerta. Pensé que una maldición que convertía a los humanos en hombres lobo pero con dolor era una estupidez, pero el foco permitía a los alfas unirse en manada para eliminar el dolor de la transformación, así que quizá tuviese algún sentido.
—Eh —protesté cuando el coche empezó a moverse antes de que yo cerrase la puerta. David me ignoró y salió a la carretera mientras yo me ponía el cinturón de seguridad. Tuve que buscar donde agarrarme cuando giró en una esquina demasiado rápido. Los hombres lobo tenían unos reflejos excelentes, pero eso era forzar las cosas.
—David, levanta el pie del acelerador.
—La he drogado con acónito. No puedo permitir que se despierte y no me encuentre allí. El dolor la está matando. No creo que vaya a parar hasta que se convierta. Esto ha sido un error. Dios, ?qué he hecho?
Toqué con los dedos la silueta del foco en su bolsa con borde de plomo. No creía que el artefacto fuese a ayudar. La mitigación del dolor tenía lugar cuando las manadas de hombres lobo se combinaban formando un círculo. El foco solo les permitía hacerlo de manera más eficiente.
—?David, ve más despacio! —repetí cuando salió a una carretera de un solo sentido conduciendo como si estuviese en las quinientas millas de Indianápolis. Jenks iba agarrado al pie del espejo retrovisor. Parecía un poco mareado—. La SI me está vigilando —a?adí—. Normalmente tienen un todoterreno aparcado a la derecha de la iglesia.