—No quería conocerte de esta manera.
—Apuesto a que no —dijo Ceri. La expresión moderna y el sarcasmo con que la había dicho, me impactaron. Orgulloso y calmado con su traje hecho a medida, Trent se?aló con el dedo su regalo y se acercó, escondiendo su tensión bajo una calma practicada que había aprendido en la sala de juntas. No pude evitar sentirme impresionada por verlo tan decidido a intentar sacar algo de todo esto.
—Te he traído un regalo —dijo, extendiendo la caja envuelta—. Una muestra de mi gratitud por tu muestra celular.
Jenks aterrizó sobre mi hombro.
—Este tío tiene las pelotas cuadradas —murmuró, y los bordes de las orejas de Ceri se pusieron rojos. Ella no lo aceptó y, finalmente, Trent lo dejó sobre el piano.
Ignorándolo, Ceri se giró hacia Quen.
—Al principio dudaste en atacar a Rache. ?Por qué?
Quen parpadeó. Era evidente que no se esperaba aquello.
—Las habilidades defensivas más fuertes de Rachel están en su capacidad física, no en su magia —dijo. Su voz grave se mezcló hermosamente con los tonos suaves y perfectos de Ceri—. Yo soy hábil en ambas y no sería honroso vencerla utilizando algo contra lo que no se puede defender cuando puedo afirmar mi superioridad con algo en lo que tenga alguna posibilidad de estar a mi altura.
Oí desde mi hombro el comentario en voz alta de Jenks:
—Me cago hasta en mis margaritas. Sabía que había algo que me gustaba de aquel cretino.
—?Eso es importante para ti? —preguntó Ceri con aire regio, ignorando el comentario de Jenks.
Quen bajó la cabeza, pero sus ojos no mostraron arrepentimiento bajo su oscuro flequillo. Trent cambió de posición los pies. Yo sabía que era una treta para llamar la atención de Ceri, pero ella le sonrió a Quen.
—Quedamos muy pocos —dijo ella, y luego tomó aire como si se estuviese preparando para una tarea difícil.
En el exterior, los pixies estaban pegados al cristal y me puse nerviosa cuando Ceri volvió a fijar su atención en Trent. Al verlos juntos me impresionó lo mucho que se parecían. Tenían el pelo igual de fino, rubio casi transparente, y ambos tenían los mismos rasgos delicados, aunque firmes al mismo tiempo. Delgados pero fuertes. Fuertes, pero sin sacrificar la belleza.
—Te llevo observando un rato —dijo Ceri suavemente—. Eres muy confuso. Estás muy confuso. No has olvidado nada, pero no sabes cómo utilizarlo.
La expresión de Trent casi ocultó su ira. Casi.
—Mal Sa'han…
El aliento de Ceri produjo un siseo y retrocedió un paso, haciendo que su vestido se moviese y mostrase sus pies descalzos.
—No lo hagas —dijo ella con su rostro delicado como una rosa—. De ti no.
Quen se crispó al verla llevarse la mano a la cintura y ella lo congeló con la mirada mientras se sacaba de la cinturilla un bastoncillo metido en un paquete de plástico abierto. Lo reconocí, pues era uno de los míos—. He venido a darte esto —dijo, ofreciéndoselo a Trent—. Pero ya que tengo tu atención…
Las alas de Jenks lanzaban chorros de aire frío a mi cuello y la tensión aumentaba. Ceri invocó una línea y su pelo se movió con una brisa que solo la tocaba a ella. Me pareció sentir un regustillo metálico en la lengua. Con la cara helada, miré el santuario como si esperase que se apareciese un demonio, pero luego miré de nuevo a Ceri y palidecí.
—Ay, la leche… —dijo Jenks dejando las alas totalmente inmóviles.
Ceri se había quedado letalmente quieta y estaba reuniendo empe?o y poder a su alrededor como para complementar su aura da?ada. Su innegable belleza era como la de un hada: salvaje, pálida, con el rostro vacío, duro e inquebrantable. Quen no se movió cuando ella se acercó a Trent lo suficiente como para que sus cabellos se mezclasen. Tanto que ella podría inspirar su aura al respirar.
—Estoy negra —dijo ella, y de repente sentí un escalofrío—. Estoy sucia de mil a?os de maldiciones demoníacas. No me cabrees o acabaré contigo y te derribaré. Rachel es lo único limpio que tengo y no la mancillarás más con tus grandes ideas. ?Entendido?
Trent parecía conmocionado, pero luego adoptó una expresión dura que me recordó quién era y de qué era capaz.
—No eres quien yo creía —dijo él, y Ceri esbozó una cruel sonrisa desde la comisura de los labios.
—Soy tu peor pesadilla a este lado de las líneas. Soy un elfo, Trent, algo de lo que te has olvidado y como lo que no sabes actuar ya. Te da miedo la magia negra. Puedo ver el miedo brillando bajo tu aura como si fuese sudor. Yo respiro y vivo de magia negra. Estoy tan manchada con ella que la usaré sin pensar, sin sentirme culpable y sin dudarlo.
Dio un paso hacia él y Trent retrocedió.
—Deja en paz a Rachel —dijo, dejando caer suavemente sus palabras como la lluvia y con tanta autoridad como un dios.
Ceri estiró el brazo para tocarlo y, con un movimiento rápido y cegador, Quen salió disparado hacia delante.