Por unos demonios más

—?Rachel? —dijo la voz de Glenn a lo lejos—. ?Estás bien?

 

—Sí —dije respirando—. No —corregí—. Iré ahora mismo. —Ceri. Me humedecí los labios e intenté tragar saliva—. ?Puedes darme una hora o así? —Una ducha y comer algo—. ?Quizá dos?

 

—Joder, maldita sea, Rachel, ?de verdad conocías a este tío? —dijo Glenn, ahora con voz de culpabilidad—. Lo siento, debería haberme acercado.

 

Al levantar la mirada vi el sitio vacío de Ivy en la mesa.

 

—No, estoy bien. Era… un conocido. —Tomé aire al recordar la última vez que había visto a Brett, rondando la periferia de mi vida e intentando entrar en mi manada; un hombre poderoso en busca de algo en qué creer.

 

—?Qué hora es? ?Las siete y media? —estaba diciendo Glenn—. Enviaré un coche a mediodía. A menos que ya tengas tu carné.

 

Yo sacudí la cabeza, aunque él no pudo verlo.

 

—Un coche me vendría bien.

 

—?Rachel? ?Estás bien?

 

Había un demonio suelto en la ciudad. Un se?or de los vampiros estaba libre para cazarme. Mi iglesia estaba blasfemada. Y Brett estaba muerto.

 

—Estoy bien —dije con voz tenue—. Te veo después de mediodía.

 

Adormecida, colgué el teléfono antes de que pudiese decir nada más. Me pesaba mucho en la mano y miré fijamente el libro de hechizos, que tenía a la altura de los ojos. Maldita sea, eso no estaba bien. Me sequé los ojos y me puse de pie con la sensación de que todo había cambiado.

 

Rozando el suelo con los pies descalzos, me dirigí al santuario. Me detuve justo después de atravesar el pasillo. Trent estaba examinando las ilustraciones de las vidrieras, y sus zapatos brillantes captaron la luz cuando se giró. Quen estaba a menos de dos metros de él y parecía preparado para cualquier cosa.

 

—Trent, lo siento —dije, pensando que mi rostro debía estar blanco cuando lo vi levantar las cejas—. No puedo hacer esto ahora mismo. De todas formas, no creo que Ceri vaya a venir.

 

—?Por qué? —preguntó, girándose sobre un talón para tenerme en frente por completo.

 

Oh, Dios, han matado a Brett.

 

—Anoche la tiré al suelo de un empujón —dije—, y probablemente siga enfadada. —Brett estaba muerto. Era militar. ?Cómo podía matarlo alguien? Se le daba genial que no le matasen.

 

Trent sacudió las mangas de su traje caro y soltó una risa de descrédito.

 

—?La tiraste al suelo? ?Sabes quién es?

 

Tomé aire rápidamente intentando mantener la calma. Brett estaba muerto. Por mi culpa.

 

—Ya sé quién es, pero cuando alguien me empuja yo también lo empujo.

 

Trent miró a Quen y su rostro se iba poniendo más tenso. Yo apreté los dientes y seguí respirando despacio. Miré a las vigas en busca de Jenks, intentando no llorar. Alguien había matado a Brett. Había estado tan cerca de mí. Me sentía tan vulnerable. Solo hacía falta un francotirador, pero no podía vivir en una cueva. Era una mierda. Una mierda morada de hada con destellos verdes encima.

 

Pasé la mano por la pared mientras me fui a sentar al sillón de Ivy. El olor a incienso de vampiro me hizo sentir aún peor. Tenía que dejar de vivir mi vida como si se tratase de un juego. Tenía que empezar a contratar seguros o no viviría para oír a mi madre quejarse porque no le daba nietos. Aunque me ponía enferma pensarlo, iba a darle a Piscary el foco para que lo escondiese y así sobornarle para que no me matase. Luego iba a rescatar a Lee para devolver a Al al lugar que le correspondía y que Trent me dejase en paz. También puedo empezar por ahí, pensé mientras me levantaba y respiraba profundamente. De Al me podía ocupar más tarde. Después de que anocheciese.

 

—Trent —dije cerrando los ojos en un largo parpadeo mientras sentía que sufría un revés mi idea del bien y el mal—, creo que quizá haya encontrado una forma de liberar a Lee de Al. No te costará un céntimo, pero quiero que me dejes en paz. —Miré su rostro perplejo por la sorpresa—. ?Crees que podrás hacer eso?

 

—Dijiste que no podías liberar a un familiar de un demonio —dijo, con su voz aterciopelada un poco tensa.

 

Yo me encogí de hombros, miré la puerta al pasar junto a él y me estiré para no parecer tan miserable.

 

—?De dónde crees que ha salido Ceri?

 

Trent miró a Quen con el rostro inexpresivo. El elfo moreno parpadeó una vez, lo que parecía significar algo.

 

—Te escucho —dijo con tono de desconfianza.

 

Ahí era donde la situación se ponía delicada.

 

—Voy a intentar cerrar un trato con Piscary…

 

—Ten cuidado —dijo burlándose de mí—. Alguien podría pensar que en lugar de ver las cosas blancas o negras ahora también las ves grises.