—?Cállate! —le grité al millonario; aquello me había dolido—. No voy a violar la ley. Tengo algo que podría querer y, una vez en su poder, yo debería ser capaz de librarme de Al con seguridad y liberar a Lee. Pero quiero que me des tu palabra de que nos dejarás en paz tanto a mí como a la gente que me importa. —Respiré hondo sintiendo que me estaba convirtiendo en uno de ellos—. Y yo te dejaré en paz a ti y a tus negocios.
Quería sobrevivir. Quería vivir. Había estado codeándome con asesinos y homicidas eventuales con inocencia y arrogancia. La AFI no podía protegerme. La SI tampoco. Trent podría matarme y tenía que respetar eso, aunque no lo respetase a él. Dios, ?en qué me estoy convirtiendo?
—?Podrías dejar de ponerme etiquetas? —dijo Trent con suavidad, y luego se puso a pensar para sí mismo. Separó los labios y miró a Quen asombrado—. Ella tiene el foco —le dijo, y luego me miró a mí con aire divertido—. Eso es lo que le vas a dar a Piscary. Tú tienes el foco —dijo riéndose—. ?Debería haberme dado cuenta de que eras tú!
Se me heló la cara y se me hizo un nudo en el estómago. Oh, mierda.
Me puse recta cuando Quen se puso de pie entre nosotros dos… maniobrando.
—?No te muevas! —dije con el brazo estirado, y él obedeció. Con el corazón a mil, lo mantuve alejado con los dedos extendidos, intentando pensar. ?Trent era el que estaba matando a los hombres lobo?
—?Tú mataste a Brett? —dije al verlo sonrojarse—. ?Fuiste tú! —exclamé mientras dejaba caer la mano y enrojecía con un ataque de cólera. Maldita sea, ?qué había estado a punto de hacer? ?Qué demonios me pasaba? ?Eso no podía estar ocurriendo!
—Yo no lo maté. Se suicidó —dijo Trent apretando los dientes—, antes de poder decirme que lo tenías tú —terminó, y se puso las manos a la espalda.
Quen mantenía el equilibrio con los dedos de los pies y tenía los brazos sueltos paralelos al torso. Como si se tratase de un sue?o, le dije:
—Mataste a Brett. Y a la secretaria del se?or Ray. Y al ayudante de la se?ora Sarong.
El rostro de Quen se cubrió con una sombra de culpabilidad y sus músculos se tensaron.
—Malditos hijos de puta —susurré. No me lo quería creer porque en el fondo deseaba que fuesen algo mejor que asesinos y homicidas—. Pensé que tenías más honor que este, Quen.
El elfo más viejo apretó la mandíbula.
—Nosotros no los matamos —dijo Trent defendiéndose, y yo resoplé con ironía—. Se suicidaron —insistió, encarnando al demonio con su traje perfecto y su perfecto pelo—. Todos y cada uno de ellos. Ninguno tenía que morir. Podrían habérmelo dicho.
Como si aquello cambiase algo.
—?Ellos no sabían que lo tenía yo!
Trent dio un paso hacia delante se?alándome con el dedo y Quen lo agarró.
—Esto es una guerra, Rachel —dijo el elfo más joven con tirantez, librándose de Quen—. Habrá víctimas.
Yo lo miré con descrédito.
—Esto no es una guerra. Eres tú en busca de más poder. Dios, Trent, ?cuánto poder más necesitas? ?Eres tan inseguro que necesitas ser el rey del puto mundo para sentirte bien?
Pensé en mi iglesia y en mis amigos y levanté la barbilla. Sí, ellos habían matado a personas, pero Ivy estaba intentando dejarlo y Jenks tenía que hacerlo para asegurar su supervivencia y la de sus hijos. Y en vista de que prácticamente yo había sacrificado a Lee para salvar mi vida, tampoco podía proclamar que era prístina y pura. Pero nunca había matado a nadie por dinero ni por poder, ni tampoco ninguno de mis amigos.
Mis palabras impactaron a Trent y enrojeció, no sé si de ira o de culpa.
—?Cuánto quieres por él? —dijo suavemente.
Estupefacta, lo miré con la boca abierta.
—?Quieres… quieres comprarlo? —dije tartamudeando.
Trent se humedeció los labios.
—Soy un hombre de negocios.
—?Y asesino aficionado? —dije con tono acusador—. ?O crees que el delicado estado de tu especie te da derecho a asesinar?
Con un rostro airado y culpable, Trent se enderezó el abrigo. Si llega a sacar un talonario de cheques me habría puesto a gritar.
—Lo que quieras, Rachel. Lo que necesites para sentirte segura. Tú, tu madre, Jenks e incluso Ivy. Suficiente para que puedas tener cualquier cosa que desees.
Sonaba tan fácil… Pero no quería volver a hacer tratos con él. Piscary mataba gente, pero no sentía ni pena ni remordimientos. Sería como decirle a un tiburón que era un pez malo y que dejase de comerse a la gente. Pero ?Trent? él sabía que estaba haciendo algo malo y aun así seguía.
Trent no apartó la mirada de míen ningún momento, a la espera. Lo odiaba. Lo odiaba con toda mi alma. Era atractivo y poderoso y había estado a punto de dejar que eso nublase mi percepción de lo bueno y lo malo. Podía matarme. ?Y qué? ?Acaso era una excusa para negociar con él y salvar el pellejo? ?Por qué carajo iba a confiar en que cumpliría su palabra? Era como hacer un trato con un demonio o utilizar una maldición demoníaca. Ambas eran el camino más fácil hacia una solución, el camino más perezoso.