Por unos demonios más

Se me encogió el estómago. ?Cómo es que él puede ver las cosas con tanta claridad y yo soy más espesa que una pared de cemento? Debe ser algo que viene incluido en su imagen de viejo sabio.

 

—Lo intentamos una vez —dije en voz baja, deseando tocarme el cuello—, y casi me mata. Dice que la única forma en que podría controlar su sed de sangre es si lo mezclamos con sexo. De lo contrario, pierde el control y yo tendría que hacerle da?o para contenerla. No puedo, Keasley. No voy a mezclar el éxtasis de dar sangre con hacerle da?o. Está mal y es enfermizo.

 

Se me había acelerado el pulso al pensar que eso fue lo que había hecho Piscary… y mira en qué la había convertido. Sabía que tenía la cara roja, pero Keasley no pareció sorprendido cuando me miró. Frunció la frente y me miró con pena.

 

—Estás en un aprieto, ?verdad?

 

Sobrepasamos el muro de treinta centímetros que separaba el cementerio del patio trasero. Había pixies por todas partes y la luz del sol iluminaba sus alas. Eso era muy incómodo pero ?con quién iba a hablar de ello? ?Con mi madre?

 

—Entonces —dije suavemente, dirigiéndonos a la gran verja que daba a la calle—, ?crees que es culpa mía que se marchase corriendo con Piscary? ?Porque no soy capaz de hacerle da?o si pierde el control y no quiero acostarme con ella?

 

Keasley gru?ó.

 

—Ivy piensa como un vampiro. Tú deberías empezar a pensar como una bruja.

 

—?Te refieres a un hechizo? —le dije, recordando la aversión de Ivy hacia ellos y luego enrojecí por el ansia que mostró mi voz—. ?Quizá uno para aplacar su hambre o calmarla sin hacerle da?o?

 

él afirmó con la cabeza y yo caminé más despacio al ver que le empezaba a costar caminar.

 

—Entonces, ?qué vas a hacer? —preguntó él poniéndome una mano en el hombro—. Me refiero a qué vas a hacer hoy.

 

—Planear algo e ir a buscarla —admití. Ya no sabía qué pensar.

 

él se mantuvo en silencio y luego dijo:

 

—Si lo intentas, él la agarrará aún más fuerte.

 

Iba a protestar, pero él me hizo detenerme, poniéndose delante de mí. Sus ojos oscuros estaban repletos de advertencia.

 

—Si te metes en medio, Piscary la obligará a matarte. Confía en que ella podrá escapar por sí misma. Piscary es su maestro, pero tú eres su amiga y ella sigue teniendo alma.

 

—?Confiar en ella? —pregunté perpleja por que pensase que yo no debía hacer nada—. No puedo dejarla allí. La última vez que se negó a matarme, tal y como él le había ordenado, la violó.

 

Keasley me puso una mano en el hombro y nos hizo avanzar a ambos.

 

—Confía en ella —dijo sin más—. Ella confía en ti. —Expandió el pecho y soltó un suspiro—. Rachel, si se marcha del lado de Piscary sin nadie que asuma su protección, el primar vampiro no muerto con el que se encuentre la utilizará y abusará de ella.

 

—?Igual que está haciendo Piscary con ella? —dije con tono burlón.

 

—Ella necesita tanta protección como tú —me reprochó—. Y si no se la puedes dar, no deberías condenarla por acercarse a la única persona que puede protegerla.

 

Visto así, tenía sentido. Pero no me gustaba. Sobre todo cuando, visto de esa forma, Piscary me estaba protegiendo a través de ella. Vaya, estupendo…

 

—Dale una razón para que lo abandone y se quede a tu lado —dijo Keasley mientras alcanzábamos la puerta de madera—. ?Sabes qué le haría eso?

 

—No —dije, pensando que eso me convertía en una cobarde.

 

él sonrió al ver mi expresión amarga y luego sacó los termos del cubo.

 

—La convertiría en una persona a la que nadie podría manipular. Eso es lo que ella quiere ser.

 

—Esto es una mierda —dije mientras él levantaba el pestillo y se abría la puerta—. ?Necesita mi ayuda!

 

Keasley resopló, puso la silla plegable contra la pared y atravesó el umbral. Detrás de él, la calle estaba en silencio y húmeda por el rocío.

 

—Ya la has ayudado. Le has dado otra opción además de Piscary.

 

Yo bajé la mirada. No era suficiente. No lo era. Yo no podía protegerla contra los no muertos. No podía protegerme a mí misma, cuánto más a ella, era ridículo pensarlo siquiera.

 

Keasley hizo una pausa en el umbral.

 

—Seré sincero contigo —dijo—. No me gusta la idea de las relaciones entre personas del mismo sexo. No me parecen bien y soy demasiado mayor como para empezar a pensar de otra manera. Lo que sí sé es que aquí eres feliz. Y, por lo que me dice Jenks, Ivy también lo es. Por eso me cuesta pensar que estáis cometiendo un error o que está mal. Hagáis lo que hagáis.

 

Si hubiera conocido un hechizo para hacerme un ovillo y morirme, lo habría utilizado. Tal y como estaba, me miré los pies y avancé para tomar una posición de defensa. Más o menos lo que estaba haciendo con mi vida.

 

—?Vas a ir tras Piscary? —preguntó él de repente.

 

Calentita bajo la manta, moví los pies.

 

—Quiero hacerlo.

 

—Decisiones inteligentes, Rachel —dijo suspirando—. Toma decisiones inteligentes.

 

Una gran intranquilidad se apoderó de mí mientras él se dirigía a su casa vieja, situada muy cerca en la misma calle.