—?Eso de que Lee te mate no entra en la cláusula de ?él o sus agentes??
Se me encogió el estómago y miré a Keasley, que estaba al final del pasillo esperándonos con mi edredón de verano en la mano.
—Al va a liberar a Lee antes de matarme y, como Lee tiene razones suficientes como para querer verme muerta, la cláusula del agente no se aplicaría.
Keasley dejó caer mi almohada y mi edredón justo dentro del santuario antes de echar a correr por el pasillo de nuevo. Ceri me agarró el brazo y se dispuso a seguirle.
—Podemos discutir los entresijos de la ley demoníaca más tarde. Tenemos que ir a suelo sagrado.
Exasperada, me libré de la mano de Ceri.
—?Estoy bien! —protesté—. Si Al fuese a hacer algo, ya lo habría hecho. No va a matarme. Al menos no todavía.
Miré la televisión, desconcertada al ver que todo el mundo perdía el control. Luego miré con más atención. No estaban delante de El Almacén, estaban delante de un ultramarinos. La gente, aterrorizada, saqueaba la tienda con furgonetas y coches familiares. La reportera parecía asustada mientras le decía a la gente que no tuviese miedo, que la situación estaba bajo control. Ya. Tenía toda la pinta de estar bajo control.
Se oyó un estallido fuerte y un fogonazo de luz, y la hermosa reportera soltó un taco y luego se encogió. La cámara giró para enfocar la estación de servicio que había al otro lado de la calle. Se produjo otro fogonazo de luz y me di cuenta de lo que había ocurrido. Un brujo de líneas luminosas acababa de hacer explotar a alguien que intentaba impedirle el acceso a la estación de servicio. La nube de polvo ligeramente púrpura seguía flotando en el aire.
—?Estás grabando esto? —gritó la reportera, y me puse nerviosísima cuando se amplió la imagen—. ?La gente se está volviendo loca! —dijo con los ojos como platos—. La SI ha declarado el estado de ley marcial y todos los residentes han sido advertidos de que se queden en casa. Los autobuses dejarán de circular a medianoche y cualquiera que se encuentre en la calle será encarcelado. ?Jake! —dijo al ser sacudida por un gran estruendo—. ??Estás grabando esto?!
Jake lo estaba grabando y yo miré a la gente llenando frenéticamente sus depósitos de combustible. Me quedé sin aliento cuando un conductor frustrado se empotró contra el coche que tenía delante para empujarlo. Se inició una pelea y aluciné cuando una bolsa de siempre jamás te?ida de verde arremetió contra el expendedor de gasolina, que explotó formando una nube naranja y roja. La mujer gritó y la cámara se cayó. Mis ventanas temblaron y me giré hacia la calle a oscuras. Maldita sea, había sido cerca. ?Qué demonios estaba pasando? Así que Al andaba de paseo por ahí. Pero si solo me quería a mí.
—No lo entiendo —dije haciendo gestos—. Solo puede hacer lo que puede hacer Lee. Ahora no es más peligroso que cualquier brujo de líneas luminosas corriente, desquiciado y masoquista. —Dudé y sentí el miedo que transmitía la televisión—. Vale —corregí—. Quizá unos pocos gritos sean algo normal, pero lo pueden abatir.
—Ya lo intentó alguien. —Ceri tiró de mí, pero yo no me movía, sin dejar de mirar el caos—. Ayer por la noche montó un follón en un local de baile y cuando los matones intentaron sacarlo afuera, los mató. Los incineró justo donde estaban y después incendió el lugar. Luego desterró a siempre jamás a las seis brujas que la SI había enviado para atraparlo. Nadie puede detenerlo, Rachel, y nadie lo controla. La gente tiene miedo. Quieren que se vaya.
—?Los incineró? —dije, mezclando mi horror con mi confusión. Vale, quizá es más poderoso de lo que pensaba—. Me quiere a mí. ?Por qué está haciendo esto?
Ceri apartó la mirada de la tele, con los ojos muy abiertos, e intentó hacer que me moviese.
—?Qué te pidió? —preguntó, y yo me humedecí los labios.
Dudé, y luego dije:
—Que testifique que tú prometiste no ense?ar a nadie cómo entretejer energía de líneas luminosas. Le dije que no, y si regresa sin mí lo meterán en la cárcel.
Ceri cerró los ojos y apretó la mandíbula en un intento por evitar demostrar su miedo y su desesperación.
—Lo siento —susurró con voz temblorosa—. Está intentando hacerte cambiar de parecer. Ya le he visto hacerlo antes. Tú y Piscary sois las únicas personas que habéis demostrado ser capaces de controlarlo y, como esta noche no lo metiste en un círculo, todo el mundo pensará que está haciendo esto con tu bendición. Si no haces lo que Al quiere, va a volver a la ciudad en tu contra.
—??Qué!? —grité cuando Keasley apareció en el pasillo con tres botellas de agua y la radio polvorienta que guardaba bajo las alacenas para cuando se iba la del grifo.
—Trae el teléfono —dijo brevemente—. ?Tienes más pilas?