No podía pensar. Al ver mi confusión, levantó una de sus manos casta?as y retorcidas y fue a buscarlas por sí mismo. Ceri tiraba de mí y yo le dejé arrastrarme hasta el principio del pasillo.
—Esto no es problema mío —dije, empezando a entrar en pánico—. Si testifico para hacer que Al se marche de Cincy entonces seré una practicante de magia demoníaca y me matará mucho antes. Y si no lo ayudo, ?soy responsable de todo el mundo a quien haga da?o o envíe a siempre jamás?
Ceri recogió el edredón y, mirándome a los ojos, asintió.
—Genial. —No podía ganar. No sin perder. ?Maldita sea, esto no era justo!
—Pero eso no es lo peor de todo —dijo Ceri con el rostro envuelto en miedo—. En todos los telediarios dicen que cenaste con Al. Tú no lo controlaste, así que dejaron salir a Piscary de la cárcel para que lo hiciese. Aparte de ti, es la única persona en Cincy que puede hacerlo.
Me quedé de pie durante tres segundos asimilándolo. ?Piscary está libre? Oh… mierda.
—?Jenks! —grité, dirigiéndome al pasillo—. ?Jenks! ?Está despejado el jardín de atrás? —Tenía que salir de allí. Estaba oscuro. La iglesia no estaba consagrada. Mi seguridad se había convertido en una trampa.
Ceri me siguió a la cocina. Observaba mi miedo con tristeza, pero no me importaba.
—?Jenks! —volví a gritar, y entró zumbando mientras se ponía su bata verde.
—?Qué diablos quieres? —me espetó—. ?No puedes pasar ni una maldita noche sola?
Yo parpadeé, sorprendida.
—Toda la ciudad ha entrado en pánico porque Al está recorriendo las calles sin que nadie lleve sus riendas —dije—. Seis brujas intentaron meterlo en un círculo y él las envió a siempre jamás. Todo el mundo teme que haya venido a recolectar familiares y, como yo no lo atrapé esta noche, dejaron salir a Piscary de la cárcel para controlarlo. ?Está despejado el jardín trasero? Esta noche voy a dormir en el cementerio. —Y ma?ana, y pasado ma?ana. Dios, quizá debería construir una peque?a choza.
Jenks se quedó mirándome con la boca abierta y la cara pálida. Movió la boca y dijo en voz baja:
—Lo comprobaré.
Y se fue.
—Buenas noches, Jenks —le dijo Ceri al aire.
La puerta trasera de la mosquitera se cerró y Keasley entró a toda velocidad.
—Vámonos.
Yo me llevé la mano al estómago.
—Tengo que llamar a mi madre.
—Hazlo desde el cementerio.
Ceri me agarró por el hombro y me llevó hacia la puerta de atrás. La sombra inclinada de Keasley iba delante de nosotros y yo me dejé arrastrar al rellano de madera y luego a la noche cerrada.
La luz del porche trasero estaba encendida y, aprovechando su luz intermitente, busqué a tientas el teléfono. El número de Piscary brilló en el registro de últimas llamadas y, tras invadirme una oleada de miedo, me di cuenta de dónde estaba Ivy. No se había enterado de lo de Kisten. Piscary la había llamado para que fuese junto a él. Esto era un montaje. Al y Piscary estaban trabajando juntos, igual que antes. Piscary la había llamado y ella había ido a prepararse para él, como la sucesora que era.
—Oh, Dios —susurré. Sentí que me temblaban las rodillas cuando mis pies descalzos tocaron la hierba fría. Ivy estaba con Piscary. Justo en ese momento.
—?Ivy! —grité, y me di la vuelta para volver a la cocina en busca de las llaves de mi coche.
—?Rachel, no! —gritó Keasley, y de repente tuvo un ataque de tos. Yo salté hacia las escaleras pero Ceri me agarró por el hombro.
—Es una vampiresa —dijo la elfa, abriendo los ojos bajo la tenue luz—. Es una trampa. Un se?uelo. Al y Piscary están trabajando juntos. ?Sabes que es una trampa!
—?Es mi amiga! —protesté.
—Vete al jardín —me dijo haciendo un gesto como si yo fuese un perro—. Nos ocuparemos de esto de una forma ordenada.
—?De una forma ordenada! —le espeté—. ?Sabes lo que puede hacerle ese monstruo? ??Quién te crees que eres?! —le grité, apartándole la mano.
Ceri retrocedió un escalón. Luego apretó la mandíbula y sentí que invocaba una línea.
Me quedé rígida. ?Va a lanzarme un hechizo?
—?No te atrevas! —exclamé empujándola como si fuésemos dos ni?as peleándose en el patio del colé por un trozo de tiza.
Ceri dio un grito ahogado y se cayó de culo con los ojos como platos de la sorpresa mientras me miraba con el pelo delante de los ojos. Se me puso la cara colorada de la vergüenza.
—Lo siento Ceri —dije—. Ivy es mi amiga y Piscary la va a joder. No me importa si es una trampa; me necesita. —La elfa se quedó boquiabierta mirándome, olvidando todas sus habilidades y su magia en medio de la confusión y ofendida porque la hubiese tirado al suelo—. Keasley… —dije girándome para mirarle—. Volveré…
Mis palabras se pararon en seco cuando lo vi con mi pistola de bolas color rojo cereza en la mano. Sentí una oleada de adrenalina por todo el cuerpo y me quedé helada.