?Por qué no le había hablado a Trent de Ceri? ?O a Ceri de Trent? No se me da bien juzgar a las personas, pero aun así podía afirmar que ambos parecían hechos el uno para el otro. Trent no era tan malo, aunque me había mantenido enjaulada como a un visón. Y me había metido en peleas. Y me había enga?ado para que intentase cazar a Piscary por mí misma, aunque parte de esa estupidez fue culpa mía.
Cogí otro trozo de pastel. Trent me había tratado con respeto la noche que fui su guardaespaldas a sueldo y luego me había mantenido con vida. Había confiado el cuidado de Lee en lugar de matarlo, que era lo que quería. Aunque si le hubiese permitido a Trent matar a su amigo, probablemente no estaría de guardaespaldas en su boda.
Esto es un desastre, pensé mientras me tragaba el trozo de bollo con el café frío. Ceri era mayorcita para tomar sus decisiones. Y si Trent la utilizaba, lo mataría como a un cerdo. Y como me estaba ganando su confianza, probablemente pudiese acercarme lo suficiente como para hacerlo, lo que, por cierto, era un pensamiento aterrador.
Se me aceleró el corazón y me limpié los dedos con una servilleta.
—?Ceri? —dije mientras ella me miraba con expectación. Rex seguía en su regazo y ella la estaba acariciando. Tomé aire y dije—: Quiero presentarte a una persona.
Me miró a los ojos con sus ojos verdes y esbozó una sonrisa.
—?A quién?
Yo miré a Jenks, pero no se estaba enterando de nada porque estaba durmiendo debajo de las servilletas.
—Mmm… a Trent. —Sentí presión en el pecho y recé por estar haciendo lo correcto—. Mira, él es un elfo.
Con una gran sonrisa, Ceri empujó a Rex al suelo para poder apoyarse en la mesa. La gata salió de la habitación y el olor a vino y canela me envolvió cuando Ceri me dio un abrazo rápido.
—Lo sé —dijo mientras volvía a su sitio y me sonreía—. Gracias, Rachel.
—?Lo sabías? —dije con la cara caliente de la vergüenza. Dios, debe de pensar que soy una boba insensible, pero ella se revolvió en su silla y sonrió como si le acabase de regalar un poni, un perrito y luego la maldita luna—. Trent Kalamack, ?no? —tartamudeé—. ?Estamos hablando del mismo Trent? ?Por qué no me dijiste nada?
—Tú me devolviste el alma —dijo ella moviendo el pelo—. Y con ella la posibilidad de redimirme de mis pecados. Te observo para orientarme. Quería que tú lo aprobases. No te esforzaste en ocultar que no te cae bien.
Ella sonrió tímidamente y yo la miré.
—?Sabías que era un elfo? —pregunté. Todavía no me lo podía creer—. ?Cómo? ?él no sabe que existes! —Al menos eso es lo que yo creo.
Avergonzada, levantó los pies y se sentó con las piernas cruzadas con un aspecto tan sabio como inocente.
—Lo vi en una revista el invierno pasado, pero a ti no te caía bien. —Me miró a los ojos y luego volvió a mirar al suelo—. Sabía que te había hecho da?o. Keasley me dijo que él controla el tráfico de azufre y como cualquier cosa en exceso es algo da?ino. Pero Rachel ?cómo puedes condenar todo lo bueno por una cosa mala? —dijo sin un atisbo de ruego en su voz—. Ha sido ilegal treinta y dos a?os de cinco mil y es algo muy descarado por parte de los humanos para intentar controlar el Inframundo.
Visto así, Trent casi parecía respetable. Molesta, me recosté en la silla.
—?Te ha contado Keasley que chantajea a la gente utilizando investigación genética ilegal? ?Que sus campamentos Pide un Deseo son laboratorios genéticos clandestinos en los que ayuda a ni?os para chantajear a sus padres?
—Sí. También me dijo que el padre de Trent te curó la enfermedad de la sangre porque tu padre era amigo suyo. ?No crees que le deberías estar agradecida?
Vaya. Me quedé sin aliento y helada, no por aquello de que le debiese gratitud a Trent, sino porque Keasley supiese algo de lo que yo no me enteré hasta el pasado solsticio.
—?Keasley te ha contado eso?
Ceri me miró por encima de su taza de té y levantó y bajó la cabeza, asintiendo con firmeza.
Mi mirada de preocupación se dirigió a la ventana con cortinas azules que había encima del fregadero y al jardín iluminado por el sol que había al otro lado. Tendría que tener una charla con Keasley.
—El padre de Trent me salvó la vida —admití, volviendo a concentrarme en ella—. Mi padre y el suyo eran amigos y compa?eros de trabajo. Y ambos murieron por eso, así que creo que eso elimina cualquier gratitud que pudiese deberle. Ese elfo tonto del culo se cree que el mundo le debe todo.
Pero Ceri se limitó a sorber su té.
—Quizá Trent te metió en las peleas de ratas porque culpa a tu padre de la muerte del suyo.
Yo tomé aire para protestar, pero luego lo solté lentamente. Mierda. ?Acaso Trent es tan inseguro como el resto de nosotros? Ceri rellenó su taza con un aire de suficiencia.
—?No lo culpabas tú por la pérdida de tu padre? —preguntó, innecesariamente, he de reconocer.