—Mierda, ?era hoy? —tartamudeó y luego se fue como un rayo.
Mi angustia al ver que no era Ivy se desvaneció.
—Hola, Ceri —dije, halagada de que se hubiese acordado—. ?No tenías por qué haberme comprado nada!
Ella entró y me entregó el paquete.
—Es mío y de Keasley —dijo a modo de explicación, ansiosa y agitada—. Nunca le he comprado a nadie un regalo de cumplea?os. ?Vas a hacer una fiesta? —De repente se puso seria—. Yo quería prepararle una fiesta a Keasley, pero no me quiere decir cuándo es su cumplea?os y yo no sé qué día nací.
Esbocé una sonrisa de confusión.
—?Te has olvidado?
—Mi familia nunca celebraba el cumplea?os de nadie, así que el día en que nací nunca significó nada. Aunque sé que fue en invierno.
Me vi asintiendo mientras la seguía adentro. Nació en las edades Oscuras. Entonces no se celebraban cumplea?os. Creo que recordaba eso de una clase.
—Ivy ha hecho una tarta —dije con tristeza—. Pero todavía no le hemos puesto la cobertura. En vez de eso, ?te apetecen unos pasteles y café? Qué más da. Ivy no va a comérselos conmigo.
Ella se detuvo en medio del santuario y se giró con gran expectación.
—?Entonces vas a hacer una fiesta más tarde? —preguntó.
—Probablemente no —dije y, al verla dejar caer los hombros, me reí—. No todo el mundo hace fiestas, Ceri, a menos que tengan acciones en una empresa de postales.
Ella frunció los labios.
—Me estás tomando el pelo. Venga. Abre tu regalo.
Sabía que no estaba enfadada de verdad, así que abrí el paquete blando y tiré el papel a la papelera que había debajo de mi escritorio.
—?Vaya, gracias! —exclamé al ver una delicada camisa informal hecha de algodón cepillado. Era de un rojo intenso, casi brillante, y no me hacía falta probármela para saber que me quedaría perfecta de talla.
—Jenks dijo que necesitabas una camisa nueva —dijo con timidez—. ?Te gusta? ?Es apropiada?
—Es preciosa. Gracias —dije tocando la exquisita la tela. Era un estilo sencillo, pero el tejido era buenísimo y el corte del cuello favorecería mi poco pecho. Se debía de haber gastado una fortuna—. Me encanta —dije mientras le daba un abrazo rápido y luego me ponía en marcha—. Debería colgarla. ?Quieres un café?
—Voy a hacer té —dijo ella mientras miraba el hueco en el que antes estaba el equipo de música de Ivy. Caminaba con pasos suaves detrás de mí y vaciló al llegar a la puerta de mi habitación cuando vio los vestidos de dama de honor de Trent y mi nuevo vestido de fiesta colgados del armario—. ?Caramba! —exclamó—. ?Cuándo te has comprado eso?
Yo sonreí abiertamente mientras cogía una percha vacía y colgaba su camisa en ella.
—Ayer. Necesitaba algo para una misión y, como es una fiesta, compré algo apropiado.
Oí la risa de Jenks incluso antes de verlo.
—Rache —dijo mientras se posaba en el hombro de Cori—, tienes UR concepto muy raro de lo que es un atuendo apropiado.
—?Qué? —dije tocando con el dedo el encaje negro rígido del dobladillo—. Es un vestido bonito.
—?Para el ensayo de una boda? Es en una iglesia, ?no? —Y arrugó la cara lanzándome una mirada piadosa—. Azóteme, padre, porque he pecado —dijo en falsete.
Yo entrecerré los ojos y colgué el regalo de Ceri. En realidad era en la basílica, la catedral de los Hollows.
—Es en la fiesta de después en la que quiero estar bien.
Jenks se rio por lo bajo y Ceri frunció el ce?o. Tenía unas arrugas en el rabillo del ojo, pero no se movió, ya que tenía a Rex enredada en sus pies maullando por Jenks.
—Es un vestido bonito —dijo, y me preocupó su tono de voz forzado—. Seguro que estarás fresca y cómoda aunque estés en un lugar abierto. Y probablemente sea fácil correr con él.
—Por las bragas de Campanilla, espero que no llueva —dijo Jenks con sarcasmo—, o lo ense?arás todo.
—Cállate —dijo Ceri reprendiéndolo—. No va a llover.
Mierda, debería haber esperado hasta que Kisten pudiese venir a comprar conmigo. Preocupada de repente, abrí las dos fundas de los vestidos.
—Estos son los vestidos de dama de honor —les dije, deseando desviar la atención de Jenks de mi nuevo conjunto antes de que viese las cerezas pintadas en los botones de la chaqueta—. Todavía no ha decidido cual será —dije tocando la falda pantalón del traje negro de encaje—. Espero que elija este. El otro es muy feo.
—Y tú reconoses algo feo cuando lo ves, ?verdá sielito?
Miré a Jenks.
—Cierra el pico. ?Qué vas a ponerte tú esta noche, pixie?
Jenks agitó las alas y despegó de los hombros de Ceri.
—Lo de siempre. Ay, la leche. Dime que eso no son cerezas.