Era evidente que se estaba concentrando y despedía chispas gruesas e intensas mientras revoloteaba hasta llegar a la mesa. Yo dejé escapar un suspiro a modo de disculpa y Ceri sonrió mientras agarraba a Rex cuando la gata pasó por su lado en dirección a Jenks. La gata se acurrucó en el brazo de Ceri, ronroneando.
—Gatito, gatito —dijo Jenks mientras aterrizaba a mi lado y junto a su miel—. ?El gatito quiere un poco de miel? ?De erta mié tan wena?
Sí, mi vida era rara, pero tenía sus puntos.
Ceri se apoyó en la encimera mientras esperaba a que se calentase el agua.
—?Cómo has dormido últimamente? —preguntó, como si fuese mi médico—. ?Algún estornudo más?
Sonreí, halagada de que se preocupase.
—No, esta ma?ana no he dormido demasiado, pero no fue por culpa de Minias. —Ella levantó las cejas y yo a?adí—: ?Crees que Newt volverá a aparecerse?
Ella sacudió la cabeza muy seria.
—No. Minias se andará con cuidado durante un tiempo.
Mientas agarraba mi café caliente pensé que si Newt se presentaba no había demasiado que yo pudiese hacer, en vista de que había tomado el control del círculo triple de Ceri con tanta facilidad como si abriese una carta. Al recodar que yo había tomado el círculo de Tom, estuve a punto de preguntarle, pero no lo hice. Tenía que ser porque yo había entrado en él mientras lo estaba construyendo. Eso es todo. Estaba segura de que había leído en alguna parte que aquello era posible. Y además, no quería arriesgarme a oírla decir que era poco habitual.
Cantando Satisfaction, de los Rolling Stones, Jenks se sentó con las piernas cruzadas ante su tarro de veintiocho gramos sirviéndose directamente en la boca.
—Yo te protegeré, Rache —dijo interrumpiéndose a sí mismo—. Como dicen los Ramones, le haré a ese demonio una labiotomía, tctatomía, lob, lob, lobotomía, si se vuelve a presentar.
Yo torcí el gesto y vi cómo se caía, se reía alegremente de sí mismo y volvía a sentarse con un fuerte ?Ay?. Abatida, cogí un trozo de bollo. Estaba seco, pero me lo comí de todas formas.
El agua de Ceri empezó a hervir. Consiguió llenar su tetera aun sosteniendo a Rex en sus brazos y trajo consigo su bebida para sentarse a la mesa. Jenks se tambaleó hacia la tetera moviendo las alas para mantener el equilibrio y se apoyó en ella, dejándose resbalar mientras suspiraba profundamente.
—?Te puedo preguntar una cosa? —dijo Ceri mirando la taza vacía.
Yo no tenía nada que hacer hasta eso de las seis, que era cuando tendría que empezara prepararme para la misión así que, tras taparla miel de Jenks, subí un pie a la silla y me rodeé una rodilla con el brazo.
—Claro. Dime.
Sus mejillas se sonrojaron un poco cuando preguntó:
—?Ivy te hizo da?o al morderte?
Yo me quedé de piedra y Jenks, con los ojos cerrados, empezó a farfullar:
—No, no, no. La maldita vampiresa la hizo sentir bien. Joder, qué cansado estoy.
Tragué saliva y la miré a los ojos.
—No, ?por qué?
Ella escondió su labio inferior y, mordiéndolo con un gesto encantador, se puso seria.
—Nunca deberías avergonzarte de amar a alguien.
La presión sanguínea se me aceleró.
—No lo hago —dije a la defensiva.
Estaba agresiva porque tenía miedo, pero en lugar de responderme con el mismo sentimiento, ella bajó la mirada inesperadamente.
—No te estoy criticando —dijo suavemente—. Yo… te envidio. Y tienes que saberlo.
Los dedos que rodeaban mi rodilla se tensaron. ?A mí? ?Envidia mi mierda de vida?
—Dices que no confías en la gente —se apresuró a explicar, rogándome comprensión con sus intensos ojos verdes—. Pero sí que lo haces. Confías demasiado. Lo das todo aun cuando tienes miedo. Y yo envidio eso. No creo que yo pudiese amar a alguien sin miedo… ahora mismo.
Jenks tenía hipo.
—Ceri, no pasa nada. Yo te quiero.
—Gracias, Jenks —dijo Ceri, sentándose con remilgo en la silla—. Pero nunca funcionaría. Tu cuerpo no es tan grande como tu corazón y, por mucho que me gustase pensar que soy un alma y una mente, también tengo un cuerpo que tengo que satisfacer.
—??Que no soy lo suficientemente grande!? —protestó poniéndose de pie y tambaleándose. Solo le funcionó un ala y estuvo a punto de caerse—. Pregúntale a Matalina. —El pixie se puso pálido—. Bueno, da igual.
Ceri sirvió un poco de té. El líquido de color ámbar gorgoteaba alegremente, contrastando con mi desasosiego. Levanté lentamente la segunda rodilla y la puse junto a la otra.
—Jenks, siéntate —murmuré cuando se empezó a desviar en su ruta hacia la miel y se dirigió hacia el borde de la mesa. Me alegraba de estar distrayéndome un poco y entonces pensé en la boda de Trent y Ellasbeth. Iba a coger a Jenks cuando chocó contra las servilletas y se puso una encima de la cabeza.