Por unos demonios más

—Llama a Ivy —me pidió, pero yo ya me había adelantado. Esta vez saltó directamente el buzón de voz y dejé un mensaje con tono de culpabilidad diciendo que tenía que hablar con ella y que no hiciese nada hasta que hablásemos. Quería decirle que lo sentía, pero colgué el teléfono y me quedé mirándolo sobre la encimera.

 

De repente, los pasteles que había colocado en la fuente me parecieron algo muy visto. Era una gilipollas.

 

—Jenks…

 

Mi tono mimoso hizo que su preocupación volviese a convertirse en enfado.

 

—No quiero saber nada de eso. Lo has jodido todo por un momento de pasión sanguinolenta. Aunque esa no sea la razón por la que se ha marchado, lo será cuando se entere. ?Qué co?o te pasa? ?No puedes dejar las cosas como están?

 

—?No, no puedo! —exclamé—. Y no fue solo un momento de pasión sanguinolenta, fue una afirmación de lo que siento por Kisten, así que, que te den, imbécil. Sé lo que estoy haciendo —dije. él abrió la boca para protestar y yo levanté la mano—. De acuerdo, quizá no, pero estoy intentando entender esto. Está todo mezclado. La sangre, la pasión. Todo está mezclado y no sé qué hacer.

 

Jenks parecía sorprendido y yo me solté, dejándome llevar por el pánico.

 

—Quiero que Ivy me muerda —dije—. Es una sensación increíble y nos vendría muy bien a las dos. Pero la única forma de hacerlo de forma segura es acostarme con ella. Y no voy a acostarme con ella solo por la sangre hasta que sepa lo que está pasando en mi cabeza. Nunca pensé que me llegase a gustar una chica… A ver, soy hetero, ?no? ?Lo que me pone a mil es la cicatriz de vampiro o ella? ?Amo a Ivy o solo la forma en que me puede hacer sentir? Existen diferencias, Jenks, y no voy a jugar con sus sentimientos si solo es por la sangre. —Sabía que tenía la cara roja, pero se merecía escucharlo todo—. Ivy se me insinuó porque sabe que primero tomo las decisiones y luego las pienso, no al revés. Bueno, pues estoy haciendo las cosas de otra manera y mira cómo se ha complicado todo. ?A que es genial? —dije con sarcasmo, y luego me giré para se?alar el sitio vacío de Ivy.

 

Jenks dejó de mover las alas y se sentó en el borde del plato con el dulce de azúcar.

 

—Quizá deberías intentarlo —dijo, y de repente sentí una ráfaga fugaz de adrenalina—. Solo una vez —dijo—. A veces la manera más rápida de averiguar quién eres es ser esa persona durante un rato.

 

Ya se me había pasado por la cabeza y me daba miedo. Levanté lentamente la mirada hasta encontrarme con sus ojos.

 

—?Entonces por qué te parece mal que mordiese a Kisten? —dije—. Estoy intentando ser otra persona. ?Crees que habría hecho eso hace un a?o? ?Por qué está mal que pruebe cosas con Kisten y no con Ivy?

 

él miró su sitio vacío en la mesa.

 

—Porque Ivy te quiere.

 

Se me encogió el estómago.

 

—Y Kisten también.

 

Jenks se llevó las rodillas a la barbilla y se agarró las espinillas.

 

—Ivy moriría por ti, Rachel. Kisten no. Centra tus emociones en aquel que te pueda mantener con vida.

 

Era una verdad dura y terrible. No quería elegir a quién amar en base a quién pudiese mantenerme con vida. Quería decidir a quién amar basándome en quién me completaba, quién me hacía sentir bien conmigo misma. Elegir a alguien a quien pudiese amar libremente y que me ayudase a ser una mejor persona por el simple hecho de estar a mi lado. Dios, qué lío. Cansada, apoyé la cabeza en los brazos y miré la mesa, que estaba a centímetros de mi nariz. Oí el sonido suave de unas alas y la corriente de aire provocada por Jenks me revolvió el pelo.

 

—No pasa nada, Rachel —dijo con un tono cercano y preocupado—. Ella sabe que la quieres.

 

Se me hizo un nudo en la garganta y suspiré. Quizá debería intentarlo a la manera de Ivy. Al menos mientras no me sintiese incómoda ni perdiese el control. Solo una vez. Era mejor pasar un momento de vergüenza que toda esta confusión. Y este aturdimiento. Y este sufrimiento.

 

Sonó la campanita que había en la puerta principal y yo pegué un respingo. Cuando levanté la cara vi a Jenks con un gesto de esperanza, pero luego pareció tener miedo. Si le había ocurrido algo a Ivy, no recibiría una llamada de teléfono, sino que aparecería un agente de la SI con cara de palo y me diría que mi compa?era de piso estaba en la morgue municipal.

 

—Ya voy yo —dije. La silla chirrió al levantarme. Fui corriendo al santuario con la esperanza de que fuese Ivy, que venía cargada con todas sus cosas y necesitaba que alguien le abriese la puerta.

 

—Estoy justo detrás de ti —dijo Jenks con un tono lúgubre mientras se reunía conmigo en el pasillo.

 

 

 

 

 

21.

 

 

Tenía un nudo en el estómago cuando abrí las grandes puertas de roble y vi a Ceri. Jenks y yo forzamos una sonrisa y nos sentimos aliviados y decepcionados al mismo tiempo al verla brillando bajo el sol, con su hermoso y largo pelo flotando y un regalo blandito en las manos. Llevaba puesto un vestido veraniego de lino hasta los tobillos e iba descalza, como siempre. No me sorprendió ver a Rex, la gata de Jenks, a sus pies. La gatita naranja estaba ronroneando y frotándose contra sus tobillos.

 

—?Feliz cumplea?os! —dijo alegremente la mujer de aspecto joven.

 

Jenks descendió un metro.