—?Bruja estúpida! Si no es una, es la otra. Todas las mujeres sois tontas. ?Ella te tira los tejos y tú lo jodes todo dejándole a Kisten que te muerda para sentirte segura en tus juegos sexuales? —Vino disparado hacia mí y yo me puse al otro lado de la isla de la cocina, pero como podía volar por encima de ella no sirvió de mucho—. ?Y luego intentas comprarme con dulce de azúcar y miel? Pues puedes hacerte pinchos morunos con mis zurullos de libélula porque no pienso dejar que ninguna de vosotras dos me jodáis más la vida.
—?Eh! —chillé poniéndome en jarras e inclinándome para acercar mi nariz a pocos centímetros de él—. ?Kisten no me ha mordido! Nunca mencionó que yo no pudiese morderlo. ?Solo dijo que él no podía morderme!
Jenks me se?aló con un dedo. Tomó aire y luego dudó.
—?No te ha mordido?
—?No! —chillé para quemar algo de adrenalina—. ?Crees que soy estúpida? —Levantó una mano y yo a?adí—: No respondas a eso.
Se posó sobre la encimera con los brazos cruzados y agitando las alas.
—Eso no quiere decir que esté bien —dijo con aire triste—. Sabías que a ella le molestaría.
Cabreada, di un manotazo sobre la encimera y él salió volando.
—?No puedo vivir mi vida según lo que le moleste o no a Ivy! ?Kist es mi novio! Que Ivy me tirase los tejos no cambia eso y me acostaré con quien quiera y como quiera, ?maldita sea!
Jenks se posó en la encimera y dejó de mover las alas. Mientras lo miraba me sentí realmente culpable. Deseaba que fuese más grande para poder darle un abrazo y decirle que todo iba a salir bien, cualquier cosa para hacer desaparecer aquella mirada de traición y enfado. Pero él no dijo nada.
Suspiré, giré una silla y me senté al revés. Doblé los brazos sobre la encimera y apoyé la cabeza en ellos para que mis ojos estuviesen al nivel de los suyos. él no me miraba.
—Jenks —dije con suavidad cuando adoptó un aire despectivo y se puso a mover las alas—. Todo irá bien. La encontraré y se lo explicaré. —Estiré la mano y lo rodeé con ella en un gesto de protección—. Lo entenderá —dije mientras miraba el pastel y notaba el sentimiento de culpa que transmitía mi voz—. Tiene que entenderlo.
él me miró sin descruzar los brazos.
—Pero se ha ido —dijo lastimosamente.
Yo moví la mano que tenía junto a él con un gesto de desesperación.
—Ya sabes cómo es. Solo necesita tranquilizarse. ?Quizá se ha ido a pasar el fin de semana con Skimmer?
—Se ha llevado el ordenador.
Miré el espacio vacío e hice una mueca de dolor.
—No puede haberlo averiguado tan rápido. ?A qué hora se fue?
—Justo antes de medianoche. —Dejó de caminar y me miró de reojo—. Fue muy raro. Como esa película en la que el tío recibe una llamada y eso hace que se desencadenen una serie de acciones programadas en él hacía tiempo. ?Cómo se llamaba esa película?
—No lo sé —murmuré, contenta de que ya no me chillase. No podía haberse marchado por esto. A esa hora Kisten y yo ni siquiera habíamos cenado.
—No me quiso contestar —dijo. Jenks se puso a caminar de nuevo. Lo observé y me pregunté qué parte de su perorata se había debido a lo mucho que le preocupaba que Ivy encontrase en mí una salida fácil a su ira—. Simplemente hizo las maletas, recogió el ordenador y su música y se marchó.
Miré la nevera y al imán en forma de tomate que antes sujetaba nuestra foto.
—Se ha llevado nuestra foto.
—Sí.
Me levanté. Había ocurrido algo, pero era poco probable se hubiese enterado de lo de Kisten y yo, aunque no tenía forma de averiguarlo hasta que volviese. Solo se lo había contado a Jenks y había vuelto a casa en autobús, así que ni siquiera Steve podría haber olido la sangre de Kisten en mí.
—?Quién la llamó? ?Skimmer? —pregunté. Pensé que quizá podrían haberla llamado para una misión urgente. ?Una misión urgente a la que no se había llevado a Jenks ni le había dicho de qué iba?
—No lo sé —dijo Jenks—. Yo entré cuando oí el ruido de su ordenador al apagarse.
Pensé en aquello frunciendo los labios.
—?Por qué, Rachel? —preguntó Jenks con voz de cansancio.
Yo solo moví los ojos.
—Ella no se ha marchado porque le haya mordido a Kísten.
Su rostro angular mostraba angustia.
—Quizá alguien lo averiguó y la llamó.
Se me pasó por la cabeza lo que sería capaz de hacer Ivy en pleno ataque de rabia y agarré el bolso. Las horas no coincidían, pero aun así…
—Quizá debería llamar a Kisten.
él asintió con preocupación y se acercó mientras yo pulsaba las teclas. Me puse el teléfono a la oreja y ambos lo escuchamos sonar hasta que saltó el contestador.
—Eh, Kisten —dije mirando a Jenks—, llámame cuando oigas el mensaje. Ivy no estaba en casa cuando volví. Se ha llevado el ordenador y su música. No creo que se haya enterado, pero estoy preocupada. —Quería decir más cosas, pero no había más que decir—. Adiós —susurré, y pulsé la tecla de colgar. ?Adiós? Por el amor de Dios, parecía una ni?a peque?a perdida.
Jenks me miró y sus alas recuperaron el color.