Ambos notamos de repente una oleada y yo sentí la fuerza y la satisfacción del poder. Se me pasó fugazmente por la cabeza el miedo a lo que ocurriría ma?ana. Lo agarré por el cuello y me moví contra él y sentí como me invadía la dominación y deseo.
Tenía el corazón acelerado. El olor a cuero y a vino me trajo recuerdos y me apreté contra él. Sus labios se separaron y, al sentir que su ímpetu resonaba en mi interior y despertaba todas y cada una de mis células, ignoré la parte de mí que se negaba a probar la sangre de otro y uní sus labios a los míos.
Kisten exhaló con una euforia afligida. Disminuí la presión del beso recorriendo con indecisión sus dientes con mi lengua mientras nos movíamos juntos, doblemente unidos. Me latía con fuerza el corazón y ya no me importaba lo que pudiese pasar. Si movía las manos para tocarlo me caería y, además, quería quedarme donde estaba, sujetándolo con mis piernas, sintiéndolo en mi interior. Nuestras bocas se movieron al compás, embriagadas por el deseo y, en un descuido, le mordí los labios. No duró mucho.
La sangre fluyó. Mi cuerpo sufrió una sacudida con un espasmo. Oh, Dios. Aquello era increíble. Lo era todo.
Rebosante y viva, probé la sangre de vampiro. Al saborearla me aferré a Kisten, incapaz de respirar, incapaz de separarme debido al éxtasis que me envolvía. De repente me sobrevino el hambre y entonces comprendí lo que Ivy y Kisten luchaban por contener cada día y lo bien que sentaba saciarla. Era el reflejo del hambre de Kisten lo que sentía, sin miedo.
Esto no está mal, pensaba mientras Kisten me agarraba con fuerza. El hambre demandaba más y aumenté la intensidad de nuestro beso. Solo existía esto. Esto era todo. Era la chispa de la vida, agrupada y seleccionada, destilada en un sentimiento. Y con el hambre de Kisten resonando en mi interior, le extraje sangre haciéndola mía. La sangre de vampiro no me haría más fuerte, más rápida ni me haría vivir para siempre. Pero era como una descarga. Un subidón único. Sentí como su aura se mezclaba con la mía, compartiendo el mismo espacio mientras le chupaba la sangre.
Su sangre me transmitió un torbellino de necesidad y dolor. él gimió y, mientras volvía a succionar su sangre, lo agarré más fuerte y no lo solté. Podía sentir que estábamos llegando al clímax. Estaba allí, casi lo tocaba con la punta de mis dedos.
él sacudió los brazos. Yo respiré con dificultad, intentando tomar aire. él emitió un sonido salvaje y me apretó más contra él. Su sangre era pensamiento líquido que corría a toda velocidad para encenderme. Podía sentir a Kisten dentro de mí y me apreté más contra él, desesperada.
Y entonces llegó.
Eché la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados. No pude hacer nada mientras un ba?o de sensaciones me invadía, nos invadía. Todas mis células zumbaron al liberarse, dejando tras de sí un clímax tan intenso que lo único en que pensábamos era en que no terminase.
Kisten se sacudió y se tambaleó. Desapercibidos de todo, nos quedamos suspendidos en el delirio que nos invadía.
—Dios mío —gimió él, satisfecho y desesperado al mismo tiempo, intentando alargar aquella sensación. Y al decir aquellas palabras, desapareció. Se fue.
Yo intenté coger aire y me desplomé. Mis músculos no me sostenían y empecé a caer.
—Dios mío —repitió, esta vez preocupado mientras me agarraba y me llevaba a la cama. Yo sentí como mi cuerpo se relajaba y él se acercó a mí.
—Rachel… —dijo mientras me sostenía la cabeza entre sus manos.
—Estoy bien —dije jadeando, temblando mientras buscaba a tientas la cama y estiraba un brazo para mantenerme erguida. Me estremecí de frío mientras mi cuerpo intentaba recuperarse, y Kisten me acercó a él. Sangre de vampiro y sexo.
Joder, pues no bromeaban. Era tan bueno como para matar a alguien para conseguirlo.
él se acercó a la cabecera y nos colocamos en una postura casi erguida, con sus cálidos brazos a mi alrededor.
—?Estás bien? —preguntó.
—Sí. —No me podía mantener de pie, pero estaba bien. Estaba mejor que bien. ?Y le había tenido miedo a esto?
Yo le puse la mano en el pecho, al descubierto por la camisa abierta. Con el pulso más calmado, le acaricié la piel, sintiendo su suavidad. Busqué mis pantalones y los vi tirados delante de la cómoda. Kisten todavía llevaba puestos los suyos. Más o menos. Me invadió una gran felicidad y sonreí, cansada y exhausta. Podía oír como los latidos de su corazón se volvían más lentos.
—?Kisten?
—?Mmm?
El sonido retumbó en su pecho y luego en mi interior. Rebosaba paz, y me acurruqué más cerca de él. Kisten buscó a tientas la colcha y nos cubrió con ella.
—Ha sido increíble —dije, y me dio un escalofrío al sentir el contacto de la seda de la colcha—. ?Cómo… cómo consigues trabajar y hacer una vida normal sabiendo que esto está ahí?
Kisten me abrazó más fuerte. Levantó una mano y detuvo el movimiento de la mía sobre su piel.
—No lo piensas —dijo en voz baja—. Y tú eres un sabroso tentempié. Inocente y complaciente.