Por unos demonios más

Agarré la percha y la metí en mi armario. ?Por qué estaba preocupada por lo que me iba a poner? Debería preocuparme el foco y quién estaba matando hombres lobo para encontrarlo. No conseguía creerme que el se?or Ray y la se?ora Sarong no fuesen responsables. Y, siendo realista, solo era cuestión de tiempo que descubriesen mi farol y viniesen a por mí.

 

Ceri frunció el ce?o mirando a Jenks cuando me giré. Al ver que la estaba mirando, cambió la dura reprimenda silenciosa a Jenks por una sonrisa de preocupación dirigida a mí.

 

—Creo que te pega —dijo—. Tendrás un aspecto… único. Y tú eres una persona única.

 

—Va a parecer una puta barata.

 

—?Jenks! —exclamó Ceri, y él se apartó de su alcance y se sentó sobre el espejo de mi cómoda. Afligida, miré mi armario.

 

—?Sabes qué? Me voy a poner la camisa que me acabas de regalar. Con unos vaqueros. Y si voy demasiado informal me pondré unas joyas.

 

—?De verdad? ?Quieres ponerte la camisa que yo he elegido? —dijo Ceri tan feliz que me pregunté si Jenks le habría dado una pista sobre qué comprar para esta ocasión. él tenía pinta de engreído y Ceri tenía las orejas tan rojas como la camisa. Entrecerré los ojos en un gesto de sospecha y la delgada mujer desvió su atención al traje de dama de honor de encaje negro y tocó la delicada tela.

 

—Este es bonito —dijo—. ?Te lo puedes quedar después de la boda?

 

—Seguramente —dije mientras pasaba las manos por las mangas de encaje. Me taparían las puntas de los dedos, y el corpi?o que iba por dentro del vestido me resaltaría la cintura. No volvería a estar en otra recepción en la que pudiese ponerme algo tan elegante, pero de todas formas me hubiera gustado quedármelo. Tenía una abertura en el lado, pero hecha de tal manera que no se ense?aba nada, solo dejaba entrever la pierna de vez en cuando.

 

—La perra esa todavía no se ha decidido por ningún vestido —dije amargamente—. Si elige el otro les doblaré la tarifa. Digamos que es una prima por riesgo. Míralo. —Se?alé con desprecio el cuello ribeteado de encaje que llegaba tan abajo que haría que pareciese que no tenía pecho—. No tiene curvas. Es un tubo recto de los hombros al suelo. No podré correr si lo necesito, y mucho menos bailar, a menos que me levante esa cosa por encima de las rodillas. ?Y qué me dices del encaje? —Toqué la capa exterior intentando ocultar el horrible color de sopa de guisantes como si me avergonzase de él y sentí que los bordes ásperos del encaje de segunda se me enganchaban entre los dedos—. Se va a enganchar en todo. Voy a parecer un maldito pepino de mar.

 

Aquello no provocó la sonrisa que esperaba y, cuando mis ojos se encontraron con los de Jenks, él miró a Ceri con la frente ligeramente arrugada y se encogió de hombros. Rex se sentó a sus pies como si pudiese captar su atención si la miraba durante el tiempo suficiente.

 

—?Se va a casar con una mujer lobo? —dijo Ceri, con una voz extra?amente suave en ella.

 

—No. Lo de perra era un insulto. —Aparté el vestido verde lejos de mí. No quería hablar de ello.

 

Jenks se trasladó al estante del armario.

 

—No conozco a Ellasbeth, pero parece más irritable que el culo de un bebé cagado.

 

Aunque asquerosa, era una descripción bastante acertada.

 

—Bonita comparación, Jenks —murmuré.

 

Los delgados dedos de Ceri recorrían las minúsculas puntadas de la manga negra. Ni siquiera creo que me hubiese oído, con lo prendada que se había quedado del vestido.

 

—Tiene que ser increíble bailar con este. Si elige el otro, o es una idiota, o una sádica.

 

—Sádica —dijo Jenks sacudiendo los pies—. Ojalá hiciesen cámaras de mi tama?o. Sé que el Hollows Observer pagaría una pasta por una foto de Rachel y Trent bailando.

 

—Ya —le espeté mientras cogía con cuidado el precioso vestido y lo metía en el armario, que estaba recién ordenado gracias a Newt—. Cuando las ranas críen pelo.

 

—Tienes que hacerlo —dijo él. Las chispas que soltaba se estaban volviendo plateadas—. Es la tradición.

 

Yo suspiré. Sí, probablemente tendría que bailar con él si estaba en la celebración de la boda. Ceri tenía una sonrisa perversa.

 

—Bueno, pero no voy a disfrutar con ello —dije intentando no pensar en su culo prieto y lo bien que le quedaba el esmoquin. Mi altura quedaba bien con su clase y sería divertido ver a Ellasbeth cabreada. Cerré la puerta del armario sonriendo—. ?Sabéis lo difícil que es bailar una canción lenta con una pistola atada al muslo?

 

—No. —Jenks me siguió a la cocina y Ceri y la gata vinieron detrás.

 

—?Dónde está el ordenador de Ivy? —preguntó Ceri cuando entramos, y yo sentí vergüenza.

 

—No lo sé. —Se me hizo un nudo en el estómago al mirar su rincón vacío—. He pasado la noche con Kisten y cuando volví a casa no estaba.

 

Con el rostro sereno y vacío, la elfa levantó la vista del fregadero donde estaba llenando la tetera de cobre. Miró los pasteles colocados en el plato, luego al café y luego el trozo de dulce de azúcar. Pero hasta que vio la miel no lo entendió.

 

—Se ha ido —dijo Ceri mientras cerraba el grifo con demasiada fuerza—. ?Qué ha pasado?