Una de ellas enterró la cabeza entre la hierba y, cuando volvió a sacarla, tenía una lagartija colgando del pico. La grulla estiró el cuello, sacudió la cabeza y se la tragó sin contemplaciones.
Empezaba a despertar el coro del amanecer: zanates, turpiales y ruise?ores anunciaban con sus cantos el comienzo de un nuevo día desde los árboles que había al otro lado de la verja.
—Creo que es hora de volver a casa —dijo Gordo Charlie—. Con un poco de suerte, a lo mejor me encuentro con que ella se ha ocupado ya de echarle. Entonces, todo volverá a la normalidad. No me será difícil aclarar las cosas con Rosie.
Un moderado optimismo empezaba a aflorar en su ánimo. Aquél iba a ser un buen día.
Según los cuentos más antiguos, Anansi, al igual que tú y que yo, vive en su casa. Es codicioso, por supuesto que sí, y también lascivo, tramposo, y un consumado embustero. Pero también tiene buen corazón, y buena suerte y, a veces es, incluso, sincero. Unas veces es bueno, otras veces es malo. Malvado, jamás. Las más de las veces, uno está de parte de Anansi. Y esto es así porque Anansi es el due?o de todos los cuentos. Fue Mawu quien, en el amanecer de los tiempos, le regaló todos los cuentos. Primero se los quitó al Tigre y, luego, se los regaló a Anansi que, desde ese momento, va tejiendo poco a poco una preciosa red con todos ellos.
Según todos los cuentos, Anansi es una ara?a, pero también un hombre. No es difícil tener en la cabeza dos ideas al mismo tiempo. Hasta un ni?o puede hacerlo.
Las abuelas y las tías que viven en las costas del áfrica occidental fueron las primeras en contar a sus nietos y sobrinos los cuentos de Anansi; desde allí se extendieron por todo el Caribe hasta llegar a todos los rincones del mundo. Con aquellos cuentos se escribieron después cientos de miles de libros infantiles y, de este modo, el viejo Anansi dio la vuelta al mundo con sus divertidas jugarretas. El problema es que las abuelas, las tías y los se?ores que escriben libros para ni?os suelen omitir cosas, porque no todos los cuentos son apropiados para los ni?os.
Este es uno de esos cuentos que no encontraréis en ningún libro de cuentos infantiles. Yo lo he titulado así:
?Anansi y la Mujer Pájaro?
A Anansi no le caía bien la Mujer Pájaro, porque cuando ésta tenía hambre comía muchas cosas, entre ellas, ara?as. Y siempre tenía hambre.
Hubo un tiempo en el que fueron amigos, pero ya no lo eran.
Un día, Anansi salió a dar un paseo y vio un agujero en el suelo que le dio una idea. Puso unas ramitas secas en el fondo del agujero y les prendió fuego, y sobre ese fuego puso un puchero en el que fue echando raíces y hierbas. Entonces, se puso a correr y a bailar alrededor del puchero mientras gritaba: ?Me encuentro bien, me encuentro taaaan bien... ?Ya no me duele nada y no me he sentido tan bien en toda mi vida!?.
Armaba tal escándalo que la Mujer Pájaro lo oyó y bajó volando para ver a cuento de qué se había armado todo ese follón. Y le preguntó: ??Qué es eso que cantas? ?Por qué te comportas como un lunático, Anansi??.
Anansi siguió cantando: ?Tenía tortícolis y me dolía mucho, pero ya no me duele. Me crujían los huesos, pero ahora soy tan flexible como un junco, y tan suave como la Serpiente a la ma?ana siguiente de haber mudado la piel. Soy increíblemente feliz y ya siempre estaré en forma, porque conozco un secreto que todos los demás ignoran?.
??Qué secreto??, le preguntó la Mujer Pájaro.
?Mi secreto —le respondió Anansi—. Ahora todos me ofrecerán sus más preciados tesoros a cambio de que les cuente mi secreto. ?Yupi! ?Yipiii! ?Estoy de maravilla!?
La Mujer Pájaro dio unos saltitos para acercarse un poco más y ladeó la cabeza. Entonces fue y le preguntó: ??Me contarás tu secreto??.
Anansi miró a la Mujer Pájaro con aire suspicaz y se colocó delante del puchero, que hervía a borbotones.
?Me parece que no —dijo Anansi—. Puede que no haya suficiente para los dos. No te ofendas.?
Y la Mujer Pájaro le dijo: ?Mira, Anansi, ya sé que no siempre hemos sido buenos amigos. Pero te propongo una cosa: tú compartes tu secreto conmigo y yo te prometo que ningún pájaro volverá a comerse jamás a ninguna ara?a. Seremos amigos hasta el fin de los tiempos?.
Anansi se rascó la barbilla y negó con la cabeza. ?Es un secreto muy grande y muy importante que te devuelve la juventud y te llena de energía y estimula la libido y te quita todos los dolores de una vez para siempre.?
La Mujer Pájaro se atusó las plumas y volvió al ataque: ?Oh, Anansi, seguro que ya te has dado cuenta de que siempre me has parecido un hombre enormemente atractivo. ?Por qué no te vienes a retozar conmigo entre los matorrales que hay junto al camino? Seguro que puedo hacerte olvidar todos esos recelos que te impiden revelarme tu secreto?.