No pude verlo y me dio la sensación de que se encogía de hombros.
—Aún no ha preguntado nunca por eso, y tengo la vaga impresión de que no le gustaría demasiado saber que usamos su querido laboratorio de alquimia como pista de despegue y de aterrizaje. Ve con cuidado, está todo lleno de cosas frágiles...
Avanzamos a tientas hasta la puerta. Fuera, en el pasillo, Gideon encendió una antorcha y la arrancó de su soporte. La luz proyectó siniestras sombras temblorosas en la pared, e instintivamente me acerqué un poco más a él.
—?Cómo demonios era esa maldita contrase?a? Solo para el caso de que alguien te dé con un palo en la cabeza...
—?Qui nescil dissimulare nescit regnare?
—?Nunca te cansas de saberlo todo?
Se rió y volvió a colocar la antorcha en su soporte.
—?Qué estás haciendo?
—Es solo un momento... Es que antes... Mister George nos ha interrumpido cuando quería decirte algo importante.
—?Es por lo que te expliqué ayer en la iglesia? Bueno, puedo entender que me tomes por loca después de eso, pero tampoco va a ayudarme un psiquiatra.
Gideon arrugó la frente.
—?No podrías mantener la boca cerrada unos segundos, por favor? Tengo que armarme de valor para hacerte una declaración de amor. No tengo ninguna práctica con estas cosas.
—?Cómo dices?
—Me he enamorado de ti, Gwendolyn —dijo con seriedad. Se me encogió el estómago. Pero esta vez no era de miedo, sino de alegría.
—?De verdad?
—Sí, ?de verdad! —A la luz de la antorcha vi que Gideon sonreía—. Ya sé que no hace ni una semana que nos conocemos, y que al principio te encontré bastante… infantil, y supongo que también me comporté como un imbécil contigo. Pero es que eres terriblemente complicada, uno nunca sabe que será lo próximo que harás y en algunas cosas eres espantosamente… ejem…torpe. A veces sencillamente me vienen ganas de sacudirte.
—Vale, la verdad es que se nota que no tienes ninguna práctica en declararte —dije.
—Pero luego vuelves a ser tan divertida e inteligente y tan indescriptiblemente dulce —continuó Gideon, como si no me hubiera oído—.
Y lo peor es que basta con que estés conmigo en la misma habitación para que enseguida tenga necesidad de tocarte y de besarte...
—Si, eso es realmente terrible —susurré, y me dio un vuelco el corazón cuando Gideon me sacó la aguja del sombrero, lanzó lejos al monstruo emplumado, me atrajo hacia sí y me besó.
Aproximadamente tres minutos después, me apoyé con la espalda contra el muro, sin aliento, e intenté mantenerme erguida.
—Eh, Gwendolyn, no tienes más que respirar normalmente, aspira y espira — dijo Gideon divertido.
Le di un empujoncito en el pecho.
—?Para ya! Es insoportable lo creído que eres.
—Lo siento. Solo es que... es una sensación tan fantástica saber que por mí te olvidas de respirar... —Volvió a coger la antorcha del soporte—. Vamos, ven conmigo. Seguro que el conde ya está esperando.
Cuando giramos para entrar en el siguiente corredor, me acordé del sombrero, pero no tenía ningunas ganas de regresar para recogerlo.
—Es curioso, pero ahora mismo estoy pensando que volveré a disfrutar de verdad de estas aburridas veladas para elapsar al a?o 1953 —dijo Gideon —. Solo tú, la prima Sofá y yo… Nuestros pasos resonaban en los largos corredores, y poco a poco fui emergiendo de mi nube de algodón rosa para recordar donde estábamos.
O en qué época estábamos.
—Si yo cogiera la antorcha, tú podrías desenvainar la espada —propuse—.
Solo por precaución. De hecho, ?en qué a?o exactamente recibiste el golpe en la cabeza? —Esa era una de las muchas preguntas que Leslie me había escrito en la hoja y que debía hacer cuando lo permitieran mis hormonas.
—Acabo de darme cuenta de que yo te hecho una declaración de amor, pero tú a mí no —dijo Gideon.
—?No lo he hecho?
—En todo caso, no con palabras. Y no estoy muy seguro de que eso cuente.
?Chisssst!
Lancé un chillido, porque una gorda rata de color marrón oscuro había cruzado directamente delante de nosotros con toda tranquilidad, como si no le inspiráramos ningún miedo. A la luz de la antorcha, sus ojos relucían con un brillo rojizo.
—?Estamos vacunados contra la peste? —pregunté, y me agarré con más fuerza a la mano de Gideon.