—Solo tienes que preocuparte de que la corbata no se te meta en la sopa —a?adí yo—. A mí me pasa continuamente. Leslie asintió.
—Además, generalmente la comida es horrible, pero, por lo demás, tampoco se está tan mal aquí. Estoy segura de que pronto te encontrarás como en casa.
—Tú no has estado nunca en Sudáfrica, ?verdad? —preguntó Raphael con cierta amargura.
—No —dijo Leslie.
—Se ve. Nunca podré sentirme como en casa en un país en el que llueve veinticuatro horas al día.
—A los ingleses no nos gusta que siempre se hable tan mal del tiempo que tenemos —observó Leslie—. Ah, ahí viene mistress Counter. Estás de suerte, porque es un poco francófila. Estará encantada contigo si de vez en cuando cuelas un par de palabras en francés al hablar.
—Tu es mignonne —dijo Raphael.
—Lo sé —replicó Leslie mientras me arrastraba hacia delante—. Pero yo no soy francófila.
—Le gustas —dije al tiempo dejaba caer los libros sobre mi mesa.
—Por mí perfecto —dijo Leslie—. Por desgracia, no es mi tipo. Me eché a reír.
—?Sí, claro!
—Oh, vamos, Gwen, ya es suficiente con que una de las dos haya perdido la razón. Conozco a esos tipos. No traen más que problemas. Además, solo está interesado en mí porque Charlotte le ha dicho que soy una chica fácil.
—Y porque te pareces a tu perro Bertie —dije.
—Sí, exacto, y por eso. —Leslie rió—. Además, ya verás como se olvida de mí en cuanto Cynthia se le eche encima. Mira, ha hecho una visita extra a la peluquería, lleva mechas nuevas.
Pero Leslie se equivocaba. Estaba claro que Raphael no tenía mucho interés en hablar con Cynthia. En el descanso, mientras estábamos sentadas en el banco bajo el casta?o y Leslie estudiaba de nuevo la hoja con el código del Caballero Verde, Raphael se acercó paseando, se sentó junto a nosotras sin que le hubiéramos invitado a hacerlo y dijo:
—Oh, fantástico, Geocaching.
—?Qué?
Leslie le miró desconcertada.
Raphael se?aló la hoja.
—?No conocéis el Geocaching? Es una especie de gincana moderna con GPS. Esos números tienen toda la pinta de ser coordenadas geográficas.
—No, solo son... ?De verdad?
—Déjame ver. —Raphael le cogió la hoja de la mano—. Sí. Presuponiendo que el cero antes de las letras es un cero voladito y por tanto representa el ?grado?. Y los trazos son ?minutos? y ?segundos?.
Un grito estridente llegó hasta nosotros. Cynthia le dijo algo a Charlotte en la escalera haciendo aspavientos con los brazos, y a continuación Charlotte nos miró con mala cara.
—?Oh, Dios mío! —dijo Leslie entusiasmada—. Entonces, ?esto significa ?51 grados, 30 minutos, 41.78 segundos norte y 0 grados. 8 minutos, 49.91 segundos este??
Raphael asintió.
—?De manera que describe un lugar? —pregunté.
—Sí, exacto—dijo Raphael— Un lugar bastante peque?o, de unos cuatro metros cuadrados. Y... ?qué hay allí? ?Una caché?
—Ya nos gustaría a nosotras saber qué hay —dijo Leslie—. De momento ni siquiera sabemos dónde está.
Raphael se encogió de hombros.
—Eso es fácil de descubrir.
—?Y cómo? ?Se necesita un GPS? Yo no tengo ni idea de cómo funcionan esos aparatos —dijo Leslie excitada.
—Pero yo sí. Podría ayudarte —respondió Raphael.
?Mignonne? Volví a girar la cabeza hacia la escalera. Ahora, al lado de Cynthia y Charlotte, también estaba Sarah, y las tres nos miraban fijamente con cara de indignación.
—Muy bien. Pero tiene que ser esta tarde —dijo Leslie, que no se había enterado de nada—. No podemos perder más tiempo.
—Yo tampoco tengo tiempo que perder —convino Raphael—. ?Qué te parece si nos encontramos a las cuatro en el parque? Para entonces creo que ya habré podido deshacerme de Charlotte.
Le dirigí una mirada compasiva.
—No pienses que será tan fácil.
Raphael sonrió.
—Creo que me subestimas, peque?a viajera del tiempo.
Podemos ver cómo una taza cae de la mesa y se rompe en pedazos,
pero nunca podremos ver cómo una taza se recompone y vuelve a saltar a la mesa.
Este aumento del desorden o entropía diferencia el pasado del futuro y de este modo otorga al tiempo una dirección.
Podemos ver cómo una taza cae de la mesa y se rompe en pedazos,
pero nunca podremos ver cómo
una taza se recompone y vuelve a saltar a la mesa.
Este aumento del desorden o entropía diferencia el pasado del futuro y de este modo otorga al tiempo una dirección.
Stephen Hawking
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