Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

—?Todo ha... ido bien, entonces? —preguntó mister George inquieto, mirándome de reojo.

—Sí —dijo Gideon arrojando el pa?uelo a un lado—. Todo ha transcurrido exactamente como estaba planeado. Aunque lord Alastair se ha retrasado un poco, ha llegado a tiempo para vernos. —Me dirigió una sonrisa irónica —. Y Gwendolyn ha cumplido magníficamente con su misión. La auténtica pupila del vizconde de Batten no lo habría hecho mejor.

No pude evitar sonrojarme.

—Para mí será una satisfacción informar de ello a Giordano —dijo mister George muy orgulloso, y a?adió ofreciéndome el brazo—: No hubiera esperado otra cosa...

—No, claro que no —murmuré yo.

???

Caroline me despertó con un susurro:

—?Gwenny, deja de cantar! ?Es patético! ?Tienes que ir a la escuela!

Me incorporé de golpe y la miré:

—?He cantado?

—?Qué?

—Has dicho que deje de cantar, ?verdad?

—?He dicho que tienes que levantarte!

—?De modo que no cantaba?

—Dormías —dijo Caroline sacudiendo la cabeza—. Date prisa, ya llegas tarde otra vez. ?Y mamá me ha dicho que te diga que hagas el favor de no usar su gel de ba?o!

Bajo la ducha traté de mantener apartados de mi mente los recuerdos del día anterior; pero no acabé de conseguirlo, y por eso perdí unos cuantos minutos murmurando con la frente apoyada contra la cabina de la ducha: ?Solo ha sido un sue?o, solo ha sido un sue?o?. El dolor de cabeza tampoco contribuía a mejorar las cosas.

Cuando por fin llegué al comedor, el desayuno, por suerte, prácticamente había terminado. Xemerius estaba colgado de la lámpara y balanceaba la cabeza.

—?Qué, ya vuelves a estar sobria, peque?a borrachína?

Lady Arista me repasó con la mirada.

—?Lo de pintarte solo un ojo es intencionado?

—Eh... no.

Quise volver arriba, pero mi madre dijo:

—?Lo primero es desayunar!

Puedes ponerte el rímel después.

—El desayuno es la comida más importante del día —completó la tía Glenda.

—?Tonterías! —dijo la tía Maddy, que estaba sentada en batín en el sillón reclinable ante la chimenea y se sujetaba las rodillas con los brazos como una ni?a peque?a—. También te puedes saltar el desayuno; así se ahorran un montón de calorías que se pueden invertir por la noche en un vasito de vino. O en dos o tres.

—Parece que el gusto por las bebidas alcohólicas viene de familia —dijo Xemerius.

—Sí, como puede comprobarse muy bien en tu figura —susurró la tía Glenda.

—Me gusta estar un poco gordita, pero no que me tomen por sorda, Glenda —dijo la tía Maddy.

—Hubiera sido mejor que te quedaras en la cama —dijo lady Arista—. El desayuno es más relajado para todos cuando te duermes.

—?Es que por desgracia no he podido elegir! —exclamó la tía Maddy.

—Ha vuelto a tener una visión esta noche —me explicó Caroline.

—Sí, ya lo creo —dijo la tía Maddy—. Y ha sido horroroso. Tan triste. Me ha dejado destrozada. Había ese precioso corazón de rubí pulimentado que resplandecía al sol... Estaba arriba de todo, en un saliente de la roca.

No estaba segura de querer oír lo que seguiría.

Mamá me sonrió.

—Come algo, cari?o. Al menos un poco de fruta. Y no hagas caso. —Y entonces pasó ese león... —La tía Maddy suspiró—. Con su magnífico pelaje dorado...

—Uuuh —soltó Xemerius—. Apuesto a que también tenía unos ojos verdes resplandecientes.

—Tienes rotulador en la cara —le dije a Nick.

—Chissst, calla —replicó—, ahora es cuando se pone emocionante.

—Y cuando el león vio el corazón ahí en la roca, le dio un golpe con su zarpa y el corazón cayó al precipicio, a muchos, muchos metros de profundidad —dijo la tía Maddy llevándose dramáticamente la mano al pecho—. Al chocar contra el fondo, se rompió en cientos de pedacitos, y cuando miré mejor, vi que eran gotas de sangre...

Tragué saliva. De repente me sentía mareada.

—Ups —dijo Xemerius.

—?Y qué pasó después? —preguntó Charlotte.

—Nada más —dijo la tía Maddy—. Ya fue bastante terrible.

—Oh —dijo Nick decepcionado—. Había empezado tan bien...

La tía Maddy le fulminó con la mirada.

—?Yo no me dedico a escribir guíones, muchacho! —le espetó enfadada.

—Gracias a Dios —murmuró la tía Glenda. Luego se volvió hacia mí, abrió la boca y volvió a cerrarla.

En su lugar habló Charlotte.

—Gideon me ha explicado que superaste bien lo de la soireé. La verdad es que me sentí muy aliviada al saberlo. Creo que todos lo hicieron.

La ignoré y dirigí una mirada cargada de reproche a la ara?a del techo.

—Bueno... ayer por la noche quería contarte que la metomentodo se quedó a cenar en casa de Gideon; pero... ?Cómo podría expresarlo?... Tú estabas, de algún modo, un poco... indispuesta —dijo Xemerius.

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