—Supongo que te irías a la cama enseguida.
—Hummm —dije Solo recordaba vagamente que mi madre me había sacado del pelo los doscientos mil alfileres y que me había dormido antes que mi cabeza tocara la almohada. Pero no pensaba decírselo; al fin y al cabo él había estado divirtiéndose con Charlotte, Raphael y los espaguetis.
Gideon se paró tan de repente que choqué contra él, e instintivamente contuvo la respiración.
—Escucha… —murmuró volviéndose hacia mí—. No quise decírtelo ayer porque pensé que estabas borracha, pero ahora que vuelves a estar sobria y arisca como siempre… Me acarició delicadamente la frente y estuve a punto de hiperventilar al sentir el contacto de sus dedos. En lugar de seguir hablando, me besó. Yo ya había cerrado los ojos antes de que sus labios rozaran mi boca. El beso me embriagó mucho más de lo que lo había hecho el ponche e hizo que se me aflojaran las rodillas y que mil mariposas aletearan en mi vientre.
Cuando Gideon me soltó de nuevo, parecía que se hubiera olvidado de lo que quería decirme. Apoyó un brazo en la pared junto a mi cabeza y me miró muy serio.
—Esto no puede seguir así.
Traté de controlar mi respiración.
—Gwen… Detrás de nosotros, en el pasillo, resonaron unos pasos. Instantáneamente, Gideon retiró el brazo y se volvió. Una fracción de segundo después, mister George apareció entre nosotros.
—Ah, aquí están. Los estábamos esperando. ?Por qué no lleva los ojos vendados Gwendolyn?
—Lo he olvidado completamente. Por favor, hágalo usted mismo —dijo Gideon, y le alargo el pa?uelo negro—. Yo… hum… me adelantaré.
Mister George le siguió con la mirada mientras se marchaba y soltó un suspiro. Luego me miró a mí y volvió a suspirar.
—Pensaba que te había prevenido, Gwendolyn —dijo mientras me vendaba los ojos—. ?Deberías ser más prudente en lo que se refiere a tus sentimientos!
—Psé —contesté yo, tocándome las mejillas, reveladoramente encendidas—.
Pero entonces no deberían dejarme pasar tanto tiempo con él… Porque aquel era un ejemplo más de la típica lógica de los Vigilantes: si hubieran querido impedir que me enamorara de Gideon, también deberían haberse preocupado de que fuera un estúpido sin ningún atractivo. Con cara de bobo, las u?as negras y un defecto de pronunciación. Y lo del violín también habrían podido ahorrárselo.
Mister George me condujo a través de la oscuridad.
—Tal vez sencillamente hace demasiado tiempo que tuve dieciséis a?os. Ya tan solo recuerdo lo impresionable que es uno a esa edad.
—Mister George, no le ha dicho a nadie que puedo ver espíritus, ?verdad?
—No —contestó él—. Quiero decir que lo intenté, pero nadie quiso escucharme. ?Sabes?, los Vigilantes son científicos y místicos, pero la parapsicología no les dice gran cosa. Cuidado, escalón.
—Leslie es mi amiga, aunque probablemente usted ya hace tiempo que lo sabe… bueno, pues Leslie cree que esa… capacidad es la magia del cuervo.
Mister George calló un momento.
—Si. Yo también lo creo —dijo luego.
—?Y en que puede ayudarme exactamente la magia del cuervo?
—Mi querida ni?a, si pudiera responderte a eso… Me gustaría que contaras más con tu sentido común pero… —… pero ?lo he perdido definitivamente, quería decir? —Me eché a reír—.
Probablemente tenga razón.
Gideon nos esperaba en la sala del cronógrafo con Falk de Villiers, que me dirigió un cumplido algo distraído sobre mi vestido mientras ponía en movimiento los engranajes del cronógrafo.
—Bien, Gwendolyn. Es por la tarde, un día antes de la soirée.
—Lo sé —dije, mirando de reojo a Gideon.
—No es una misión especialmente difícil —dijo Falk—, Gideon te llevará arriba, a sus aposentos y luego volverá para recogerte.
Al pensar que tendría que quedarme sola con el conde, me dominó la angustia.
—No tengas miedo —me tranquilizó Gideon—. Ayer se entendieron muy bien ?no? ?Ya no te acuerdas? —Colocó su dedo en el cronógrafo y me sonrió—.
?Preparada?
—Preparada si tú lo estás —dije en voz baja, mientras la sala se llenaba de una luz blanca y Gideon desaparecía ante mis ojos.
Me adelanté un paso y le tendí la mano a Falk.
—La contrase?a del día es ?Qui nescit dissimulare nescit regnare? —dijo Falk mientras apretaba mi dedo contra la aguja.
El rubí brillo y ante mis ojos todo se arremolinó en una corriente roja.
Cuando aterricé, ya había olvidado la contrase?a.
—Todo en orden —dijo la voz de Gideon directamente junto a mí.
—?Por qué está todo tan oscuro aquí? El conde nos esta esperando, ?no?
Podría haber tenido el detalle de encender una vela.
—Es que no sabe exactamente donde aterrizamos —contestó Gideon.
—?Por qué no?