?Cómo? ?De verdad había dicho eso? Realmente aquello ya era demasiado.
Buscando ayuda, miré a Gideon, que tenía una sonrisa un poco tensa, pero no pronunció ni una palabra hasta que lord Brompton sugirió ir a buscar a su mujer y unos vasos de ponche.
—Por favor, lord Brompton, no os molestéis —dijo entonces—. De todos modos, tenemos que despedirnos enseguida. Mi hermana aún se encuentra un poco débil después de su larga enfermedad y no está acostumbrada a acostarse tan tarde. —Volvió a pasarme un brazo por la cintura y con el otro me sujetó el antebrazo—. Como podéis ver, se siente un poco insegura.
?Cuánta razón tenía! El suelo se movía de una forma muy desagradable bajo mis pies. Agradecida, me apoyé en Gideon.
—?Oh, enseguida estaré de vuelta! —exclamó el lord—. Seguro que mi mujer aún podrá convenceros de que os quedéis.
El conde de Saint Germain le miró sonriendo mientras se marchaba.
—Es un alma de Dios. Su ansia de armonía es tan grande que no soportaría que discutiéramos entre nosotros.
Lord Alastair examinó a Gideon con marcada hostilidad.
—En otra época viajaba bajo el nombre de un tal marqués de Welldone, si no recuerdo mal, y hoy parece que es el hijo de un vizconde. Diría que, como vos, vuestro protégé tiene cierta tendencia a la impostura. Es realmente deplorable.
—Se le conoce con el nombre de seudónimo diplomático —dijo el conde sin dejar de sonreír—. Pero vos no entendéis nada de eso. En cualquier caso, he oído que disfrutasteis mucho con el peque?o combate a espada de vuestro último encuentro, hace once a?os.
—Yo disfruto con cualquier combate —replicó lord Alastair, y como si no hubiera oído a su acompa?ante, que había susurrado ?Aniquilad a los enemigos de Dios con las espadas del ángel y el arcángel?, prosiguió sin inmutarse—: Y desde entonces he aprendido algunos trucos. Vuestro protegé, en cambio, parece haber envejecido solo unos pocos días en estos once a?os, y, como yo mismo he tenido ocasión de comprobar, no ha dispuesto de tiempo para mejorar su técnica.
Gideon le dirigió una mirada despectiva.
—?Que vos mismo habéis podido comprobarlo? —dijo riendo—. Para eso deberíais haber estado presente, pero en realidad únicamente enviasteis a vuestros hombres, y para ellos mi técnica resultó más que suficiente. Con lo que de nuevo queda demostrado que es preferible ocuparse de estas cosas en persona —?No habréis...? —Lord Alastair entrecerró los ojos—. Ah, habláis del incidente en Hyde Park del pasado lunes. Cierto, debería haberme encargado yo mismo. Pero solo fue una idea repentina. Sin embargo, sin la ayuda de la magia negra y de una... muchacha, difícilmente hubierais sobrevivido.
—Me alegra que planteéis las cosas con tanta franqueza —dijo el conde—, porque desde que vuestros hombres quisieron atentar contra la vida de mis jóvenes amigos, estoy algo disgustado... Pensaba que yo era la persona en la que concentrabais vuestras agresiones. Estoy seguro de que comprenderéis que no puedo permitir que vuelva a ocurrir nada semejante.
—Haced lo que creáis que debéis hacer, que yo, por mi parte, haré lo mismo —replicó lord Alastair, y su acompa?ante gru?ó roncamente: ??Muerte! ?Muerte al demonio!?, con un tono tan peculiar que no excluí la posibilidad de que llevara una espada láser oculta bajo la capa. En todo caso estaba claro que a aquel hombre le faltaba un tornillo. Encontré que no podía seguir ignorando su extra?a conducta.
—Aunque no hemos sido presentados y sé que también tengo mis problemas con las normas de cortesía actuales —dije mirándole a los ojos—, creo que esos comentarios sobre muertes y demonios son absolutamente inaceptables.
—?No hables conmigo, demonio! —replicó Darth Vader con malos modos—. ?Soy invisible para tus ojos de zafiro! Y tus oídos no pueden escucharme.
—Ya me gustaría —dije, y de pronto desee estar en casa.O al menos en el sofá, por incómodo que fuera el respaldo. Toda la habitación se balanceaba en torno a mí como si estuviera en un barco en alta mar.
Gideon, el conde y lord Alastair parecían haber perdido momentáneamente el hilo de la conversación. Los tres se habían olvidado por completo de lanzarse comentarios crípticos y me miraban con cara de sorpresa.
—Las espadas de mis descendientes hendirán vuestra carne la Alianza Florentina se vengará del da?o causado a mi estirpe y borrará de la faz de la Tierra lo que no es querido por Dios —dijo Darth Vader sin dirigirse a nadie en particular.
—?Con quién estás hablando? —me susurró Gideon.
—Con ese de ahí —contesté, y me apreté un poco más contra él mientras se?alaba a Darth Vader—. Alguien debería decirle que su capa parece...
que no va precisamente a la última moda. Y que yo, si no le importa, no soy ningún demonio, y que tampoco quiero ser perforada por las espadas de sus descendientes ni ser borrada de la faz de la Tierra. Ay.