Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

—No concibas falsas esperanzas. Mi enemigo sigue estando en magnífica forma. Rakoczy le ha visto practicar esgrima esta tarde en Galliano, y esos jóvenes lechuginos no tuvieron la menor oportunidad contra él. Sígueme, estoy ansioso por verle la cara.

—Hoy está tan simpático... —le susurré a Gideon mientras seguíamos al conde—. ?Sabes?, la última vez me dio un susto de muerte, pero hoy casi tengo la sensación de estar hablando con mi abuelo o algo así. De algún modo me gusta este hombre. Ha sido tan amable por su parte regalarte el Stradivarius... Seguro que darían una fortuna por él si se subastara en eBay. Ups, este suelo es tan inestable... —Gideon me rodeó la cintura con el brazo. —Te juro que te mataré cuando hayamos acabado con todo esto —murmuró.

—Oye, ?te parece que hablo raro?

—Aún no —replicó—. Pero estoy seguro de que no tardarás.

—?No os había dicho que llegaría en cualquier momento? —Lord Brompton posó una mano sobre el hombro del hombre resplandeciente y la otra sobre el del conde—. Por lo que me han explicado, no es necesario que haga las presentaciones. Lord Alastair, nunca me habíais mencionado que conocíais personalmente al famoso conde de Saint Germain.

—No es algo de lo que acostumbre alardear —dijo lord Alastair con tono arrogante.

Y el hombre vestido de negro de piel aceitunada, que se encontraba un poco más atrás, a?adió con una voz ronca:

—Así es.

Sus ojos negros echaban chispas, y clavó la mirada en el rostro del conde como si quisiera taladrarlo, sin que quedara la menor duda de que le odiaba hasta lo más profundo de su ser. Por un momento pensé que había escondido una espada bajo su capa y que iba a sacarla en cualquier momento. De hecho, ya de entrada no podía explicarme por qué llevaba esa prenda encima. En primer lugar, hacía bastante calor, y por otra parte, en ese ambiente festivo parecía descortés y extravagante.

Lord Brompton sonrió encantado a todo el grupo, como si no hubiera percibido la hostilidad que se palpaba en el ambiente.

El conde dio un paso adelante.

—?Lord Alastair, qué alegría! Aunque han pasado ya algunos a?os desde nuestro encuentro, nunca os he olvidado —dijo.

Como yo me encontraba detrás de Saint Germain, no podía verle la cara, pero me dio la sensación de que estaba sonriendo. Su voz sonaba cálida y jovial.

—Aún recuerdo nuestras conversaciones sobre la esclavitud y la moral y cómo me sorprendió que fuerais capaz de separar de una forma tan perfecta una cosa de la otra, igual que vuestro padre —El conde nunca olvida nada —dijo lord Brompton entusiasmado—. ?Tiene un cerebro formidable! En los últimos días que he pasado en su compa?ía, he aprendido más que en toda mi vida anterior. ?Sabíais, por ejemplo, que el conde está en disposición de fabricar piedras preciosas artificiales?

—Sí, estaba enterado de eso.

La mirada de lord Alastair se volvió aún más fría, si es que era posible, y su acompa?ante comenzó a respirar con dificultad, como alguien que está a punto de sufrir un ataque de locura homicida. Me quedé con los ojos clavados en su capa, totalmente fascinada.

—La ciencia no es precisamente la afición favorita de lord Alastair, si no recuerdo mal —dijo el conde—. Oh, qué descortesía por mi parte. —Dio un paso a un lado para que el lord pudiera vernos a Gideon y a mí—. Quería presentaros a estos dos encantadores jóvenes. En realidad, para ser sincero, esa es la única razón de que hoy me encuentre aquí. A mi edad, uno evita las reuniones multitudinarias y se va pronto a la cama por la noche.

Al lord casi se le salieron los ojos de las órbitas al ver a Gideon.

Lord Brompton desplazó su voluminoso cuerpo para situarse entre Gideon y yo.

—Lord Alastair, ?puedo presentarle al hijo del vizconde de Bat-ten? Y esta joven es la pupila del vizconde, la encantadora miss Gray.

Por dos motivos diferentes, mi reverencia resultó un poco menos respetuosa de lo que prescribía la etiqueta: primero porque temía por mi equilibrio, y luego porque el lord parecía tan arrogante que me olvidé del todo de que solo representaba a la pupila sin medios del vizconde de Batten. Pero es que yo misma era la nieta de un lord con un largo y glorioso linaje, y además la extracción social ya no desempe?aba ningún papel en nuestra época; se suponía que todos los hombres eran iguales, ?no?

En cualquier otro momento, la mirada de lord Alastair me habría helado la sangre en las venas, pero el ponche era un anticongelante de lo más efectivo, y por eso reaccioné dirigiéndole a mi vez una mirada tan altiva como pude. De todos modos, durante un buen rato no me hizo ningún caso, concentrado como estaba en Gideon, al que no perdió de vista ni un momento mientras lord Brompton charlaba alegremente con nosotros.

Nadie se tomó la molestia de presentar al acompa?ante vestido de negro de lord Alastair, y nadie pareció enterarse cuando me gru?ó, mirándome fijamente por encima del hombro del lord:

—?Tú! ?Demonio de ojos de zafiro! ?No tardarás en viajar al infierno!

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