Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

Lo único triste fue que la canción fuera tan corta. Pensé en a?adir una estrofa de mi propia cosecha, pero aquello solo hubiera estropeado el efecto general, de modo que lo dejé correr. Así que, lamentándolo un poco, canté mis líneas favoritas: ?If you touch me, you'll understand what happiness is. Look, a new day has begun?, y encontré una vez más que aquella canción no podía haber sido escrita concretamente para los gatos.

Tal vez fuera cosa del ponche —en realidad era incluso casi seguro—, pero los invitados a esa soirée parecían haber disfrutado tanto con nuestra actuación como con las arias italianas de antes. En cualquier caso aplaudieron entusiasmados, y mientras lady Brompton se acercaba corriendo, yo me incliné hacia Gideon y dije emocionada:

—?Gracias! ?Ha sido todo un detalle por tu parte! ?Y tocas tan, tan bien!

Gideon volvió a apoyar la cabeza en la mano, como si no pudiera creer lo que había hecho.

Lady Brompton me abrazó y mister Merchant me besó efusivamente en las dos mejillas, me llamó ?garganta privilegiada? y exigió un bis.

Yo me sentía tan a gusto que hubiera continuado enseguida, pero en ese momento Gideon se despertó de su letargo, se levantó y me cogió de la mu?eca.

—Estoy seguro de que Andrew Lloyd Weber estaría encantado si supiera que esta gente ya sabe apreciar su música, pero ahora mi hermana tiene que descansar. Hasta hace una semana tenía una inflamación de la garganta muy fuerte, y por prescripción médica tiene que cuidar su voz. Si no, incluso podría perderla para siempre.

—Por todos los cielos —exclamó lady Brompton—. ?Por qué no nos lo dijisteis antes? ?Pobre criatura!

Yo tarareé para mí, satisfecha, con la boca cerrada, ?I Feel Pret-ty? de West Side Story.

—Yo... Me parece que vuestro ponche es muy especial —dijo Gideon—. Se diría que impulsa a la gente a abandonar toda prudencia.

—Oh, sí, desde luego que lo hace —dijo lady Brompton con una sonrisa radiante, y en voz más baja a?adió—: Acabáis de desvelar el secreto de mis virtudes como anfitriona. Todo Londres nos envidia por la alegría que reina en nuestras fiestas, pero he necesitado a?os para perfeccionar la receta, y no tengo intención de hacerla pública hasta que me encuentre en mi lecho de muerte.

—Qué lástima —murmuré—. Pero es cierto: ?vuestra soirée es mucho más animada de lo que había imaginado! Me habían asegurado que sería una aburrida y ceremoniosa...

—... su gobernanta es un poco conservadora —me interrumpió Gideon—. Y hay que decir que la vida social en Derbyshire es un poco limitada.

Lady Brompton rió entre dientes.

—Oh, sí, estoy convencida. ?Oh, aquí llega por fin lord Alastair!

Nuestra anfitriona miró hacia la puerta, donde lord Brompton saludaba al recién llegado. Era un hombre de mediana edad (aunque resultaba difícil afirmarlo con certeza con esa peluca blanca) que llevaba una levita tan cargada de recamados y piedrecitas brillantes que parecía que emitiera luz como un faro. El hombre que se encontraba a su lado reforzaba aún más esa impresión. Su acompa?ante iba envuelto en una capa oscura y tenía el pelo negro como la pez, y la tez, aceitunada, e incluso desde lejos pude ver que sus ojos, como los de Rakoczy, parecían unos enormes agujeros negros.

En esa reunión tan abigarrada y enjoyada producía el efecto de un cuerpo extra?o.

—Creí que Alastair ya no nos haría el honor de presentarse hoy. Lo que no hubiera sido tan trágico, la verdad. Su presencia no contribuye precisamente a crear un ambiente alegre y relajado. Trataré de endosarle un vasito de ponche y enviarle a jugar a las cartas a la habitación de al lado...

—Y nosotros trataremos de levantarle el ánimo con un poco de canto — a?adió mister Merchant, y se sentó a la espineta—. ?Me haría el honor, lady Lavinia? Cosifan tutte?

Gideon me cogió la mano, la colocó sobre su brazo y me arrastró un poco más lejos.

—?Cuánto has bebido, si puede saberse?

—Unos vasitos —reconocí—. Seguro que el ingrediente secreto es algo más que alcohol. ?Absenta, tal vez? Como en esa película tan triste de Nicole Kidman, Moulin Rouge.

Suspiré.

—?The greatest thing you’ll ever learn is just to love and be loved in return.? Apuesto a que también puedes tocar eso.

—Solo para que quede claro de una vez: detesto los musicales —me espetó Gideon—. ?Crees que aguantarás unos minutos más? Lord Alastair ha llegado por fin, y cuando le hayamos saludado, podremos irnos.

—?Ya? Qué lástima —dije.

Gideon me miró negando con la cabeza.

—Es evidente que has perdido completamente la noción del tiempo. Si pudiera, te metería la cabeza bajo un chorro de agua fría.

El conde de Saint Germain apareció a nuestro lado.

—Ha sido una actuación... muy especial —dijo, y miró a Gideon levantando las cejas.

—Lo siento —contestó Gideon suspirando, y dirigió la mirada a los recién llegados—. Lord Alastair parece haber engordado un poco.

El conde rió.

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