?Dónde se habría metido? La bombilla del techo crepitó, y la luz parpadeó un momento. Hacía bastante frío ahí abajo. Tal vez me habían envidiado a uno de esos crudos inviernos de la posguerra de los que siempre hablaba la tía Maddy. Fantástico. Las tuberías se habrían helado y habría animales muertos tirados por las calles, rígidos por el frío. A modo de prueba, miré si mi respiración formaba nubecillas blancas en el aire; pero no, no se veía nada.
De nuevo parpadeó la luz, y me entró miedo. ?Y si de repente tenía que quedarme ahí sentada a oscuras? Esta vez nadie había pensado en darme una linterna. La verdad es que no podía decirse que se hubieran mostrado muy solícitos conmigo. Seguro que en la oscuridad las ratas se atreverían a salir de sus escondrijos. Tal vez tuvieran hambre… Y donde había ratas, las cucarachas no andaban muy lejos. Quizá incluso el espíritu del templario blanco del que había hablado Xemerius se diera una vuelta por aquí.
Crrrric.
Era la bombilla.
Paulatinamente llegué a la conclusión de que la presencia de Gideon siempre sería preferible a la de las ratas y los espíritus. Pero no venía. En lugar de eso la bombilla volvió a tiritar, como si estuviera en las últimas.
Cuando de ni?a tenía miedo de la oscuridad, siempre cantaba, y eso fue lo que hice ahora instintivamente. Primero muy bajo, y luego cada vez más fuerte. Al fin y al cabo, no había nadie que pudiera oírme.
Cantar me ayudaba a luchar contra el miedo. Y también contra el frío. Al cabo de unos minutos, incluso dejó de parpadear la luz. Aunque volvió a hacerlo de todas las canciones de María Mena, y tampoco pareció entusiasmarle Emiliana Torrini. En cambio, respondía a las antiguas canciones de Abba con una irradiación tranquila y regular. Por desgracia, yo no conocía muchas, y aún menos las letras. Pero la bombilla también aceptaba ?lalala….one chance in a lifetime, lalala? Estuve cantando durante horas. O al menos eso me pareció.
Después de ?The Winter Takes it All? (La canción ideal para las penas de amor de Leslie), volví a empezar con ?I Wonder?, y mientras tanto bailaba por la habitación para no coger frío. Hasta la tercera ?Mamma mia? no me convencí de que Gideon ya no vendría.
?Maldita sea! Habría podido deslizarme hasta arriba sin problemas. Lo intenté con ?Head Over Heels?, cuando estaba con ?You’re Wasting my Time? apareció de pronto junto al sofá.
Cerré la boca y le dirigí una mirada de reproche.
—?Por qué llegas tan tarde?
—Ya me imagino que la espera se te habrá hecho larga. —Su mirada era tan fría y extra?a como antes. Fue hasta la puerta y sacudió el pestillo—. De todos modos, has sido lo bastante inteligente para no salir de la habitación.
No podías saber cuándo vendría yo.
—Ja, ja. ?Se supone que es una broma?
Gideon apoyó la espalda contra la puerta.
—Gwendolyn, conmigo puedes ahorrarte esos aires de inocencia.
No podía soportar esa frialdad en su mirada. El verde de sus ojos, que tanto me gustaba, había adquirido de pronto el color de la gelatina, de la asquerosa gelatina de fruta del comedor de la escuela, para ser precisos.
—?Por qué eres tan… desagradable conmigo? —La bombilla volvió a parpadear. Seguramente echaba en falta mis canciones de Abba— ?No tendrás por casualidad una bombilla por ahí?
—El olor a tabaco te traicionó —dijo Gideon jugueteando con la linterna que llevaba en la mano—. Entonces investigué un poco y sumé dos y dos.
Tragué saliva.
—?Por qué es tan terrible que haya fumado un poco?
—No fumaste. Y no puedes mentir ni la mitad de bien de lo que imaginas. ?Dónde está la llave?
—?Qué llave?
—La llave que te ha dado mister George para que puedas buscarles a él y a tu abuelo en el a?o 1956. —Dio un paso hacia mí—. Si eres lista, la habrás escondido en algún sitio por aquí; si no lo eres, aún la llevarás encima. —Se acercó al sofá, cogió los cojines y los fue tirando uno a uno al suelo—Aquí no está.
Le miré asustada.
—Mister George no me ha dado ninguna llave. ?De verdad que no!
Y eso del humo de tabaco es completamente… —No era solo cigarrillos. También olías a puro—dijo con calma. Su mirada se paseó por la habitación y se detuvo en las sillas apiladas ante la pared.
Yo volvía a temblar de frío, y la bombilla, como si hubiera estado esperando el momento, se puso a parpadear aún más rápido que antes.
—Bueno…—empecé indecisa.
—?Si? —dijo Gideon con un tono exageradamente afable—. ?También te fumaste un puro? ?Además de los tres Lucky Strike? ?Es eso lo que querías decir?
Guardé silencio.
Gideon se agachó e iluminó con la linterna por debajo del sofá.
—?Te escribió mister George la contrase?a en una hoja o te la aprendiste de memoria? ?Y cómo pudiste pasar de nuevo, a la vuelta, ante la Guardia de Cerbero sin que lo mencionaran en el acta?
—Pero ?de qué demonios estás hablando? —pregunté. Pretendía parecer indignada, pero por desgracia sonó algo opacado.
—Violet Purpleplum. Qué nombre más extra?o, ?no te parece? ?No lo habrás oído antes?
Gideon se había vuelto a incorporar y me miraba. No, la gelatina no era una buena comparación para sus ojos. Era más bien un verde fosforescente de residuos tóxicos.
Sacudí la cabeza despacio.