Aunque parecían sacados de un museo, los zapatos —rojos recamados para el vestido rojo, y de color azul claro con hebilla dorada para el vestido de baile— eran asombrosamente cómodos.
—Son los zapatos más bonitos que me he puesto nunca —comenté entusiasmada.
—Apuesto a que sí —dijo madame Rossini radiante de satisfacción—. Muy bien, angelito, pues ya está. Procura irte a dormir pronto hoy, ma?ana te espera un día intenso. —Mientras yo volvía a ponerme mis vaqueros y mi jersey azul marino preferido, madame Rossini colgó los vestidos en los maniquíes. Luego miró el reloj de pared y frunció el entrecejo—. ?Este muchacho, siempre tan impuntual! ?Hace un cuarto de hora que debería estar aquí! Inmediatamente se me aceleró el pulso.
—?Gideon?
Madame Rossini asintió con la cabeza.
—No se toma esto en serio, piensa que no es importante que unos pantalones sienten bien o no. ?Pero no es así! Es de suma importancia cómo quedan unos pantalones.
?Hojible?, ?tejible?, ?espantoso?, ensayé mi nuevo mantra.
Llamaron a la puerta. Fue un ruidito de nada, pero hizo que to-dos mis propósitos se desvanecieran en el aire.
De pronto sentí un ansia irrefrenable de volver a ver a Gideon. Y al mismo tiempo me daba un miedo terrible encontrarme de nuevo ante a él. No podría soportar enfrentarme otra vez a esa mirada sombría.
—Ah —dijo madame Rossini—. Aquí está por fin. ?Adelante!
Todo mi cuerpo se puso rígido, pero no fue Gideon quien entró por la puerta, sino el pelirrojo mister Marley, que, nervioso y cohibido como siempre, balbuceó:
—Tengo que acompa?ar al Ru... hum... a la miss a elapsar.
—Muy bien —dije yo—. Ahora mismo hemos acabado.
Detrás de mister Marley, me sonrió Xemerius. Antes de la prueba lo había enviado fuera.
—Acabo de traspasar a todo un ministro del Interior —dijo alegremente—. ?Ha sido genial!
—?Y dónde está el muchacho? —tronó madame Rossini—. ?Tenía que venir para la prueba!
Mister Marley se aclaró la garganta.
—Hace un momento he visto al Dia... a mister de Villiers hablando con el otro Ru... con miss Charlotte. Estaba en compa?ía de su hermano.
—Tiens! A mí eso me es totalmente indiferente -replicó madame Rossini furiosa.
?Pero a mí no?, pensé. Mentalmente ya le estaba escribiendo un SMS a Leslie. Con una única palabra: ?Haraquiri?.
—Si no aparece aquí enseguida, me quejaré de él ante el gran maestre — dijo madame Rossini—. ?Dónde está mi teléfono?
—Lo siento —murmuró mister Marley, mientras se pasaba tímidamente un pa?uelo negro de una mano a otra—. ?Puedo...?
—Naturalmente —contesté, y me dejé vendar los ojos suspirando.
—Por desgracia, el empollón dice la verdad —dijo Xemerius Tu piedrecita brillante está flirteando con todo descaro con tu prima ahí arriba. Y su guapo hermano igual. No sé qué les ven los chicos a las pelirrojas. Creo que ahora se van juntos al cine. Pero será mejor que no te lo diga; si no, te pondrás a lloriquear otra vez.
Sacudí la cabeza.
Xemerius miró al techo.
—Si quieres podría vigilar qué hacen y te lo digo.
Asentí con energía.
En el largo camino hacia el sótano, mister Marley se mantuvo callado como un muerto, y yo me dediqué a rumiar sobre mi desgracia. Hasta que no llegamos a la sala del cronógrafo y mister Marley me quitó la venda de los ojos, no le pregunté:
—?Adonde piensan enviarme hoy?
—Esto... esperamos al número nueve, hum... a mister Whitman —dijo, y desvió la mirada hacia un punto indeterminado del suelo a mi espalda—. Naturalmente, yo no tengo permiso para hacer funcionar el cronógrafo. Por favor, siéntese.
Pero apenas me había dejado caer en una silla, la puerta volvió a abrirse y entró mister Whitman. Con Gideon pegado a sus talones.
Me dio un vuelco el corazón.
-Hola, Gwendolyn -dijo mister Whitman con su más encantadora sonrisa de ardilla—. Me alegro de verte. —Apartó a un lado la colgadura tras la que se escondía la caja fuerte y a?adió—: Muy bien, vamos a enviarte a elapsar, pues.
Yo apenas oía lo que decía. Gideon seguía muy pálido pero tenía un aspecto mucho más saludable que la noche anterior. El grueso parche blanco había desaparecido, y pude ver la herida junto al arranque del cabello. Tenía sus buenos diez centímetros y estaba cosida con un montón de puntos peque?os. Esperé a que dijera algo, pero se limitó a mirarme.
Xemerius dio un gran salto a través de la pared y aterrizó justo junto a Gideon, dándome un susto de muerte.
—Ups. ?Y aquí estoy otra vez! —dijo—. Quería avisarte antes, de verdad, tesoro, pero no podía decidirme sobre detrás de quién debía correr. Por lo visto, Charlotte ha adoptado por esta tarde el papel de babysitter del guapo hermano de Gideon. Se han ido a tomar un helado juntos. Y luego irán al cine. Diría que los cines son como Jos pajares de la época moderna, ?no?
—?Va todo bien, Gwendolyn? —preguntó Gideon levantando una ceja—. Se te ve nerviosa, ?no te gustaría fumarte un cigarrillo para tranquilizarte? ?Cuál era tu marca preferida? ?Lucky Strike?