Incapaz de reaccionar, seguí mirándole fijamente sin decir nada.
—Déjala en paz —dijo Xemerius—. ?No te das cuenta de que tiene penas de amor, cabeza de chorlito? ?Y por tu culpa además! De hecho, ?qué demonios estás haciendo aquí?
Mister Whitman había sacado el cronógrafo de la caja fuerte y lo había colocado sobre la mesa.
—Bueno, vamos a ver a donde vamos hoy...
—Madame Rossini le espera para la prueba, sir —dijo mister Marley dirigiéndose a Gideon.
—Mierda —exclamó Gideon, y por un momento pareció desconcertado—. Se me ha ido completamente de la cabeza —dijo mirando su reloj—. ?Estaba muy enfadada?
—Daba la impresión de estar bastante enojada —respondió mister Marley.
En ese momento la puerta se abrió de nuevo y entró mister George. Estaba sin aliento, y como siempre que se excitaba, su calva se hallaba perlada de sudor.
—?Qué ocurre aquí?
Mister Whitman torció el gesto.
—?Thomas? Gideon me ha dicho que aún estabas reunido con Falk y el ministro del Interior.
—Y lo estaba. Hasta que he recibido una llamada de madame Rossini y me he enterado de que ya habían pasado a recoger a Gwendolyn para elapsar —contestó mister George. Era la primera vez que le veía realmente furioso.
—Pero... si Gideon ha dicho que nos habías encargado... —replicó mister Whitman totalmente desconcertado.
—?Pues no lo he hecho! Gideon, ?qué está ocurriendo aquí? De los ojillos de mister George había desaparecido todo rastro de benevolencia.
Gideon había cruzado los brazos sobre el pecho. —Pensé que tal vez se alegraría de que le liberáramos de este trabajo —dijo simplemente.
Mister George se secó las gotitas de sudor dándose unos toques con el pa?uelo.
-Gracias por el detalle -respondió con un tono abiertamente sarcástico—, pero no hacía falta. Ahora subirás enseguida a ver a madame Rossini.
—Me gustaría acompa?ar a Gwendolyn —dijo Gideon—. Después de lo que ocurrió ayer, tal vez sería mejor que no esté sola.
—Tonterías —replicó mister George—. No hay ningún motivo para suponer que corra ningún peligro, siempre que no salte demasiado lejos.
—Cierto —dijo mister Whitman.
—?Por ejemplo al a?o 1956? —preguntó Gideon alargando las palabras y mirando a mister George directamente a los ojos—. Esta ma?ana he echado una ojeada a los Anales y debo decir que el a?o 1956 da la impresión de ser un a?o extraordinariamente tranquilo. La frase que aparece con más frecuencia es: ?Ningún acontecimiento digno de mención?. Y esa frase es música para nuestros oídos, ?verdad?
El corazón me palpitaba con violencia. La única explicación que encontraba para la conducta de Gideon era que hubiera descubierto lo que yo había hecho ayer en realidad. Pero ?cómo demonios podía saberlo? Al fin y al cabo solo había olido a tabaco, lo que podía ser sospechoso, pero estaba muy lejos de revelar lo que había ocurrido en 1956.
Mister George le devolvió la mirada sin inmutarse. Como mucho podía decirse que parecía ligeramente irritado.
—No era ninguna sugerencia, Gideon. Madame Rossini está esperando.
Marley, usted también puede irse.
—Sí, se?or, mister George, se?or —murmuró mister Marley, saludando casi como un militar.
Cuando la puerta se cerró tras él, mister George fulminó con la mirada a Gideon, que no se había movido de donde estaba. También mister Whitman le miró con cara de asombro.
—?A qué esperas? —dijo mister George fríamente.
—?Por qué hizo aterrizar a Gwendolyn en plena tarde? ?No es algo que va en contra de las normas? —preguntó Gideon.
—Oh, oh —dijo Xemerius.
—Gideon, no es asunto tuyo... —empezó mister Whitman.
—El momento del día en que aterrizó no tiene ninguna importancia —le interrumpió mister George—. Aterrizó en un sótano cerrado.
—Tenía miedo —intervine apresuradamente, y tal vez con un tono un poco estridente—. No quería estar sola de noche en ese sótano, al lado de las catacumbas...
Gideon me dirigió una rápida mirada y volvió a levantar una ceja.
—Oh, sí, eres una criatura tan asustadiza... ya no me acordaba. —Rió suavemente—. 1956 fue el a?o en el que se hizo miembro de la logia, ?verdad, mister George? Una casualidad muy curiosa.
Mister George arrugó la frente.
—No entiendo adonde quieres ir a parar, Gideon —replicó mister Whitman—, pero te sugiero que vayas a ver a madame Rossini. Mister George y yo nos ocuparemos de Gwendolyn.
Gideon volvió a mirarme.
—Propongo lo siguiente: voy a hacer la prueba y luego me envían detrás de Gwendolyn, no importa adonde. Así no tendrá que tener miedo de nada.
—Excepto de ti —dijo Xemerius.
—Hoy has superado de sobra tu cupo —contestó mi profesor—, Pero si a Gwendolyn le da miedo... -Me dirigió una mirada cargada de compasión.