Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

—Cyn, ya hace medio a?o que no estamos juntos.

—Oh, eso sí que es un fastidio —contestó Cynthia—. Esta vez parece que no habrá bastantes chicos. O traéis alguno vosotras o tendré que eliminar a unas cuantas chicas. A Aishani, por ejemplo, aunque probablemente no quiera venir, porque sus padres no la dejan ir a fiestas mixtas… Oh, Dios mío, ?qué es eso de ahí? ?Alguien puede pellizcarme?

?Eso de ahí? era un chico alto y rubio con el pelo corto. Estaba delante del despacho del director junto con mister Whitman. Y de algún modo me resultaba conocido.

—?Ay! —chilló Cynthia cuando Leslie la pellizcó tal como había pedido.

Mister Whitman y el chico se volvieron hacia nosotras. Y cuando la mirada de esos ojos verdes bajo unas gruesas pesta?as oscuras me rozó, supe enseguida quién era el desconocido. ?Madre mía! Tal vez Leslie debería pellizcarme a mí también.

—Vaya, llegáis en un buen momento—dijo mister Whitman—. Raphael, estas son tres compa?eras tuyas. Cynthia Dale, Leslie Hay y Gwendolyn Shepherd. Chicas, saludad a Raphael Bertelin, a partir del lunes irá a vuestra clase.

—Hola —murmuramos Leslie y yo.

Cynthia dijo:

—?De verdad?

Raphael nos sonrió sin sacarse las manos de los bolsillos de los pantalones. Se parecía mucho a Gideon, aunque era un poco más joven.

Tenía los labios gruesos y la piel bronceada, como si acabara de pasar un mes de vacaciones en el Caribe. Probablemente las felices gentes del sur de Francia tenían todas ese aspecto.

—?Por qué cambias de escuela a mitad de curso?—preguntó Leslie—. ?Has hecho alguna gamberrada?

La sonrisa de Raphael se ensanchó.

—Depende de lo que entiendas por eso —dijo—. En realidad estoy aquí porque estaba harto de la escuela. Pero por alguna razón… —Raphael se ha mudado aquí desde Francia—le interrumpió mister Whitman—. Ahora ven, Raphael, el director Gilles nos espera.

—Hasta el lunes, pues —se despidió Raphael, y tuve la sensación de que se dirigía exclusivamente a Leslie.

Cynthia esperó a que mister Whitman y Raphael hubieran desaparecido en el despacho del director Gilles, y luego levantó los brazos al cielo y gritó:

—?Gracias! ?Gracias, Dios mío, por haber escuchado mis oraciones!

Leslie me dio un codazo en las costillas.

—Parece como si te hubiera atropellado un autobús.

—Espera a que te explique quién es—le susurré—, y pondrás la misma cara que yo.





Cada época es una esfinge, que se precipita al abismo

en cuanto se ha resuelto su enigma.



Heinrich Heine





7


Por culpa del encuentro con el hermano peque?o de Gideon y la subsiguiente conversación frenética con Leslie (ella me preguntó diez veces: ??Estás segura??, yo respondí diez veces: ??Completamente segura!?, y luego las dos dijimos todavía unas cien veces: ?Alucinante? y ?No me lo puedo creer? y ??Has visto sus ojos??), llegué unos minutos más tarde que Charlotte a la limusina. De nuevo habían enviado a mister Marley a recogernos, y el chico parecía más nervioso que nunca. Xemerius estaba agachado sobre el techo del coche moviendo la cola de un lado a otro.

Charlotte, que ya estaba sentada en el asiento trasero, me dirigió una mirada de odio.

—?Dónde demonios te has metido tanto rato? No se hace esperar a un Giordano. Creo que no te acabas de dar cuenta del gran honor que supone para ti que te dé clases.

Cortado, mister Marley me invitó a subir al coche con mucha ceremonia y cerró la puerta.

—?Pasa algo?

Tenía la desagradable sensación de haberme perdido algo importante. Y la expresión de Charlotte acabó de confirmar mis sospechas.

Cuando el coche se puso en movimiento, Xemerius se deslizó desde el techo al interior del vehículo y se dejó caer pesadamente en el asiento junto a mí.

Mister Marley se había sentado, como la última vez, junto al conductor.

—Estaría bien que hoy te esforzaras un poco más —dijo Charlotte—. Para mí todo esto es terriblemente penoso. Al fin y al cabo eres mi prima.

No pude sino echarme a reír.

—?Vamos, Charlotte! Conmigo no hace falta que disimules. ?Te lo pasas de maravilla viendo cómo quedo como una tonta!

—?Eso no es verdad! —Charlotte negó con la cabeza—. Es típico de ti pensar algo así, con tu infantil tendencia a creerte el centro del mundo. Lo único que quieren todos es ayudarte para que... no lo estropees todo con tu incapacidad. Aunque tal vez ya no tengas oportunidad de hacerlo. No me extra?aría que lo anularan todo...

—?Y eso por qué?

Charlotte se quedó mirándome un momento en silencio, y luego dijo, casi como si disfrutara de mi desgracia:

—No te preocupes, pronto lo sabrás. Si es que ocurre.

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