—No soy ninguna fantasía. Soy un daimon—espetó, y con la excitación escupió un gran chorro de agua contra el suelo—. Un daimon poderoso.
Invocado por magos y maestros constructores en el siglo XI en vuestro cálculo del tiempo para vigilar, en la forma de una gárgola de piedra, la torre de una iglesia que hace tiempo que ya no existe. Cuando mi cuerpo de piedra caliza se destruyó, hace muchos cientos de a?os, solo quedó esto de mí; por así decirlo, la sombra de mi antiguo yo, condenada para siempre a errar por esta tierra hasta que se descomponga, lo que probablemente aún tardará unos cuantos millones de a?os en ocurrir.
—La la la, no oigo nada —dijo James.
—Eres un pobre tipo —prosiguió Xemerius—. Al contrario que tú, yo no tengo otra posibilidad; estoy ligado a este destino por el conjuro del mago.
Pero tú podrías acabar en cualquier momento con tu penosa vida de espíritu e ir allá adonde van las personas cuando mueren.
—?Pero es que yo no he muerto, estúpido minino! —gritó James—.
Sencillamente estoy enfermo en cama y delirando por la fiebre. ?Y si no cambiamos de tema inmediatamente, me vuelvo a marchar!
—Está bien—convine mientras trataba de secar el charco que había dejado Xemerius con un borrador—. Continuemos, pues. La reverencia ante un caballero del mismo rango… Xemerius sacudió la cabeza y se alejó volando sobre nosotros en dirección a la puerta.
—Yo montaré guardia fuera. Sería demasiado penoso que alguien te descubriera aquí haciendo reverencias al vacío.
El descanso del mediodía no era lo bastante largo para aprender todas las complicadas maniobras que James quería ense?arme, pero al final pude inclinarme y dar a besar mi mano de tres maneras distintas. (Una costumbre que celebraba mucho que hubiera caído en el olvido.) Cuando mis compa?eros volvieron, James se despidió con una inclinación de cabeza y yo le susurré rápidamente unas palabras de agradecimiento.
—?Y? —preguntó Leslie.
—James toma a Xemerius por un gato extra?o surgido de sus delirios febriles—la informé—. Así que solo espero que lo que me ha ense?ado no esté distorsionado también por sus fantasías. Si no es así, ahora ya sé lo que debo hacer cuando me presenten al duque de Devonshire.
—Oh, qué bien —dijo Leslie—. ?Y qué harás?
—Inclinarme profunda y largamente —respondí—. Un poquito menos de tiempo que ante el rey, pero más tiempo que ante un marqués o un conde.
En realidad es muy sencillo. Y por otro lado, soportar que me besen la mano como una buena chica y sonreír al mismo tiempo.
—Vaya, nunca habría imaginado que James pudiera ser bueno para algo.
—Leslie miró a su alrededor con cara de aprobación—. Les dejarás maravillados a todos en el siglo XVIII.
—Esperemos que tengas razón —repliqué.
Pero el resto de la clase no pudo enturbiar mi buen humor. Charlotte y ese bobo Labios de Morcilla se quedarían pasmados cuando vieran que ahora conocía incluso la diferencia entre ?ilustrísima? y ?serenísima?, a pesar de que lo habían intentado todo para explicármelo de la forma más complicada posible.
—Todavía no te he dicho que he desarrollado una teoría sobre la magia del cuervo —me dijo Leslie cuando acabaron las clases, de camino a las taquillas—. Es tan sencilla que no se le había ocurrido a nadie. Ma?ana por la ma?ana nos encontramos en tu casa y llevaré todo lo que he recopilado, siempre y cuando mi madre no haya vuelto a planear un día de limpieza familiar y nos reparta guantes de goma a todos…
—?Gwenny?
—Cynthia —Dale me dio unas palmaditas en la espalda desde atrás—. ?Te acuerdas de Regina Curtiz, que hasta el a?o pasado iba a la clase de mi hermana? Ahora está en una clínica para anoréxicas. ?Tú también quieres acabar allí?
—No —dije desconcertada.
—?Muy bien, entonces cómete esto! ?Enseguida! —Cynthia me lanzó un caramelo. Yo lo atrapé y lo desenvolví obedientemente.
Pero cuando iba a metérmelo en la boca, Cynthia me sujetó del brazo—.
?Alto! ?De verdad quieres comerte eso? ?Así que no sigues ninguna dieta?
—No —respondí de nuevo.
—Entonces Charlotte ha mentido. Dice que no vienes a comer al mediodía porque quieres quedarte tan delgada como ella… Trae acá el caramelo. No corres ningún peligro de volverte anoréxica. —Cynthia se metió el caramelo a la boca—. Aquí está la invitación a mi cumplea?os. Otra vez es una fiesta de disfraces. Y este a?o el lema es ?Verde que te quiero verde?. También puedes traer a tu amigo.
—Bueno, es que… —?Sabes?, le he dicho lo mismo a Charlotte, no me importa cuál de las dos traiga a ese tipo. Lo importante es que venga a la fiesta.
—Se le va la olla —me susurró Leslie.
—Te he oído —dijo Cynthia—. Tú también puedes traer a Max, Leslie.