Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

—Pronunciad vuestras últimas palabras —dijo lord Alastair, y Paul barajó la posibilidad de bajar su espada, caer de rodillas y empezar a rezar. Tal vez si lo hacía, el devoto lord, por consideraciones piadosas, esperaría aún un poco para matarle. Pero también podía ser que ya estuviera muerto antes de que sus rodillas tocaran el suelo.

En ese instante Paul percibió un movimiento detrás de las sabanas, y uno de los hombres de lord Alastair se desplomó silenciosamente antes de haber tenido tiempo de volverse. Tras recuperarse de la sorpresa inicial, el otro criado se lanzó con la espada desenvainada contra el recién llegado, un joven vestido con una chaqueta verde que surgió de detrás de la sábana y paró el golpe con su espada casi con indolencia.

—Gideon de Villiers —exclamó Paul, mientras con ánimos renovados trataba de defenderse de los golpes de lord Alastair—. Muchacho, nunca hubiera pensado que me alegraría tanto de verte.

—En realidad solo sentí curiosidad —dijo Gideon—. Vi la carroza con el escudo de lord Alastair parada en la calle y quise echar un vistazo para ver qué hacía en este patio trasero abandonado… —?Mylord, es ese demonio que mató a Jenkins en Hyde Park! —dijo jadeando el hombre de lord Alastair.

—Haz aquello por lo que te pagan —le espetó lord Alastair, redoblando la intensidad de sus ataques.

Paul sintió que le habían alcanzado de nuevo, en el mismo brazo, un poco más arriba. Y esta vez un estremecimiento de dolor recorrió todo su cuerpo.

—Mylord… El criado parecía encontrarse en un aprieto.

—?Coge tú a este! —gritó lord Alastair enojado—. ?Yo me ocuparé del otro!

Paul tomó aire, aliviado, cuando el lord interrumpió el combate para volverse hacia Gideon. Lanzó una rápida mirada a su brazo: sangraba, pero aún podía sostener la espada.

—?Vos y yo ya nos conocemos!

Lord Alastair estaba plantado ante Gideon. En la hoja de su espada brillaba la sangre oscura de Paul.

—Cierto —replicó Gideon, y Paul no pudo sino admirar, un poco a su pesar, la serenidad de que daba muestra en esa situación. ?Es que ese muchacho no sentía ningún miedo?—. Hace once a?os, poco después de vuestro atentado fallido contra el conde de Saint Germain, nos encontramos en un entrenamiento de esgrima en Galliano.

—Marquis Welldone —dijo el lord despreciativamente—. Lo recuerdo.

Me transmitisteis un mensaje del demonio en persona.

—Os hice llegar una advertencia que, por desgracia, habéis ignorado.

Los ojos verdes brillaban peligrosamente.

—?Engendro del demonio! Lo supe en cuanto os vi. Y aunque mostrasteis una notable destreza en la ejecución de vuestras paradas, tal vez recordéis aún que fui yo quien ganó nuestro peque?o combate de entrenamiento.

—Lo recuerdo tan bien como si hubiera ocurrido la última semana — replicó Gideon, y se sacudió las puntillas de las mu?ecas como si le resultaran incomodas—. Lo que, bien mirado, fue efectivamente el caso para mí. En garde.

El metal chocó contra el metal, pero Paul no pudo ver quién cogía ventaja, porque el criado que quedaba había recuperado el aplomo y se dirigía hacia él con la espada desenvainada.

El hombre no manejaba el arma con tanta elegancia como su amo, pero era muy vehemente, y Paul sentía que su brazo herido, a pesar del peque?o respiro, perdía fuerza por momentos.

?Cuándo iba a producirse el salto? ?Ya no podía faltar mucho tiempo! Apretó los dientes y lanzó un nuevo ataque. Durante varios minutos nadie dijo nada y solo se oyeron el tintineo de las espadas y los jadeos de los combatientes, y luego Paul vio con el rabillo del ojo cómo la valiosa espada de lord Alastair volaba por los aires y aterrizaba en el pavimento con un ruido sordo.

?Gracias a dios!

El criado saltó hacia atrás.

—?Mylord?

—Has empleado un truco sucio, demonio —dijo el lord encolerizado —. ?Un ataque contra las reglas! ?Tenía el tocado!

—Me parece que sois un mal perdedor —Replicó Gideon, que sangraba por una herida en el brazo.

—?Matadme su os atrevéis! —gritó lord Alastair con los ojos encendidos de ira.

—No hoy —dijo Gideon, y volvió a guardar el arma en su cinturón.

Paul advirtió la inclinación de cabeza del lord y cómo el criado tensaba sus músculos. Rápido como una centella, se interpuso en su camino y paró el golpe antes de que la punta de la espada del sirviente pudiera penetrar entre las costillas de Gideon. Instantánea mente Gideon volvió a desenvainar su espada y alcanzó al hombre en el pecho. La sangre manó a borbotones de la herida y Paul tuvo que apartarse.

Lord Alastair había aprovechando el momento para recoger su espada del suelo y pinchar con ella el sobre marrón. Sin decir palabra, dio media vuelta y cruzó el arco corriendo.

—?Cobarde! —Gritó Paul furioso, y luego se volvió hacia Gideon—: ?Estás herido, muchacho?

—No, solo es un rasgu?o —dijo Gideon—. Pero lo tuyo parece peor.

?Tu brazo! Toda esa sangre… —Apretó los dientes y levantó su espada—.

?Qué son esos papeles que le has dado a lord Alastair?

—árboles genealógicos —dijo Paul sintiéndose desgraciado—. Series de antepasados de las líneas masculina y femenina de los viajeros del tiempo.

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