Paul se metió el fajo de cartas en la chaqueta y sostuvo en alto el sobre marrón.
—Cinco páginas con la genealogía de los De Villiers, que empiezan en el siglo XVI con Lancelot de Villiers, el primer viajero del tiempo, y llegan hasta Gideon de Villiers, nacido en el siglo XX.
—?Y la línea femenina? —pregunto lord Alastair, y esta vez Paul creyó percibir un punto de ansiedad en su voz.
—También, está todo aquí. Empezando por Elaine Burghley y acabando con Gwendolyn Sheperd.
Al pronunciar este nombre, Paul sintió una punzada en el corazón.
Lanzo una rápida mirada a los dos hombres. Se habían quedado bajo el arco, con las manos en las empu?aduras de las espadas, como si esperaran algo. Apretando los dientes de rabia, tuvo que reconocer que ya intuía qué.
—Muy bien, ?Entonces dádmelo!
Paul vaciló.
—No os habéis atenido a nuestro trato. Debíais venir solo —Dijo para ganar tiempo, se?alando a los dos hombres.
Lord Alastair les echó una mirada con aire indiferente.
—Un caballero de mi posición social nunca está solo, Mis criados me acompa?an a todas partes. —Dio un paso hacia él—. ?Y ahora dadme los papeles, que yo ya me ocuparé del resto!
—?Y si cambio de opinión?
—A mí personalmente me es indiferente recibir r estos papeles de unas manos vivas o muertas — dijo el lord, y su mano se poso sobre la ornamentada empu?adura de su espada—. Dicho de otro modo, que os mate antes o después de la entrega no tiene ninguna importancia.
Paul asió el pomo de su espada.
—Hicisteis un juramento.
—Bah —exclamo lord Alastair, y desenvaino su espada—. ?Uno no puede enfrentarse al demonio con escrúpulos morales! ?Traed acá los papeles!
Paul retrocedió dos pasos y también desenvaino su arma.
—?No decíais que no se nos puede atacar con armas corrientes? — pregunto levantando una ceja con aire burlón.
—Ahora se verá —dijo e lord—. ?En garde, demonio!
Paul habría preferido seguir hablando, pero al parecer lord Alastair solo había estado esperando a que se presentara la ocasión para atacarle.
Dio un paso adelante, manifiestamente decidido a matarle. Y esa salvaje determinación unida a su brillante esgrima no era una buena combinación.
Paul tuvo oportunidad de comprobarlo cuando menos de dos minutos después se encontró de nuevo con la espalda contra la pared.
Había parado sus ataques tan bien como había podido, se había metido entre las sabanas y había tratado, a su vez, de tomar la iniciativa y forzarle a defenderse, pero todo había sido en vano.
El gato saltó bufando del poyete y huyo a través del arco. Bajo las ventajas todo estaba en silencio. ?Por qué demonios no había escuchado a Lucy, que le había rogado con insistencia que ajustara una ventana temporal más peque?as en el cronógrafo? Si le hubiera hecho caso, tal vez habría podido aguantar lo suficiente para disolverse en el aire ante los ojos del lord.
El arma de Alastair resplandeció al sol. Su siguiente golpe fue tan potente que casi le hizo saltar la espada de la mano.
—?Esperad! — Gritó, exagerando sus jadeos—. ?Habéis ganado! ?Os daré los papeles!
Lord Alastair bajó su espada.
—Muy razonable.
Simulando que se encontraba sin aliento, Paul se apoyo en la pared, lanzo el sobre marrón a lord Alastair, y casi simultáneamente se abalanzo a su vez contra el lord. Pero su oponente parecía haber contado con su reacción. Lord Alastair dejo que el sobre cayera al suelo y detuvo el golpe de Paul con facilidad.
—?Miraré cada una de las listas de demonios! —exclamó riendo—.
?Pero ahora quiero ver qué color tiene vuestra sangre!
El lord efectuó un refinado paso de ataque, y Paul sintió como la hoja rasgaba la manga de la chaqueta y la piel que había debajo.
Notó el calor de la sangre deslizándose por su brazo. No le dolía especialmente, de modo que supuso que era solo un rasgu?o, pero la sonrisa la sonrisa maligna de su oponente y el hecho de que Alastair respirara casi con normalidad mientras que él jadeaba buscando aire no invitaban precisamente al optimismo.
—?A qué esperáis? —gritó lord Alastair a los dos lacayos por encima del hombro—. ?No podemos darle más tiempo! ?O queréis que se desvanezca en el aire antes nuestros ojos como vuestro último adversario?
Los hombres vestidos de negro reaccionaron al instante. Y cuando Paul vio que se acercaban pasando por entre las sabanas, supo que estaba perdido. Al menos Lucy se hallaba a salvo, tuvo tiempo de pensar. Si le hubiera acompa?ado, ahora moriría con él.