Zafiro (Edelstein-Trilogie #2)

Paul miró hacia arriba, a las ventanas, en las que se reflejaba el sol de la tarde. Un gato acostado sobre un poyete le observaba con aire burlón, y una de sus patas se balanceaba perezosamente sobre el borde. Le recordó a Lucy.

Retiró la mano de la espada y se alisó las puntillas de las mu?ecas. Esas ropas rococó le parecían todas iguales: ridículos pantalones hasta media pierna, cómicas chaquetas con unos faldones largos muy poco prácticos y, para acabar, puntillas y bordados por todas partes. Horroroso. Había querido ponerse el traje y la peluca que había encargado para la visita al a?o 1745, pero Lucy y lady Tilney habían insistido en que se hiciera confeccionar un vestido nuevo completo. Afirmaban que, si se paseaba por el a?o 1782 con ropa de 1745, todo el mundo se le quedaría mirando, y no habían concedido ningún crédito a su argumento de que solo iba a encontrarse un momento en un lugar apartado con lord Alastair para intercambiar los papeles. Metió la mano entre la chaqueta y la camisa, donde llevaba las copias dobladas en un sobre marrón.

—Perfecto. Veo que sois puntual.

La voz fría le hizo girar en redondo. Lord Alastair salió de la sombra del arco, vestido como siempre con ropa elegante pero extremadamente llamativa y con una exagerada cantidad de guarniciones brillantes, colgadas y bordadas, que resplandecían al sol. Entre las sencillas sabanas, producía el efecto de un cuerpo extra?o. Incluso la empu?adura de su espada parecía de oro macizo y estaba adornada con piedras preciosas, lo que confería al arma un aire inofensivo y casi ridículo.

Paul lanzó una rápida mirada a través del arco; al otro lado, junto a la calle, se extendían grandes superficies de césped que llegaban hasta el Támesis. Podía escuchar los resoplidos de los caballos, de modo que supuso que lord Alastair había venido en un carruaje.

—?Estáis solo? — dijo lord Alastair. El tono de su voz era indescriptiblemente arrogante y además sonaba como si padeciera una obstrucción nasal crónica— ?Qué lástima!— a?adió mientras se acercaba—. Me hubiera gustado volver a ver a vuestra hermosa acompa?ante pelirroja. Tenía una forma tan… hum… peculiar de expresar su opinión… —Solo estaba decepcionada porque no habíais aprovechado las ventajas que os habían proporcionado nuestras últimas informaciones. Y desconfía de lo que podáis hacer con las que os traigo ahora.

—?Vuestras informaciones no eran completas!

—?Eran lo bastante completas! ?Los planes de la Alianza Florentina no estaban suficientemente trabajados! ?En cuarenta a?os han fracasado cinco atentados contra el conde, y en dos de ellos vos asumíais la máxima responsabilidad! ?La última vez, hace once a?os, parecíais estar muy seguro del éxito!

—?No os preocupéis! ?El próximo intento no fracasara! —exclamó lord Alastair—. Hasta ahora mis antepasados y yo siempre hemos cometido el error de combatir al supuesto conde como a una persona. Hemos tratado de desenmascararlo, de difamarlo y destruir su reputación. Hemos tratado de ayudar a encontrar el camino recto a almas confundidas como las vuestras sin comprender que todos estabais perdidos desde hace tiempo debido a la sangre demoniaca.

Paul arrugo la frente irritado. Nunca había conseguido sacar nada en claro de los solemnes discursos del lord y de los otros hombres de la alianza Florentina.

—Tratamos de atacarle como a un hombre corriente, con veneno, espadas y pistolas —continuó lord Alastair—. ?Qué ridículo!—Soltó una risotada ronca—. Hiciéramos lo que hiciésemos, siempre parecía encontrarse un paso por delante de nosotros. Fuéramos a donde fuésemos, el ya había estado allí antes. Parecía invencible. Tiene amigos influyentes y protectores en todas partes, hombres expertos, como él, en la magia negra. Los miembros de su logia se cuentan entre los personajes más poderosos de nuestro tiempo. Han tenido que pasar décadas para que comprendiera que no se puede combatir a un demonio con métodos humanos. Pero ahora soy más listo.

—Me alegra oírlo —dijo Paul, y lanzo una rápida mirada de soslayo.

En el arco habían aparecido otros dos hombres, vestidos de negro, con las espadas a la vista, ?maldición! Lucy había acertado en sus sospechas. Alastair no pensaba cumplir su promesa.

—?Tenéis las cartas?

—Naturalmente —dijo lord Alastair, y se saco de la chaqueta un grueso fajo de papeles sujetos con un cordel rojo—. Entretanto, y en parte gracias a vos y a vuestras informaciones, he conseguido infiltrar a un buen amigo entre los vigilantes. Ahora me mantiene al corriente de las novedades más importantes diariamente. ?Sabíais que en la actualidad el conde vuelve a encontrarse en la ciudad? ?Ah, claro que lo sabíais!

Sopeso el fajo de papeles y luego lo lanzo hacia Paul, que lo atrapo hábilmente con una mano.

—Gracias. Seguro que habéis hecho copias.

—No era necesario— dijo el lord con tono arrogante—. ?Y vos? ?Me habéis traído lo que os pedí?

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