El grupo de chicas se había api?ado en una banda ancha de roca irregular que se abría en abanico desde el estrecho ca?ón del Paso antes de caer en una pronunciada pendiente hasta el pie de la monta?a. La luna en tres cuartos brillaba sobre el valle delante de ellos, ti?éndolo de púrpura oscuro y dándole un aspecto misterioso. Y muy llano. No había nada en muchos kilómetros a la redonda, salvo un paisaje yermo y muerto. Absolutamente nada. Ni rastro de algo que pudiera ser un refugio seguro. Y se suponía que estaban a pocos kilómetros.
—A lo mejor es que no podemos verlo.
Thomas no distinguió quién lo dijo, pero sabía que todas las que estaban allí entendían exactamente por qué lo había dicho: intentaba mantener la esperanza.
—Sí —a?adió Harriet con aire optimista—. Puede que haya otra entrada a sus túneles subterráneos. Estoy segura de que está ahí.
—?Cuántos kilómetros más crees que faltan? —preguntó Sonya.
—No pueden quedar más de quince según donde empezamos y lo lejos que nos dijo el hombre que estaba —contestó Harriet—. Probablemente a unos diez o doce kilómetros. Creía que al salir aquí, veríamos un bonito edificio grande con una cara sonriente.
Thomas había estado buscando en la oscuridad todo el tiempo, pero tampoco podía ver nada. Tan sólo un mar de negrura que se extendía hacia el horizonte, cubierto por una cortina de estrellas. Y no había ni rastro de Teresa por ninguna parte.
—Bueno —anunció Sonya—, no nos queda más alternativa que dirigirnos al norte. Deberíamos haber esperado que no fuera fácil. Quizá consigamos llegar al pie de la monta?a al amanecer. Y dormir en suelo llano.
Las demás estuvieron de acuerdo con ella, y estaban a punto de continuar por un sendero apenas visible que salía del abanico rocoso cuando Thomas habló:
—?Dónde está Teresa?
Harriet se volvió para mirarlo y la luz de la luna le ba?ó la cara con una pálida luminiscencia.
—A estas alturas, la verdad es que no me importa. Si es lo bastante mayor para salir corriendo cuando no consigue lo que quiere, también lo es para alcanzarnos y encontrarnos cuando se le pase. Vamos.
Siguieron avanzando por el sendero de curvas pronunciadas, con la tierra suelta y las piedras crujiendo bajo sus pies. Thomas no pudo evitar darse la vuelta hacia la pared de la monta?a y la estrecha entrada al Paso en busca de algún rastro de Teresa. Estaba muy confundido por todo, pero aun así tenía muchísimas ganas de verla. Miró a través de las oscuras pendientes, pero tan sólo vio sombras borrosas y reflejos del resplandor de la luna.
Se dio la vuelta y empezó a caminar, casi aliviado por no haberla visto.
? ? ?
El grupo bajó por la monta?a, zigzagueando por el sendero, en silencio. Thomas iba a la zaga de nuevo, sorprendido por lo en blanco que estaba su mente. Lo adormecida. No tenía ni idea de dónde estaban sus amigos ni de los peligros que podían estar esperándole.
Tras más o menos una hora de viaje, las piernas empezaron a arderle por la difícil caminata cuesta abajo. El grupo se topó con un foco de árboles muertos que se?alaba hacia la monta?a en una gran franja. Era como si alguna vez una cascada hubiera regado la zona hasta moldear aquella extra?a formación de árboles. Aunque, si así lo hubiera hecho, hasta la última gota se la había tragado la Quemadura.
Thomas, que seguía el último de la fila, estaba pasando junto a los árboles cuando una voz dijo su nombre y se sobresaltó de tal manera que casi se tropezó. Se dio la vuelta para de repente descubrir a Teresa detrás de un grueso nudo de madera blanca, agarrando la lanza con la mano derecha y el rostro oculto entre las sombras. Las demás no debían de haberla oído porque seguían caminando.
—Teresa —susurró—. ?Qué…? —ni siquiera sabía qué decir.
—Tom, tenemos que hablar —respondió y casi sonó como la chica a la que él creía conocer—. No te preocupes por ellas, ven conmigo —se?aló a sus espaldas, hacia los árboles, con una rápida sacudida de cabeza.
Thomas miró a las chicas del Grupo B, que seguían alejándose de él, y se centró de nuevo en Teresa.
—Tal vez deberíamos…
—Vamos. Se ha acabado el teatro.
La chica se dio la vuelta sin esperar una respuesta y entró en el bosque sin vida.
Thomas reflexionó durante un par de segundos; la cabeza le daba vueltas por la confusión y el instinto le gritaba que no lo hiciera. Pero la siguió.
Capítulo 50
Puede que los árboles estuvieran muertos, pero sus ramas tiraban de la ropa de Thomas y le ara?aban la piel. La madera blanca resplandecía a la luz de la luna y las rayas y charcos de sombra por el suelo conferían un aire embrujado a todo el lugar. Teresa siguió caminando en silencio. Parecía flotar por la ladera de la monta?a como una aparición.
Al fin, Thomas encontró el valor para hablar:
—?Adónde vamos? ?De verdad esperas que me crea que todo ha sido puro teatro? ?Por qué no paraste cuando todas las demás estaban de acuerdo en no matarme?
Pero su respuesta fue extra?a. Sin apenas girar la cabeza, le preguntó:
—Has conocido a Aris, ?no?
No dejó de caminar, siguió avanzando; pero Thomas se detuvo un segundo, totalmente perplejo.
—?Aris? ?Cómo le conoces? ?Qué tiene que ver con todo esto?
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)