Las pruebas (The Maze Runner #2)

Así que siguió caminando, cerca del Grupo B, pero a cierta distancia.

Pasaron un par de horas y no le acompa?aban más que altos riscos y el crujir de la tierra y las piedras bajo sus pies. Era bueno estar otra vez en movimiento, estirar las piernas y los músculos. Aunque la fecha límite se acercaba y quién sabía qué obstáculos podrían surgir a continuación. ?O las chicas tenían planeado algo distinto para él? Pensó mucho en los sue?os que había estado teniendo, pero aún no podía encajarlo todo para entender de verdad lo que sucedía.

Harriet empezó a caminar más despacio hasta que ambos estuvieron al lado.

—Perdona por arrastrarte por el desierto en una bolsa —dijo.

No podía ver muy bien la cara de la chica con aquella luz tan tenue, pero se imaginaba que estaría sonriendo con complicidad.

—Ah, no pasa nada, estuvo bien que me llevaran un rato —Thomas sabía que tenía que poner de su parte, mostrar algo de humor. No podía confiar en las chicas totalmente, pero no le quedaba más remedio.

Harriet se rió, un sonido que le tranquilizó un poco.

—Sí, bueno, el hombre de CRUEL nos dio unas instrucciones muy específicas sobre ti. Pero fue Teresa la que se obsesionó. Matarte fue casi idea suya.

Aquello le dolió, pero por fin tenía la oportunidad de averiguar alguna cosa y no iba a dejarla escapar.

—?Ese tipo iba vestido con un traje blanco y parecía una especie de rata humana?

—Sí —contestó sin vacilar—. ?Es el mismo tío que habló con vuestro grupo?

Thomas asintió.

—?Cuáles fueron… las instrucciones específicas que os dio?

—Bueno, la mayoría de nuestro viaje ha sido por túneles subterráneos. Por eso no nos visteis en el desierto. Lo primero que se suponía que teníamos que hacer fue aquella cosa extra?a, cuando Teresa y tú hablasteis en aquel edificio en la parte sur de la ciudad. ?Te acuerdas?

A Thomas se le cayó el alma a los pies. ?Ya estaba con el grupo entonces?

—Eh… sí, me acuerdo.

—Bueno, seguramente ya lo sabes, pero todo fue teatro. Una especie de ensayo para daros una falsa seguridad. Incluso nos dijo que de algún modo… la controlaron el tiempo suficiente para que te besara. ?Es cierto?

Thomas dejó de caminar, se inclinó y apoyó las manos en las rodillas. Se había quedado sin aliento. Ya estaba. Oficialmente ya no tenía ninguna duda: Teresa se había vuelto contra él. O quizá nunca había estado de su lado.

—Sé que esto apesta —dijo Harriet en voz baja—. Parece que te han usado para que creas estar muy unido a ella.

Thomas se incorporó y respiró lenta y profundamente.

—Es… que… esperaba que fuera al revés. Que la estuvieran obligando a hacernos da?o y que hubiera conseguido separarse lo suficiente… para besarme.

Harriet le puso una mano en el brazo.

—Desde que se unió a nosotras, te ha descrito como a un monstruo que le hizo algo terrible, aunque nunca nos contó el qué. Pero tengo que decirte que no eres para nada como te describió. Seguramente ese es el verdadero motivo por el que cambiamos de opinión.

Thomas cerró los ojos e intentó calmar su corazón. Entonces se lo sacudió de encima y continuó caminando.

—Vale, cuéntame el resto. Necesito oírlo. Todo.

Harriet empezó a caminar a su mismo ritmo.

—Todo lo demás sobre las instrucciones de matarte tiene que ver con capturarte en el desierto como lo hicimos y traerte hasta aquí. Incluso nos dijeron que te dejáramos en la bolsa hasta que perdiéramos de vista al Grupo A. Después… bueno, el gran día se supone que es pasado ma?ana. Se supone que hay un lugar construido en la monta?a, en la parte norte. Un lugar especial para… matarte.

Thomas quiso detenerse de nuevo, pero siguió avanzando.

—?Un lugar? ?Qué significa eso?

—No lo sé. Tan sólo nos dijo que sabríamos qué hacer cuando llegáramos allí —hizo una pausa y chasqueó los dedos como si se le hubiera ocurrido algo—. Me apuesto lo que sea a que allí es donde fue antes Teresa.

—?Por qué? ?A qué distancia estamos del otro lado?

—La verdad es que no tengo ni idea.

Se quedaron callados y continuaron caminando.



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Tardaron más de lo que Thomas había supuesto. Mediaba su segunda noche de marcha cuando unos gritos delante anunciaron que habían llegado al final del Paso. Thomas, que iba a la zaga del grupo, echó a correr para alcanzarlas; estaba desesperado por ver qué había en la parte norte de la cordillera. De un modo u otro, su destino le aguardaba allí.