—?Por qué le cuentas eso? —susurró una de las otras chicas con dureza.
—?Qué importa? —respondió Teresa, sin ni siquiera tratar de ocultar lo que estaba diciendo—. Vamos a matarle de todos modos. ?A quién le importa si sabe que es lo que nos dijeron que hiciéramos?
?Nos dijeron que hiciéramos —pensó Thomas—. CRUEL?.
Una chica distinta intervino:
—Bueno, ya apenas puedo verlos. En cuanto lleguemos a esa grieta de ahí, estaremos fuera de su vista y nunca nos encontrarán. Incluso aunque nos sigan.
—Muy bien —contestó Teresa—, llevémosle hasta ahí.
Unas manos agarraron a Thomas y le izaron al aire. Por lo que veía a través del saco, Teresa y tres de sus nuevas amigas le estaban llevando. Caminaron con cuidado entre las rocas, rodeando árboles muertos, sin dejar de subir. Las oía respirar con dificultad, olía su sudor y las odiaba cada vez más a cada nueva sacudida que daban. Incluso a Teresa. Intentó de nuevo llegar hasta su mente, para salvar su confianza en ella, pero no estaba allí.
La caminata monta?a arriba continuó por lo menos una hora, con algunas paradas aquí y allá para que las chicas cambiaran de sitio. Como mínimo, habían doblado la distancia desde que dejaron a los clarianos. El sol estaba alcanzando un punto en el que resultaría peligroso, el calor era sofocante. Pero entonces rodearon una enorme pared, el suelo se aplanó un poco y hubo sombra. El aire más fresco era un alivio.
—Muy bien —dijo Teresa—, soltadlo.
Sin más ceremonia, la obedecieron y Thomas se golpeó contra el suelo con un fuerte gru?ido. Aquello le dejó sin respiración y se quedó allí, intentando recuperar el aliento mientras comenzaban a desatar las cuerdas. Cuando consiguió respirar con normalidad, ya le habían quitado el saco.
Parpadeó, mirando a Teresa y sus amigas. Todas le apuntaban con sus armas, lo que parecía ridículo. De algún rincón, sacó un poco de valentía:
—Chicas, debéis de tener un alto concepto de mí, las veinte con cuchillos y machetes y yo sin nada; me siento muy especial.
Teresa retrocedió con su lanza.
—?Espera! —gritó Thomas, y ella se detuvo. Alzó las manos para defenderse y, despacio, se puso de pie—. Mira, no voy a intentar nada. Llevadme a donde sea que vayamos y entonces dejaré que me matéis como un chico bueno. De todos modos, no tengo una fuca cosa por la que vivir.
Miró directamente a Teresa al decir aquello y trató de poner el máximo rencor posible en sus palabras. Todavía se aferraba a la peque?a esperanza de que aquello terminara teniendo sentido, pero, fuera como fuera, después de cómo le habían tratado, no estaba de muy buen humor.
—Vamos —replicó Teresa—, estoy harta. Entremos en el Paso para poder dormir lo que queda de día. Esta noche empezaremos a cruzarlo.
La chica de piel oscura que había ayudado a meterlo en el saco fue la siguiente en hablar:
—?Y qué hacemos con este tío, al que hemos estado arrastrando las últimas horas?
—No te preocupes, le mataremos —contestó Teresa—. Le mataremos tal y como nos dijeron que hiciéramos. Es su castigo por lo que me hizo.
Capítulo 46
Thomas no podía imaginarse lo que Teresa pretendía decir con su última afirmación. ?Qué le había hecho? Pero su mente se entumeció mientras caminaban y caminaban y caminaban, por lo visto de vuelta al campamento del Grupo B. Un ascenso continuo cuesta arriba, el esfuerzo le quemaba las piernas. Un risco escarpado a la izquierda les mantenía a la sombra mientras avanzaban, pero todo seguía siendo rojo, marrón y caliente. Seco. Polvoriento. Las chicas le dieron unos sorbos de agua, pero estaba seguro de que cada gota se evaporaba antes de llegarle al estómago.
Alcanzaron una gran hendidura en la pared este justo cuando el sol del mediodía estallaba sobre sus cabezas, una gran bola de fuego dorada que se cernía sobre ellos, abrasándolos hasta casi convertirlos en cenizas. La cueva, poco profunda, entraba unos doce metros en la pared de la monta?a; aquel era obviamente su campamento y parecía como si llevaran allí uno o dos días. Había mantas esparcidas, los restos de un fuego y algo de basura amontonada en un rincón. Tan sólo había tres personas —chicas, como el resto— cuando llegaron, lo que significaba que habían creído que necesitaban a casi todo el grupo para secuestrar a Thomas.
?Con sus arcos y flechas, sus cuchillos y machetes? Menuda tontería. Con tan sólo unas cuantas se hubieran apa?ado.
Las pruebas (The Maze Runner #2)
James Dashner's books
- The Eye of Minds
- The Kill Order (The Maze Runner 0.5)
- Virus Letal
- The Maze Runner Files (Maze Runner Trilogy)
- Rising Fears
- The Hunt for Dark Infinity (The 13th Reality #2)
- The Blade of Shattered Hope (The 13th Reality #3)
- The Void of Mist and Thunder (The 13th Reality #4)
- The Rule of Thoughts (The Mortality Doctrine #2)
- The Journal of Curious Letters (The 13th Reality, #1)
- El Corredor Del Laberinto (The Maze Runner #1)
- A Mutiny in Time (Infinity Ring #1)