Las pruebas (The Maze Runner #2)

Thomas no sabía cómo tomarse lo que veía. No sintió sorpresa o alegría al ver que Teresa estaba viva; ya sabía que lo estaba: le había hablado mentalmente justo el día anterior. Pero verla en persona le animó. Hasta que recordó su advertencia de que algo malo iba a suceder. Hasta que pensó en el hecho de que la chica estaba sujetando una lanza afilada.

Los demás clarianos la vieron a continuación y no tardaron en detenerse, boquiabiertos, para observar cómo Teresa marchaba hacia ellos, con las manos aferradas al arma y la expresión dura como una piedra. Parecía estar dispuesta a acuchillar lo primero que se moviera.

Thomas dio un paso al frente sin estar muy seguro de lo que planeaba hacer. Pero entonces le detuvieron más movimientos.

A ambos lados de Teresa, aparecieron chicas; ellas también parecían haber salido de la nada. Thomas se volvió para mirar a sus espaldas. Estaban rodeados por al menos veinte chicas. Y todas llevaban armas, desde cuchillos a espadas oxidadas, pasando por machetes mellados. Varias de las chicas tenían arcos y flechas, cuyas puntas amenazantes ya estaban apuntando al grupo de clarianos. Thomas sintió un inquietante temor. A pesar de lo que Teresa había dicho sobre que iba a suceder algo malo, estaba seguro de que no iba a dejar que aquella gente le hiciera da?o. ?Verdad?

De repente, el Grupo B le vino a la cabeza. Y el tatuaje en el que ponía que supuestamente tenían que matarle.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Teresa se detuvo a unos diez metros del grupo. Sus compa?eras hicieron lo mismo y formaron un círculo completo alrededor de los clarianos. Thomas se dio la vuelta otra vez para asimilarlo todo. Cada una de sus nuevas visitantes estaba rígida, con los ojos entrecerrados y el arma delante, preparada. Los arcos eran lo que más le asustaba; él y los demás no tendrían posibilidad de actuar antes de que esas flechas volaran y le dieran a alguien en el pecho.

Se paró de cara a Teresa, que tenía los ojos fijos en él.

Minho habló primero:

—?De qué va esta mierda, Teresa? Bonita forma de saludar a unos viejos amigos.

Al mencionar el nombre de Teresa, Brenda se dio la vuelta y miró a Thomas, que la se?aló con un gesto rápido de la cabeza, y la sorpresa en su rostro le entristeció por algún motivo.

Teresa no respondió a la pregunta y un silencio inquietante se adue?ó del grupo. El sol continuaba saliendo, avanzando lentamente hacia el punto donde les abrasaría su calor insoportable.

Teresa volvió a caminar hacia ellos y se detuvo a unos tres metros de donde Minho y Newt estaban uno junto otro.

—?Teresa? —preguntó Newt—. ?Qué demonios…?

—Cállate —respondió. No fue brusca ni le gritó. Lo dijo de forma calmada y con convicción, lo que asustó aún más a Thomas—. Y si cualquiera de vosotros se mueve, los arcos empezarán a disparar.

Teresa levantó su lanza hasta una mejor posición de lucha, la movió adelante y atrás al pasar junto a Newt y Minho y entre los clarianos, como si estuviera buscando algo. Llegó hasta Brenda y se paró. No mediaron palabra, pero el odio entre ellas era patente. Teresa la pasó de largo sin abandonar su mirada glacial.

Y entonces se colocó enfrente de Thomas. El joven intentó convencerse de que ella nunca usaría su arma contra él, pero no era fácil cuando tenía la punta afilada delante.

—Teresa —susurró antes de poder contenerse.

A pesar de la lanza, a pesar de la dura expresión en su rostro, a pesar de sus músculos en tensión como si estuviera a punto de rajarle, lo único que quería era extender la mano hacia ella. No podía evitar recordar el beso que le había dado. En cómo le había dejado.

La chica no se movió; siguió clavándole la mirada con una expresión indescifrable, salvo por el evidente enfado.

—Teresa, ?qué…?

—Calla.

La misma voz calmada, una orden rotunda. No sonaba como ella.

—Pero ?qué…?

Teresa retrocedió, movió el extremo de su lanza y le dio en la mejilla derecha. Una explosión de dolor le recorrió el cráneo y el cuello; cayó de rodillas con una mano sobre la cara, donde le había dado.

—He dicho que te calles —extendió el brazo, lo agarró de la camisa y tiró hasta que estuvo otra vez de pie. Recolocó las manos en la vara de madera y le apuntó—. ?Te llamas Thomas?

Se la quedó mirando boquiabierto. El mundo se derrumbaba sobre él, aunque se decía a sí mismo que ella le había advertido; le había dicho que confiara en ella a pesar de las circunstancias.

—Ya sabes quién…

La chica movió la lanza con aún más violencia y el extremo que no tenía hoja chocó contra su cabeza, justo en la oreja. El dolor fue el doble de fuerte que en el primer golpe; gritó, agarrándose la cabeza. Pero esta vez no se cayó.

—?Ya sabes quién soy! —gritó.

—Sí, antes lo sabía —repuso con un tono suave y a la vez asqueado—. Te lo preguntaré una vez más: ?te llamas Thomas?

—?Sí! —le contestó chillando—. ?Me llamo Thomas!

Teresa asintió y empezó a apartarse de él con la punta de la hoja todavía apuntándole al pecho. La gente se apartó de su camino mientras pasaba por el grupo y se reunía con el círculo de chicas que los rodeaba.